Carlos Fernández-Vega
Estamos salvados: el FMI no ve shocks
¿Para qué quiere pensión Fox?
Habrá que hacer fiesta, porque de nueva cuenta el equipo financiero que a lo largo de los últimos cinco lustros ha “conducido” al país obtiene el galardón: en 2007, la economía mexicana reporta el peor comportamiento en América Latina y el Caribe, y por enésimo año consecutivo “crece” a un ritmo menor que, por ejemplo, la haitiana.
¡Albricias! Veinticinco años consecutivos de una política económica que ni por equivocación se sale del manual, cuyo balance resulta verdaderamente escalofriante: una tasa anual promedio de “crecimiento” de apenas 2 por ciento, con todo y que la comunidad de naciones carece del invaluable “tesoro” macroeconómico nacional que tanto presume el referido equipo y que es “envidiado”, dicen, por propios y extraños.
Tanto al Banco Mundial como al Fondo Monetario Internacional, más allá de su histórico descubrimiento (“el gran de-safío de México está en la desigualdad y la pobreza”), hay que agradecerles doblemente: por ser decididos “impulsores” de la debacle económica nacional y por otorgar, anualmente, el envidiado galardón a su más preciado equipo, instalado en el autodenominado gobierno mexicano.
Y del segundo de los citados organismos financieros proviene la estimación más fresca sobre el comportamiento económico mexicano, divulgada en el marco de su reunión anual, en la capital estadunidense. El FMI difundió sus Perspectivas Económicas Mundiales: en el mejor de los casos, el producto interno bruto crecerá 2.9 por ciento en 2007, contra 3.2 por ciento del haitiano, el país más pobre de la región y uno de los más depauperados del planeta.
Así, en 2007 la economía mexicana crecería casi la mitad en relación con el promedio latinoamericano (5 por ciento), y muy por debajo de Panamá (8.5 por ciento), Venezuela y República Dominicana (8 por ciento en cada caso), Argentina (7.5 por ciento), Perú (7 por ciento), Colombia (6.6 por ciento), Costa Rica (6 por ciento) y Chile (5.9 por ciento). El promedio de Centro América sería de 5.4 por ciento y Brasil alcanzaría 4.4 por ciento.
Lo peor del caso es que para 2008 la proyección fondomonetarista no se modifica. Ese año el ritmo de crecimiento económico latinoamericano promediaría 4.3 por ciento (menor al 5.5 por ciento de 2006 y al 5 por ciento de 2007), y México, si bien va, no pasaría de 3 por ciento, apoyado por el raquítico comportamiento económico estadunidense, que, según el FMI, no superaría el 1.9 por ciento.
El próximo año Perú y Venezuela ocuparían el primer lugar en crecimiento económico, con 6 por ciento, seguidos de Argentina con 5.5, Brasil con 4, el bloque de naciones centroamericanas con 4.9, y allá a lo lejos México y su fabuloso, cuan dudoso, 3 por ciento.
Lo bueno es que el Fondo Monetario Internacional “no ve shocks futuros para México, si la desaceleración económica estadunidense no se profundizara de manera más aguda en el próximo año; esperamos que México crezca a un ritmo moderado, pero el gobierno mexicano tendrá que responder si Estados Unidos no logra contener una desaceleración más grande en su economía”, y para el FMI la “única” posibilidad de respuesta es “un mayor número de reformas estructurales”
Pues bien, como hemos comentado en este espacio, desde hace 25 años México ha sido el laboratorio por excelencia de las “reformas estructurales” impuestas por organismos internacionales y “consensos” con nombre de capital gringa. Todo se ha “reformado”, “cambiado”, “modificado”, “modernizado, “desincorporado” (léase privatizado), y nada ha mejorado: la concentración del ingreso y la riqueza es brutal, la desigualdad ofensiva, el panorama social lacerante y la actividad económica lerda. En cinco lustros todo ha “cambiado”, pero antes la economía crecía a una tasa anual de 6 por ciento. Ahora, sólo galardones por el último lugar.
Cierto es que, para el caso mexicano, el resultado es más que deprimente, pero también una invitación, un tanto drástica, para que se reconsidere el modelito económico, en especial cuando se recuerda que desde hace una década el país no registra crisis devaluatoria, inflación acelerada, problemas de “liquidez” (Silva Herzog dixit), angustias por deuda, etcétera (porque la macroeconomía es maravillosa), como sí se han observado en muchas de las naciones en las que el crecimiento ha sido, es, mucho más dinámico que en México.
Las rebanadas del pastel
De la lectoría, las trasnacionales automotrices, Fox y los comodatos: “¿Qué hace un ex presidente con un vehículo asignado para cuando fungía como presidente? ¿No debió devolverlo al terminar su mandato? ¿Qué otras cosas se llevó de la Presidencia? ¿Para qué necesita una pensión si es tan solvente? ¿Por qué sus hermanos tienen tanto dinero como él sin haber ocupado el mismo puesto? Y la mejor de todas: ¿para qué buscó y ofreció un “cambio” si a él y su familia le fue tan bien en los últimos 70 años? La figura legal de comodato sólo es aplicable al préstamo de cosas o bienes no fungibles, esto es que no se consumen con el uso, y este no es precisamente el caso de ningún vehículo. Además, es poco creíble que alguien preste un vehículo de lujo gratuitamente desde el 2004 a usufructo del presidente y no espere o halla recibido un beneficio mutuo o algo a cambio” (Marco Muñoz, capsa.marco@gmail.com)... “Definitivamente, los caballos de Troya que ahora se usan son muy variados, y de seguro ese carro Hummer lo es. Hace tiempo leí en este periódico cómo un avión presidencial que mandó hacer China a una compañía estadunidense le costó el puesto al militar chino encargado de revisar la construcción de este avión, ya que le encontraron muchos micrófonos espía que le habían sembrado al avión, y aquí en México se recibe un carro con el único y noble propósito de transportar al presidente sin indagar nadas más” (desde la perla tapatía, Joel Martínez, ingjoelmartz@gmail.com).
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