Jaime Martínez Veloz
La racha de desastres que azotan al país ha puesto en evidencia que somos una nación con escaso nivel preventivo en materia de desastres. Los planes de contingencia no han pasado del terreno de las buenas intenciones.
Discrepo: los planes de contingencia ni siquiera han estado en el terreno de las buenas intenciones.
Frente a los desastres naturales, como el producido en Tabasco, la solidaridad nacional ha sido magnánima y expresa la voluntad ejemplar de un pueblo dispuesto a dar lo mejor de sí mismo en favor de nuestros hermanos en desgracia.
Existe coincidencia entre los científicos del mundo en que el calentamiento global ha modificado las condiciones climáticas, que a su vez han contribuido a acelerar la intensidad de los fenómenos meteorológicos, pero esto no exime a quienes teniendo bajo su responsabilidad las tareas de gobierno realicen los trabajos preventivos para aminorar el impacto de dichos fenómenos.
En esta modificación del clima en el mundo tienen gran responsabilidad los países emisores de partículas de carbono, encabezados por Estados Unidos. Algunas de las consecuencias de estos fenómenos son el deterioro de las tierras cultivables del centro y sur del país y las naciones centroamericanas, lo cual ha agudizado la migración de masas empobrecidas hacia el norte de México, principalmente a Estados Unidos, que ahora en el pecado lleva la penitencia. La gente no sale de su tierra por gusto, sino por necesidad.
En el plano nacional, la clase política brinda un espectáculo patético y ante la falta de planes serios para enfrentar la contingencia apuesta por el raiting y la nota del día, más que por una estrategia real y efectiva que enfrente mediante un método eficaz las consecuencias del desastre que sufren los tabasqueños.
La desesperación de Felipe Calderón al increpar al secretario de gobierno de Tabasco, ante el detalle de los efectos del desastre, exhibe el agobio y la prisa de quien no alcanza a comprender el tamaño y la dimensión del desastre al extremo que prefiere la foto “cargando una cajita” antes que la discusión de fondo sobre el futuro de un estado anegado y ahogado por la ineficiencia y la corrupción de sus dos anteriores gobernantes que esconden la cara ante los tabasqueños.
La frase calderonista de que “reconstruiremos a cualquier costo” es la misma retórica que usó Fox en otras entidades afectadas por los desastres. Son frases huecas, retóricas y demagógicas. ¿O es que se reconstruirán las viviendas que se levantaron en zonas de alto riesgo? ¿Existe garantía de que no volverá a suceder un fenómeno como el actual? ¿Hay garantía de que se podrán construir las obras preventivas y que a su vez serán suficientes para detener otro embate de la naturaleza?
Lo que hoy requiere Tabasco, además de atender con prontitud y eficacia la contingencia, replantear su esquema de crecimiento y planificación, es el concurso de urbanistas, ingenieros y técnicos de alto nivel de especialización para determinar los parámetros, la orientación del crecimiento y la definición de alternativas en materia de desarrollo urbano regional.
La lógica que ha venido determinando la orientación del crecimiento de las ciudades contemporáneas ha sido la despiadada visión mercantilista de los intereses de los grupos de poder económico ligados al capital especulativo.
El argumento de que son los pobres los que crean la anarquía urbana es un viejo cuento clasista que palidece frente a los intereses que han convertido a las ciudades, y en particular a la vivienda, en una mercancía, donde gana el que vende el terreno, el que construye la casa, el que la financia, el que vende los materiales, el agente inmobiliaria y los funcionarios que otorgan los contratos. Todos se llevan una elevada ganancia que cargan al costo de la vivienda y al comprador. Tabasco no es la excepción de esta lógica, mucho menos con gobernadores como Madrazo y Andrade.
Aquellos que un día salieron a las calles de Villahermosa a defender a Madrazo deberían salir ahora y exigirle respuesta sobre los recursos que Pemex le otorgó para la ejecución de obras preventivas en Tabasco.
Mientras tanto, todos tenemos la obligación de apoyar, como se pueda, a nuestros hermanos de Tabasco, llevando nuestra contribución a los centros de acopio o a las cuentas abiertas por las diferentes instituciones oficiales.
En Chiapas, aunque por otros efectos, hay miles de damnificados a consecuencia de las lluvias torrenciales que han afectado los municipios de la zona norte del estado, colindante con Tabasco, donde viven miles de familias de escasísimos recursos, que han sido afectados en sus escasas pertenencias, requiere urgentemente la solidaridad mexicana a través de los centros de ayuda instalados en el Distrito Federal o en la propia entidad.
Mientras tanto, el gobierno estadunidense está en la disyuntiva: reducir la emisión de contaminantes y contribuir al equilibrio del medio ambiente y al mismo tiempo abrir un espacio para la construcción de acuerdos con México y Centroamérica en materia migratoria, o contratar miles de alguaciles y agentes migratorios para detener la ola migratoria, que año tras año crece ante la depauperizacion del campo mexicano, afectado también por el cambio climático y el fracaso del modelo neoliberal.
Discrepo: el gobierno estadounidense no está en ninguna disyuntiva, nunca ha considerado la opción de reducir la emisión de contaminantes, ni de contribuir al equilibrio del medio ambiente. Ese gobierno tiene muy claro lo que quiere hacer que es lo que ha hecho desde siempre intervenir México, Centroamérica y Sudamérica con sus políticas económicas y ambientales. El medio ambiente le vale.
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