Carlos Fernández-Vega
Otros desastres semejantes no sirvieron para que el gobierno adoptara acciones
Los avisos han sido muchos, pero todos desoídos. Con base en parches y muchos discursos, los gobiernos federal y estatal, con sus gerentes en turno, han tratado de “solucionar” el problema, y el resultado ha sido que cada que Tabasco registra el impacto de un “fenómeno natural”, como el que ahora vive, el desastre es mayor, hasta llegar a la más reciente devastación, con 50 por ciento de la población afectada y/o damnificada, la infraestructura económica colapsada y las autoridades entregando cajitas de despensa, como siempre.
No es necesario recurrir a la cartomancia para advertir que lo que hoy vive Tabasco y su gente volverá a suceder, si finalmente no se toman decisiones y acciones reales e integrales para evitar el permanente naufragio del estado y su población, porque con discursos y despensas nunca se resolverá.
Pasan los años y se exacerba el daño y la irritación social, y las “autoridades” siempre se “sorprenden”, pero no hay como la memoria para confirmar que poco han hecho, por no decir nada, los gobiernos. Como muestra, un botón: las lluvias torrenciales en Tabasco en 1999, cuyo balance de daños, mucho menores que los actuales, presentó el Centro Nacional de Prevención de Desastres (Cenapred), en abril de 2000 (Evaluación del impacto económico de las inundaciones ocurridas entre septiembre y octubre de 1999).
En aquella ocasión, de acuerdo con el reporte oficial, las lluvias de la temporada 1999 en Tabasco iniciaron a mediados de septiembre y se prolongaron 77 días. “Esto fue resultado de sucesivas ondas tropicales y aire húmedo provenientes de ambos océanos. Las intensas y continuas lluvias generadas por estos fenómenos, particularmente en la Sierra y en la cuenca del río Mezcalapa, afectaron la mayoría de los ríos de la región, principalmente el Carrizal y el Samaria, causando elevaciones en el nivel de los mismos que saturaron las partes bajas de sus riberas y las zonas de regulación”.
A principios de octubre, añade, las aguas de la Presa Peñitas (ubicada en Chiapas, en la parte más alta del sistema hidrológico de Tabasco), “habían sobrepasado el nivel máximo ordinario de la misma, obligando al desalojo de gastos de hasta 2 mil 323 metros cúbicos por segundo. Debido a lo anterior, y al hecho de que los ríos habían alcanzado niveles extraordinarios, el proceso natural de desalojo hacia el mar se dificultó generando inundaciones en áreas urbanas, suburbanas y de uso agropecuario. El estancamiento de las aguas por tan prolongado tiempo ocasionó pérdidas importantes en la infraestructura económica y social, así como en los sectores productivos del estado, al haberse detenido o entorpecido sus actividades y trastornado la vida de importantes segmentos de la población”.
Dadas las características de la región afectada, que semeja una planicie, las inundaciones se presentaron de manera paulatina, y relativamente lenta, lo que permitió a la población mantenerse a salvo de las crecientes. “A esta característica orográfica se debe que no se reportara la pérdida de vidas humanas durante las inundaciones, aunque hubo dificultades para el desalojo de bienes, entre menajes de casa, maquinaria, equipo y productos almacenados en bodegas que no pudieron rescatarse de la inundación”.
Las pérdidas económicas superaron los 2 mil 500 millones de pesos (20 veces menos que lo estimado en este 2007), equivalentes a 23 por ciento de los recursos asignados ese año por el gobierno estatal para inversión y desarrollo de la entidad. En términos de producción petrolera el desastre fue equivalente a perder los recursos de 303 días de extracción (en aquel entonces la producción de Tabasco se acercaba a 550 mil barriles diarios, con un precio estimado en 15 dólares por barril; hoy está por arriba de los 80 dólares). Los recursos aportados por el Fonden se aproximaron a mil 300 millones de pesos, de los que el gobierno federal aportó mil 100 millones y el resto correspondió al gobierno estatal. Los sectores con mayores afectaciones fueron vivienda, agua y saneamiento, ganadería, transporte y comunicaciones e industria manufacturera. También tuvieron importantes efectos en la producción agrícola, comercio y cuidado de la salud.
Ocho años después el daño se multiplica por 20, en espera del siguiente “fenómeno natural” y en medio de discursos, muchos discursos.
Las rebanadas del pastel
Denuncia de indignado lector, que pide el anonimato: “soy un estudiante mexicano que estudia en el extranjero. Para que me alcance mi beca pedí una beca complementaria que otorga la Dirección General de Relaciones Internacionales de la SEP (www.sep.gob.mx/work/resources/LocalContent/88514/10/beccom.pdf), y hoy me enteré que no fui seleccionado; está bien, es un concurso abierto y no quedé en la lista. Pero para mi sorpresa quien sí quedó fue nada menos que Federico Madrazo Rojas (hijo del maratonista de mentiritas y diputado federal por el PRI en la pasada Legislatura, con sólo 24 años). Es decir, a esta gente no le basta con hacer campañas políticas multimillonarias, robarse la lana de la infraestructura e inundar un estado o poner a sus hijos como diputados títere, sino que además, y como si no fueran multimillonarios por sus transas, les dan becas del gobierno de México. Créanme que no la necesita. Me pregunto: 1. ¿quién le dio la base beca a este joven ex diputado?. 2. ¿No tiene suficiente con que su familia se haya enriquecido de forma alarmante para seguir alimentándose del presupuesto? La meritocracia tendrá que esperar. El amiguismo y tráfico de influencias está más vigente que nunca en México, como aquella máxima de ´vivir fuera del presupuesto es vivir en el error´. Qué asco. Es el colmo. Ojo con el link www.sep.gob.mx/work/resources/LocalContent/88514/10/res07.pdf donde aparecen los candidatos seleccionados. Madrazo Rojas es el número 66; sólo le faltó un 6”.
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