Gabriela Rodríguez
Algo interesante debe estar cambiando en nuestra tierra, tan inundada de injusticia que de pronto nos está tocando ver llorar a los líderes de la censura y del fraude electoral. ¡Qué espectáculo insólito!, hasta parece una broma: Joaquín López Dóriga y Javier Alatorre clamando por la libertad de expresión, Luis Carlos Ugalde por la autonomía de las instituciones y Norberto Rivera por la soberanía popular.
Aunque de los dos primeros no se espera la menor dignidad al proteger el negocio millonario de sus patrones en Televisa y Tv Azteca, no cabe duda que el llanto más desesperado viene de los dos últimos. Peor que momias, son muertos en vida, el pres... ex presidente del Instituto Federal Electoral afirma, y con razón, que “descalificarlo es confirmar que hubo fraude electoral en 2006”; mientras que el todavía cardenal y obispo de la ciudad de México le quiso dar un espaldarazo en su semanario dominical Desde la Fe: “... (la) reforma electoral que, por cierto, no sólo no amplía la participación ciudadana, sino que pone en entredicho la autonomía de las autoridades electorales que han sido un modelo en el mundo por su perfil ciudadano y su imparcialidad política”.
¡Pobres!, se sostienen entre ellos porque ya ni sus padrinos los apoyan y sospecho que esta vez ni la lady Guadalupe los salva, así en inglés, como nombran nuestros paisanos emigrantes a la patrona de la Iglesia mexicana. Porque es allá, en Los Ángeles, donde Norberto Rivera Carrera no logra demostrar inocencia frente a la acusación como encubridor de Nicolás Aguilar, uno de los más de 5 mil clérigos católicos que han sido acusados por pederastia desde el año de 1950.
El análisis que hace hoy la Red de Sobrevivientes de Abuso Sexual de Sacerdotes (SNAP, por sus siglas en inglés) de los documentos presentados ante la Corte Superior de California en Los Ángeles, entre otras cosas deja claro que:
1) Norberto Rivera no tuvo ningún inconveniente en conceder permiso al pederasta Nicolás Aguilar para servir en la diócesis de Los Ángeles en 1987.
2) El entonces obispo de Los Ángeles, Roger Mahony, no fue notificado para evitar el peligrosísimo riesgo de abuso en que colocó a los y las menores que entraron en contacto con el sacerdote.
3) La carta que dio a conocer en 2004 al cardenal Rivera, en la cual notificaba a Mahony la “sospecha de problemas de homosexualidad sin que se haya comprobado ninguna”, y que este último afirma no haber recibido nunca, no cuenta con insignia, membrete ni sello oficial de la Diócesis de Tehuacán.
Increíble que los abogados del cardenal mexicano invoquen la soberanía nacional para evitar que su cliente sea juzgado fuera de México, donde el señor es intocable. ¿Acaso los derechos humanos no son extraterritoriales? ¿Acaso importa si un delincuente es juzgado aquí o allá? ¿O es que el delito de violación a niños es más grave al pasar la frontera? ¿Por qué aplicaron el 33 constitucional, la deportación del país a los abogados de una de las víctimas de Nicolás Aguilar? ¿Por qué no invocaron soberanía nacional cuando el príncipe extranjero, Ratzinger, quiso evitar la despenalización del aborto en la ciudad de México?
Y en esta esquina, Norberto Rivera, y en esta otra, Roger Mahony. Insólito que se enfrente cardenal contra cardenal, nada menos que dos de los 120 gerentes del más alto nivel de esa empresa en quiebra (por pago de millones de dólares a víctimas de abuso sexual) llamada Vaticano. O miente uno o miente el otro, o tal vez ambos encubrieron durante años los casos de pederastia de sus empleados y ministros religiosos, pero, eso sí, muy pronto uno de los dos va a ser declarado delincuente común.
Se trata de una Iglesia comandada por hombres que visten tan ostentosa y femeninamente como lo hacía Luis XIV, hombres que confunden la homosexualidad con el abuso sexual, enfermos mentales incapaces de distinguir entre una orientación sexual y un crimen gravísimo. Líderes de una institución antidemocrática en la que es ya sistemática la violación a los derechos humanos y a la integridad corporal de niños y niñas, de un organismo comandado por ancianos que desprecian a las mujeres como seres indignos para ocupar puestos en la alta jerarquía o para dar sacramentos, que promueven leyes contra los derechos de las mujeres, de los y las adolescentes y de quienes tienen una preferencia sexual no heterosexual.
Encubridores de pederastas desacreditados que negocian impunidad a cambio de apoyo a campañas electorales y políticas conservadoras para hacer cómplices a empresarios y funcionarios de la nueva derecha, la mundial, la de Estados Unidos, la de México.
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