24 de noviembre, Tenerife en lucha
Ramón Afonso
Ese parece ser el leitmotiv de los políticos al uso en Canarias. La sensibilidad, la justicia, la humildad, la sencillez, la voluntad de servicio y el sentido común para afrontar las dificultades están de capa caída desde hace mucho tiempo. Auditorios, tranvías, tindayas, vías exteriores, anillos insulares y ejes interinsulares son las mamparas que esconden la incompetencia del nuevo rico para resolver los verdaderos y acuciantes problemas sociales.
La última excentricidad viene del Consejero de Obras Públicas, Juan Ramón Hernández, que incapaz de solucionar los problemas de tráfico pese a la gigantesca inversión realizada en carreteras, propone la construcción de autopistas sobre el mar para poder ir de un lugar a otro dentro en una misma isla. Vista la premura en la construcción del costosísimo tranvía de Melchior, sólo decirles a los previsores que se vayan comprando el salvavidas porque a buen seguro Tráfico lo hará obligatorio junto con el consabido chaleco reflectante. Sólo les faltaba caminar sobre las aguas para considerarse los verdaderos reyes de la creación y, al parecer, lo conseguirán en un futuro no muy lejano.
Actuar con sencillez y sentido común parece una empresa difícil, al menos eso nos dan a entender los profesionales de la política; por ejemplo, debería ser sencillo conseguir que los que más tienen paguen más impuestos o que la ley nos trate a todos por igual, sin embargo, ahí está la Ric, la supresión del impuesto sobre donaciones y sucesiones a los canarios más ricos o la estrambótica situación jurídica de Miguel Zerolo y Suárez Trenor para demostrar que estamos errados. Lo mismo se puede argumentar del derecho constitucional a la vivienda, pues a pesar de cientos de miles de casas vacías en las islas también se les hace complicadísimo satisfacer las necesidades habitacionales de los canarios. Qué decir de la sanidad, con lo sencillo que debiera ser dar prioridad a los enfermos pero cómo nos complican la vida (nunca mejor dicho) privatizando servicios para alegría de empresarios y amigos o de amigos empresarios, aunque ahora lo llaman externalizar para que cuele, otro engaño semántico para variar.
Paulino Rivero se atrevió a sugerir en el Club Siglo XXI de Madrid que el modelo económico canario debe ir de la "cantidad a la calidad a través de fuentes de riqueza que generen empleo sin consumir suelo”, de ser sincera su repentina sensibilidad ecológica ya habría puesto coto a la voracidad territorial de Aena en Los Rodeos .Otra mentira más que cargar al debe de su formación política, aunque conociendo su acción de gobierno durante más de dos décadas y a la citada propuesta marítima de su consejero de Obras Públicas, es fácil entender que su propuesta ecologista solo era una alharaca más para encubrir el insaciable apetito contaminante de un empresariado alimentado con sus políticas ultradesarrollistas; y encima Domingo Berriel, el Consejero de Medioambiente abducido por los dólares de Al Gore, ese laureado ecologista de salón, saboteador del Protocolo de Kyoto y más que responsable de algún que otro bombardeo sobre población civil, se atreve a dar conferencias sobre el cambio climático, cuya existencia ponía en entredicho hasta hace nada.
El mayor logro de esta democracia tutelada por el tripartito canario no ha sido conseguir trabajo o una vivienda digna o una sanidad y una enseñanza de calidad para todos -que debería ser la consecuencia natural de tanta riqueza- sino meter el miedo/pánico en el cuerpo a los trabajadores que ya se atreven a bien poco por temor a ser despedidos o acosados, porque la mayoría vive en la cuerda floja de cada día. El miedo-mal consejero- lo ha impregnado todo y reivindicar los derechos que dicen estar recogidos en el ordenamiento jurídico-político sería hasta heroico: “No protestes por las jornadas laborales abusivas con sueldos de mierda porque te despiden”, y no protestas; “no digas ni pío si suprimen servicios médicos imprescindibles”, y no te quejas…y así hasta convertirnos en ciegos que nunca ven las barbas de sus vecinos arder, porque no son las propias y porque estamos constantemente mirando para otro lado por si las moscas.
Pero llega noviembre y Tenerife en noviembre es otra cosa. El miedo parece darnos un respiro y salimos a la calle para plantar cara a las tropelías del Gobierno de Canarias y sus cómplices; al vandalismo de empresarios, sindicatos mayoritarios y allegados. Luchamos contra las injusticias, las privatizaciones y las exenciones fiscales, por los derechos laborales, por la educación y la sanidad pública de calidad, por la soberanía alimentaria; por una verdadera participación democrática pero, sobre todo, luchamos por nuestra dignidad.
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