Miguel Ángel Velázquez
Entonces resulta que si la ciudad de México sufriera un episodio como el de Tabasco, aquí el cambio climático no sería factor, y mucho menos los caprichos de la naturaleza contra los que nada pueden los gobiernos, y menos aún los funcionarios del gobierno federal. Aquí en la capital del país un siniestro como el que ocurrió en las tierras tabasqueñas tendría culpables, hombres y mujeres de carne y hueso, hombres y mujeres con nombres, apellidos y cargos en la administración local. ¡Qué tal!
En la esquizofrenia que ha provocado la postura de Marcelo Ebrard a la cúpula del gobierno impuesto, por negarse a reconocer a Felipe Calderón, los discursos empiezan a confundirse. Las advertencias, si no amenazas, proliferan. La administración facciosa de los bienes de todos se ejecuta siempre en contra del gobierno de la ciudad, los rumores canallas se siembran entre la población para crear atmósferas de temor e inseguridad, y se miente con odio, con el rencor de quien no puede doblegar, ni con todo el poder, al que rehúsa ser su cómplice.
Decimos todo esto porque, como usted debe estar enterado, Felipe Calderón se reunió con gente del estado de México, de la ciudad capital y de Hidalgo para transmitirles su temor porque el Distrito Federal pueda caer en un situación parecida a la que sufre Tabasco, e insistir en la necesidad, urgente, eso es inegable, de hacer obras que eviten algún problema mayor.
Se quejó Calderón de que a la reunión no asistiera ningún representante del Gobierno del DF, pero además tampoco se presentó el gobernador del estado de México, Enrique Peña, este último porque está de viaje, y el primero porque recibió la invitación por ahí de las ocho de la noche, cuando ya se hallaba definida la agenda de Marcelo Ebrard.
Y entonces se levantó la queja, soterrada, es cierto, pero explícita, y así no sólo se renovó la insistencia de Calderón para que el Gobierno del DF invierta en las obras, sobre todo del drenaje profundo, que además de ser urgentes son cuantiosas, sino también se buscó golpear políticamente a Marcelo Ebrard.
Durante este año se han invertido en el drenaje de la capital 2 mil 160 millones de pesos; en 2006 fueron mil 145, y un año antes 500 millones de pesos. La necesidad rebasa esas cantidades, eso es cierto. Pero de que se le ha metido dinero, eso también es indudable.
A finales de junio de este año, Calderón inauguró obras de entubamiento del Gran Canal del Desagüe, y advirtió que la capital podría sufrir una inundación de consecuencias catastróficas, si no se hacían las inversiones necesarias, aunque no dijo que esa obra había sido iniciada en la gestión de Andrés Manuel López Obrador, y entregada poco tiempo antes por quien sustituyó al tabasqueño: Alejandro Encinas.
Luego, al finalizar septiembre, cuando los huracanes Dean y Félix causaron estragos en Veracruz, al desbordarse el río Pánuco, Calderón enderezó las críticas contra el Gobierno del Distrito Federal por las inundaciones que sufrió una parte de ese estado, porque dijo que no se habían realizado las obras hidráulicas necesarias en el valle de México.
Entonces también habló del cambio climático, pero culpó a “decisiones políticas que se han tomado hace muchos años” de descargar las aguas del valle de México a los ríos Tula y Moctezuma, lo que hizo que las inundaciones ocurrieran con mayor severidad.
Total, la necesidad se ha convertido en bandera política para Calderón, aunque es bien sabido que la Federación ha retrasado la autorización para que los recursos necesarios sean liberados. No será con engaños y trampas como se pueden resolver los problemas, ni mucho menos con discursos de terror que a nadie benefician. Así es la cosa.
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