Por Félix Sautié Mederos
Queridos lectores, aunque esta semana tengo varios temas de interés para escribirles, no puedo sustraerme de la adversidad que en estos momentos se cierne sobre la región Oriental de Cuba en donde intensas lluvias, como no sucedía desde los años 60, han estado azotando los campos y ciudades, especialmente en zonas bordeadas por las cordilleras de montañas más importantes de nuestra nación.
Los torrentes que bajan desde los lomeríos y los ríos se han desbordado y lo inundan todo en forma impresionante, muchas casas, carreteras y obras de infraestructura se han destruido. Las presas se han repletado en su capacidad de embalse y ya están aliviando sus aguas, lo que pone en tensión a los que viven en aguas abajo, a pesar de la seguridad de los aliviaderos. Por suerte los sistemas de protección y de evacuación han funcionado eficientemente y hasta el momento no hay que lamentar pérdidas de vidas humanas porque se han evacuado miles y miles de personas.
El medio ambiente se ha tornado muy complicado en nuestra área geográfica porque en México las inundaciones también cubren muchas localidades muy especialmente en el Estado de Tabasco, donde en estos mismos momentos se desarrolla una verdadera tragedia humanitaria. En estas situaciones, la solidaridad y la conmiseración con las personas que tanto sufren, cuyas imágenes no las puedo apartar de mi mente, golpean en mi conciencia con fuerza e impulsan mi voluntad a denunciar las insensibilidades de quienes, pudiéndolo hacer, nada hacen para evitar los desequilibrios climáticos; y en cambio con sus acciones depredadoras siguen destruyendo el equilibrio natural que da movimiento a la vida en el universo.
Esas personas tan desvalidas en cuyos rostros veo reflejada la angustia y la desesperación, constituyen un anticipo de lo que podría ser el mundo en el futuro, de lo cual no se escaparán ni siquiera los poderosos de la tierra con sus refugios y sus cuantiosos recursos, muchos de los cuales se muestran insensibles ante la destrucción del medio ambiente por motivos de las emisiones de sus industrias, por el descontrolado consumo de combustible, por los derramamientos de petróleos, pesticidas y otros productos químicos, por los talados indiscriminados de bosques y por muchas razones más que son evitables.
Especialmente pienso en los Estados Unidos y en su pueblo pacífico y trabajador que también es víctima como los que vivían en Nueva Orleáns y zonas limítrofes cuando la tragedia del Katrina y que son ciudadanos del país que es el mayor destructor del medio ambiente en el planeta, no sólo con las emisiones de sus industrias sino con las guerras que realiza, incluyendo amenazas de mayores confrontaciones bélicas, al punto de la gran insensatez del presidente Bush que habla de una Tercera Guerra Mundial como si ello fuera un juego de soldaditos de plomo.
El señor Bush que se ufana de tener una comunicación directa con Dios, debería preocuparse por esclarecer ¿con quién en realidad se estará comunicando?, porque cualquier persona sensata bien pudiera pensar que es con el mismísimo demonio.
Las catástrofes están llegando a un nivel de recurrencia y de intensidad, que va siendo el momento de plantar un gran NO y movilizar a la humanidad entera para hacer saltar de sus posiciones de poder a todos aquellos que, día a día, conspiran contra el futuro de nuestro planeta. El problema es ya una cuestión de vida o muerte. Así lo pienso y así lo escribo a toda responsabilidad.
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