Orlando Delgado Selley
Lo que hasta hace poco era producto de análisis de opositores se ha convertido en caballo de batalla hasta de los organismos financieros internacionales. En el Panorama de la economía mundial, que se acaba de presentar, el Fondo Monetario Internacional expresa su preocupación por la manera en que la expansión del comercio mundial y la globalización financiera han afectado la distribución del ingreso y, particularmente, los niveles de ingreso de los más pobres. En prácticamente todos los países en los últimos 20 años ha aumentado la desigualdad. Según el FMI, el efecto de la liberalización comercial puede asociarse con menor desigualdad, en contraste la liberalización financiera y el progreso tecnológico han generado mayor desigualdad.
México destaca en el campo de la desigualdad. No es un caso más, sino uno de los ejemplos paradigmáticos que ilustra la persistencia de mecanismos tradicionales en la propagación de la concentración que operan junto con nuevos procesos originados en la globalización. Desde 1982, cuando los liberales tomaron el control del PRI y del gobierno federal, el país entró en un acelerado proceso de desmantelamiento de la presencia estatal en las actividades manufactureras, en el comercio, en el sector bancario y financiero, al tiempo que se abrían las fronteras y se desmontaba el aparato regulatorio. La concepción que guiaba estos cambios era que la intervención estatal impedía que las fuerzas del mercado asignaran óptimamente los recursos disponibles. De modo que una vez liberadas ocurriría una expansión que generaría desarrollo.
Eso no ocurrió. En lugar del desarrollo basado en un crecimiento alto y sostenido con redistribución del ingreso, lo que hemos vivido es un cuasi estancamiento con concentración del ingreso. En el periodo 1959-82 el PIB creció 6.52 por ciento promedio anual y el per cápita lo hizo en 3.24 mientras que entre 1983-2006 el crecimiento del PIB fue de 2.45 promedio anual y el producto por habitante solamente aumentó 0.8 por ciento anual. El crecimiento ha sido mediocre en años recientes, pero a nivel del producto por habitante ha habido estancamiento.
Al mismo tiempo, la distribución del ingreso registrada en las encuestas ha empeorado: si se compara 2006 con 1984, tenemos que el 50 por ciento más pobre retuvo el 18.86 por ciento del ingreso nacional el año pasado cuando hace 23 años retenía 20.76, perdiendo casi dos puntos. El 40 por ciento que le sigue, las familias de ingresos medios, también perdieron ingreso, ya que ahora se apropian de 43.29 por ciento, pero antes lo hacían del 46.48. Los que ganaron fueron los de arriba: el 10 por ciento rico que ahora retiene 37.84, cuando antes retenía 32.8, una ganancia de cinco puntos porcentuales del ingreso nacional. Así que los ricos aumentaron su porción del ingreso nacional a costa del resto de la población.
Si agregamos el ingreso de los más ricos, de los que aparecen o han aparecido en las listas de Forbes, los que no son registrados por las encuestas, el panorama es desolador. En 2006, según un estudio del Banco Mundial, la fortuna de los ricos mexicanos en relación con nuestra economía sólo fue superada por los ricos de Rusia, Arabia Saudita, Kuwait y Singapur. Esa fortuna, por cierto, en los casos ruso y mexicano se origina en privatizaciones de empresas públicas. En México, Telmex, las mineras, bancos, líneas aéreas. En Rusia, los grandes grupos petroleros.
De modo que una parte del crecimiento de la desigualdad deriva justamente del desmantelamiento estatal. A eso tienen que sumarse los efectos de la globalización financiera y del progreso tecnológico. Además, las convulsiones económicas también repercuten en la situación de los pobres. El FMI ha anunciado que las expectativas de crecimiento de la economía mundial y de la economía estadunidense han disminuido, lo cual, por supuesto, afectará a nuestra economía. El crecimiento esperado será menor a 3 por ciento para 2008, lo que indica que la economía continuará disminuyendo su ritmo de actividad.
Con una economía creciendo a tasas de 3 por ciento anual, una economía estadunidense con fuertes problemas en el sector inmobiliario, particularmente en la construcción y remodelamiento de casas-habitación, los migrantes mexicanos enfrentarán mayores dificultades. Ello redundará en las condiciones de vida de los más pobres, dificultando los envíos de dólares a sus familias. Así que la pobreza y la desigualdad aumentarán, pese a los llamados de todos, incluidos los del FMI y del Banco Mundial.
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