Víctor M. Quintana Silveyra
El aumento a la gasolina está oficialmente “congelado” durante dos meses por decisión de Felipe Calderón. Pero en Chihuahua, si no se establecen subsidios emergentes a los combustibles de uso doméstico será mucho más lo que va a congelarse.
De 1997 a la fecha han perecido más de 600 personas en Chihuahua durante la temporada de frío, tan sólo 44 en la de 2006-2007, a consecuencia de hipotermia, intoxicación por monóxido de carbono y quemaduras. Ahora se pronostican menos días fríos, pero con temperaturas más extremas que el año pasado. De hecho, el termómetro ya alcanzó los 10 grados bajo cero en el municipio de Balleza.
Ante la amenaza de varias ondas frías, gobierno, sociedad y partidos han demandado que se subsidien los combustibles de uso doméstico.
El gobierno federal ha respondido con la misma canción de otros años, es decir, con programas ineficaces e insuficientes.
Por un lado dice que volverá a subsidiar el gasóleo, el cual sustituyó desde 1997 al petróleo diáfano, el más utilizado por las clases populares. Se dijo oficialmente que el diáfano se dejaba de producir por Pemex “porque los narcotraficantes lo utilizaban para mover sus aviones”. Así, se dejó a los pobres sin un combustible barato y eficiente y no disminuyó un gramo el trasiego de drogas. Y el gasóleo resultó tan sucio e ineficiente que los pobres tuvieron que arrumbar o malbaratar sus calefactores. Ahora el gasóleo subsidiado lo utilizan sobre todo los hoteles, los restaurantes y las fundidoras, y el oligopolio de las gaseras con base en la frontera se vio muy beneficiado con el aumento del consumo de gas LP y natural.
El gobierno federal también trata de conformar a la gente con el programa Oportunidades Energético, pero es un programa que sólo cubre a 60 mil familias en toda la entidad, muy concentradas en la zona serrana y con la ínfima cantidad de 100 pesos bimestrales.
Por eso la única posibilidad real y efectiva para apoyar a la gente de las clases populares y medias en la temporada de frío es subsidiar el gas LP y el gas natural porque los precios de éstos han rebasado con mucho los salarios. Según un estudio del Frente de Consumidores (Fedeco) de Chihuahua en abril de 2001 el llenado de un cilindro de 30 litros costaba 3.5 días de salario mínimo; ahora en 2007, 5.7 días. Dado este costo no todas las familias pueden comprar estos cilindros por lo que han optado por los de 10 litros que las gaseras no surten a domicilio.
Además hay que hacer largas filas en los días más fríos para llenarlos con los consiguientes costos de tiempo y de traslado. Así, dos terceras partes del salario se irán a calefacción. En Ciudad Juárez el salario promedio es de poco más de 5 mil pesos y para adquirir el gas natural de un mes de consumo se gasta 17 por ciento del mismo.
Si el gobierno federal no tiene la sensibilidad para entender la urgente necesidad de la gente de Chihuahua por calentarse a bajo costo, hay quienes piensan acudir a la solidaridad de la República Bolivariana de Venezuela.
Desde hace dos años el presidente Hugo Chávez puso en marcha el Programa de Petróleo de Calefacción CITGO-Venezuela para apoyar a varias miles de familias estadunidenses a adquirir petróleo y diesel para calefacción con un descuento de 40 por ciento el galón. Durante el invierno 2006-2007 el programa atendió a 400 mil hogares necesitados en 16 estados del país del otro lado del río Bravo con 100 millones de galones, entre ellos a 173 comunidades indígenas.
El programa ha tenido tanto éxito que en un año duplicó el volumen de energéticos entregado. Tiene una ventaja adicional: se trata de un proyecto de pueblo a pueblo, pues se implementa a través de una organización llamada Corporación Ciudadana de Energía, que coordinada con CITGO, filial estadunidense de Petróleos de Venezuela, se pone en contacto con organizaciones sociales y comunidades para surtirles los energéticos que requieren. Y algo muy interesante: otra ventaja más es que el gobierno de Chávez ha decidido que del 60 por ciento que tiene que pagar la gente por el combustible, 30 por ciento se pague en dinero y con el 30 por ciento restante se formen fondos comunitarios que se queden en cada localidad para generar empleos productivos.
Así, la solidaridad bolivariana: dar a la gente el calor que los neoliberales congelan.
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