Luis Hernández Navarro
Varias asociaciones de consumidores de Italia están llamando a sus socios a no comer espaguetis. El incremento a los precios de la pasta ha provocado que el fantasma de la huelga recorra el país de la bota. En Francia, el aumento del precio de la célebre baguette ha propiciado revuelo. Aunque la subida es de apenas entre 5 y 8 por ciento de su costo, hay malestar.
Harinas, galletas, panes, cereales y fideos son ya más caros en Europa. Todos los alimentos elaborados con trigo son más costosos. Molineros, panaderos e industriales anuncian que los precios seguirán subiendo.
Los fabricantes de comida se escudan en el incremento al precio del trigo. Y tienen razón. Durante el último año casi se ha doblado. Hace apenas un par de semanas, su cotización en la Bolsa de Nueva York alcanzó niveles récord.
Las reservas mundiales (la quinta parte del consumo mundial) se encuentran en su nivel más bajo en 26 años. Su consumo está en el máximo histórico. La Unión Europea no cuenta con stocks de intervención para sacar a la venta producto y estabilizar el mercado. Las estimaciones más recientes sobre el consumo mundial de trigo para el periodo 2007-2008 lo calculan en mil 670 millones de toneladas.
El incremento en el precio del trigo forma parte del alza generalizada de las cotizaciones de los productos agrícolas en el mercado mundial. Es resultado de la suma de una serie de factores distintos: la caída de la producción como resultado del calentamiento global; el aumento de los insumos necesarios para cultivarlo, procesarlo y distribuirlo; la devaluación del dólar; la especulación y los agrocombustibles.
Hacia delante, la situación no pinta mejor. Los mayores sembradores de trigo han advertido que esperan cosechas por debajo de su promedio. La sequía en Australia devastó las siembras de cereal y las exportaciones cayeron más de 20 por ciento. Canadá, segundo productor mundial después de Estados Unidos, va a tener la producción más pequeña en cinco años. En Kansas se sufrieron nevadas. En China, el calentamiento global acortará el periodo de crecimiento de los cereales y las semillas no tendrán tiempo de madurar. Además, las recientes inundaciones destruyeron 5.5 millones de hectáreas de trigo y colza. Sequías y lluvias amenazan con derrumbar las cosechas en Europa del Norte hasta en 40 por ciento.
La subida de precios tiene que ver también con otros factores provenientes de un hecho: tal como está organizada ahora la producción comercial de alimentos consume gran cantidad de energía. Así que el mayor precio del petróleo, el aumento en el costo de transporte por mar y gastos de acopio impactan los costos de producción. La mayor parte del embalaje de los alimentos se elabora con plástico, que es un derivado del petróleo. Plásticos como el polipropileno cuestan hasta un 70 por ciento más que en 2003.
La devaluación del dólar ha impactado también los precios del trigo. La mayoría de los alimentos en el mundo se compran y venden en la divisa estadunidense.
Como en el caso del maíz y la tortilla en México, en el aumento del precio del trigo juegan papel central los movimientos especulativos. Con una industria al alza y grandes monopolios, quienes controlan las existencias están esperando el mejor momento para vender.
El crecimiento de la demanda mundial de agrocombustibles ha reducido la producción de grano, reconvertido la producción en amplias superficies agrícolas y disparado los precios. Unas 109 millones de toneladas de trigo, 6.5 por ciento de la producción de este cereal, serán utilizadas en la fabricación de etanol
La Unión Europea acordó como obligación para 2010 que 5.75 por ciento del transporte se base en bioetanol y biodiesel. En Estados Unidos, la legislación prevé que en 2012 se usarán 27 mil millones de litros de agrocombustibles. George W. Bush propuso como meta elaborar 133 millones de litros en 2017. Para ello se ha establecido un ambicioso programa de incentivos económicos a los productores.
El aumento a los precios del trigo tiene un impacto real, pero limitado para los consumidores europeos. En el viejo continente el pan supone apenas 1.8 por ciento del costo de la canasta básica. Pero en países con poblaciones pobres, como India, China y Egipto, que han hecho grandes esfuerzos por combatir el hambre, tendrá efectos severos.
México tuvo este año una buena cosecha de trigo. A pesar de ello, seguirá importando buena cantidad de grano. No obstante que la Revolución Verde, que desarrolló variedades mejoradas de trigo, nació en tierras mexicanas, gracias –en parte– al Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos y Canadá, se ha convertido en un importador neto.
Así las cosas, será inevitable que en los próximos meses suba el precio de la sopa de pasta, el pan, los burritos, las sincronizadas y las chimichangas. Y, a diferencia de Italia, no tendremos huelga de espaguetis. De eso habrá que darle las gracias, en parte, a la moda de los agrocombustibles.
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