Carlos Fernández-Vega
De cualquier manera la línea quedará en manos de inexpertos, pero favoritos del poder
Aeroméxico, que “no vale un centavo más de lo que ofrecemos”, según comentario del primero de los postores, se ha convertido en una guerra de orgullo empresarial entre la familia Saba y el Citigroup disfrazado de Banamex y aderezado con un grupo de ex accionistas de esa institución, otrora de capital mexicano, muchos de ellos orgullosamente Forbes.
Poco menos de dos meses atrás, y de la nada, Alberto y Moisés Saba por la libre ofrecieron 98 millones de dólares por 100 por ciento de las acciones de la citada aerolínea, o lo que es lo mismo ni un centavo más de “lo que vale”. Poco después, Citigroup y su “grupo de empresarios mexicanos” brincó a la palestra, con la chequera en la mano, para mostrar su interés en la adquisición de Aeroméxico. Días más adelante, y de forma por demás sorpresiva, Gastón Azcárraga y sus guajiros de Mexicana de Aviación hicieron lo propio, presumiendo 200 millones de dólares, que muchos consideraron de saliva pura, como la “inminente quiebra” de esta empresa que presumen sus propietarios.
En el camino se quedó la oferta de Mexicana de Aviación, mientras la familia Saba y Citigroup desataron una guerra de aumentos en sus respectivas posturas originales. Todo para una empresa, Aeroméxico, que, decían al principio, “no vale un centavo más” de lo ofrecido en un principio.
Ninguno de los oferentes está acostumbrado a perder. Los Saba son orgullosamente Forbes; han librado cualquier cantidad de acusaciones por negocios oscuros, incluyendo operaciones calificadas de fraudulentas cuando Moisés, asociado con Ricardo Salinas Pliego, protagonizó un escándalo financiero (Codisco-Unefón) en Estados Unidos por sospechosas operaciones de compra-venta de deuda para una misma compañía, con la que, junto con el dueño de Tv Azteca, se embolsó alrededor de 200 millones de dólares.
Citigroup y sus “empresarios mexicanos” tampoco acotumbran morder el polvo. La trasnacional financiera estadunidense está acostumbrada a hacer y deshacer a su gusto y albedrío: se quedó con Banamex, pagaré Fobaproa incluido, mientras su ahora “grupo de empresarios mexicanos” evadía al fisco con total cinismo.
Ambos oferentes han contado, cuentan con las gracias del poder público, tienen derecho de picaporte en las más altas esferas gubernamentales y suelen salir impunes de sus francachelas. Aún así, hay de amigos a amigos, y una simple familia, por orgullosamente Forbes que sea, no tiene el alcance de Citigroup, su banda de “empresarios mexicanos” y su mapache electoral disfrazado de ex dirigente gremial como cabeza visible.
Aún no se reciben oficialmente las posturas, todavía no se cierran los plazos, cuando el IPAB, el heredero del Fobaproa, rescatador oficial de la aerolínea en pugna y su accionista mayoritario, ya mostró su debilidad (léase el cobre): los bancos, de preferencia extranjeros, y en la operación de compra-venta de Aeroméxico ya tomó partido (léase Citigroup). Lo anterior, en caso de que “otros” no mejoren la oferta en un plazo tan amplio como hoy mismo.
Como recordábamos días atrás, de cualquier suerte Aeroméxico quedará en manos de “hombres de negocios” sin experiencia alguna en el manejo de líneas aéreas. Un rápido repaso de su historial nos indica que en ambos grupos sobresalen usureros, textileros, cerveceros, lecheros, tequileros, toalleros, dueños de supermercados y tiendas departamentales, gaseros, acereros, cableros, vendedores de automóviles, telefonistas, vendedores de inmuebles y un mapache electoral con careta de ex presidente del Consejo Coordinador Empresarial, pero de aerolíneas, nada.
Lo anterior sólo reproduce y resume el esquema privatizador utilizado desde el sexenio salinista. Muestra superlativa la constituye la reprivatización bancaria: farmacéuticos, especuladores bursátiles, cerveceros, refresqueros y demás expertos, todos amigos del inquilino de Los Pinos en turno, se quedaron con las 18 ex sociedades nacionales de crédito. El resto de la historia es conocida, y la factura aún no la terminan de pagar los mexicanos, mientras muchos de esos “expertos” ahora se meten al negocio de las aerolíneas.
Lo único cierto es que tanto a las “autoridades” como a los “hombres de negocios” les urge aterrizar la compra-venta de Aeroméxico para evadir impuestos, una vez más, como en su momento lo hicieron en la compra-venta de Banamex (2001). Si se tardan, se esfumarán las gracias fiscales garantizadas para las transacciones vía Bolsa Mexicana de Valores.
Las rebanadas del pastel
Mientras el de las ideas cortas y la lengua larga reparte epítetos a discreción en su intento por justificar lo injustificable, General Motors se animó a dar su versión, aunque no aclara nada, sobre la Hummer 2005 que “no es mía, pero sí la uso” (Fox dixit). La trasnacional automotriz confirma lo del comodato con el Estado Mayor Presidencial, que la propiedad es de la propia GM de México y que se entregó “para el uso de actividades de seguridad del ex presidente Vicente Fox”. El comodato, apunta, “resulta una práctica común a nivel de la industria y a través de ella se han asignado unidades al EMP para apoyar cuestiones de seguridad de los mandatarios, incluso en sexenios anteriores al del ex presidente Fox. Esta es una práctica que permite apoyar temas de seguridad y, al mismo tiempo, recibir retroalimentación del desempeño de nuestras unidades. GM de México continúa reafirmando (sic) su compromiso por apoyar al EMP en sus actividades de seguridad”. Bien, pero ¿qué hace una trasnacional “comprometida” con la seguridad presidencial?
Difunde esta información, El Justo Reclamo y demás blogs de la resistencia.
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