Octavio Rodríguez Araujo
Una de las tonterías más grandes que he leído en diversos periódicos mexicanos, e incluso en estudios con pretensiones científicas entre los enemigos de los fumadores, es que los llamados fumadores pasivos sufren más daño que los activos. La verdad no han entendido nada.
Si ubicamos a dos personas en una habitación cerrada o con poca ventilación, y una fuma, el aire se vicia, se enrarece y disminuye la cantidad de oxígeno. De esto no hay duda. Este aire se denomina contaminado, en este caso por humo de tabaco, que suele llamarse de “segunda mano”. Si una persona fuma absorbe humo directamente y luego lo expele. Entre fumada y fumada el cigarrillo se consume y despide humo. De este modo tendríamos dos tipos de humo: el que expele el fumador y el que despide el cigarrillo al consumirse. Ambos tipos de humo son los que necesariamente respira el no fumador, pero también el fumador (y esto debería estar presente en el lector). El humo que despide el cigarrillo es dañino, tanto para quien lo inhala directamente al fumar como para quien lo respira aunque no esté fumando. Los expertos dicen que el humo que despide el cigarrillo encendido tiene mayores componentes dañinos que el que expele el fumador. Esto es claro, pues el fumador, al inhalar el humo de su cigarrillo (darle el golpe) se queda, por decirlo así, con parte de los componentes dañinos y suelta al ambiente un humo que ya pasó por su organismo (donde quedan partículas).
De lo anterior, sin embargo, no debe ni puede desprenderse que el no fumador se vea más dañado que el fumador, ya que éste está tan expuesto al humo que fuma directamente como al que él mismo expele y al del cigarrillo al consumirse. En pocas palabras, el daño que produce fumar es mayor para el fumador directo que para el pasivo. Y este daño no es tan grande como dicen los enemigos de tabaco. Hay otros peores y mucho mayores.
Pondré un ejemplo de uno de los gases más dañinos que contiene el humo de un cigarrillo: el monóxido de carbono (CO). En el Distrito Federal hay aproximadamente 1.5 millones de fumadores y 3 millones de automóviles particulares, además de 130 mil taxis que producen (sólo estos últimos) 280 mil toneladas de contaminantes anuales. En 2004 (según el Inventario de emisiones de la Zona Metropolitana del Valle de México), los automóviles particulares producían al año 900 mil toneladas de CO, entre otras sustancias dañinas para la salud y para el ambiente.
Lo anterior significa que cada automóvil produce casi un kilo de monóxido de carbono al día, ¿y los cigarros cuánto? Para que un fumador produjera un kilo de monóxido de carbono en un día tendría que fumar alrededor de 100 mil cigarrillos, ya que un cigarro con filtro produce aproximadamente 10 miligramos de CO. ¿Cuántos fumadores se necesitan en una habitación cerrada para producir un kilo de monóxido de carbono? ¿Dónde caben?
El ejemplo anterior lo he referido exclusivamente a los automóviles, pero habrían de agregarse los llamados “peseros”, los autobuses y las fábricas. Sólo piénsese que en 2004 se consumían 48.6 millones de litros de combustibles al día, y que en la zona metropolitana el transporte consumía 54 por ciento y las industrias 34 por ciento. La mayor parte de las sustancias dañinas que contiene el cigarrillo (con la obvia excepción de la nicotina) es producida también por los vehículos de combustión interna, por las fábricas, por las casas habitación, por los servicios y, en el caso del amoniaco, por las excretas humanas y de animales que defecan y orinan al aire libre.
Se ha calculado que en la ciudad de México se emiten diariamente unas 4 mil toneladas de gases tóxicos que forman una capa de contaminación hasta de 300 metros de espesor, ésa que se ve cuando uno está llegando de Cuernavaca. Más de 90 por ciento de los vehículos que circulan en el Distrito Federal son particulares y por cada 100 litros de gasolina quemada se generan alrededor de 30 gramos de CO, en tanto que por cada 100 cigarrillos quemados (cinco cajetillas) se genera un gramo del mismo gas. ¿Sus dueños están dispuestos a dejar de usar sus vehículos para no contaminar la ciudad? Obviamente no, pero sí protestan por el humo que desprenden los cigarrillos al ser encendidos.
Las autoridades quieren hacer creer que con el Hoy no circula se están resolviendo los problemas de la contaminación en el Distrito Federal. Pero no es exacto. Tres millones de automóviles a 2 mil 240 metros sobre el nivel del mar equivalen a 7.6 millones de automóviles al nivel del mar. Al dejar de circular una quinta parte de automóviles (600 mil), en realidad es como si siguieran circulando 6 millones.
Prohibir el cigarro en lugares cerrados es dar “atole con el dedo”. Los grandes problemas de contaminación que afectan a la salud de sus habitantes no tienen nada que ver con la exposición al humo de cigarrillos. Pero como no hay recursos para solucionar esos problemas se recurre a medidas como la prohibición de fumar y a exageraciones sobre el tema, entre éstas la tontería de que los fumadores pasivos sufren mayores afectaciones a su salud que los fumadores activos.
La idea es crear histeria contra el cigarro, como ocurrió en Estados Unidos después de que se produjeran miles de casos de cáncer por las explosiones nucleares en Nevada que el gobierno se negó a suspender por varios años. Fue el gobierno de Washington el que pidió a 10 científicos que demostraran los daños producidos por el humo del tabaco, y de ahí se inició la campaña contra los fumadores (11 de enero de 1964). Luego, al fin imperio, la medida se ha extendido poco a poco a todo el mundo, creándose otro negocio: el de las clínicas y los fármacos antitabaco, que forman parte del negocio más lucrativo después de las armas: la salud y la longevidad (que, paradójicamente, nos va a aplastar económica y socialmente en pocos años).
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