Milson salgado
Cuando uno suele ser espectador por los medios de comunicación de los sucesos que acontecieron en las postrimerías de la Cumbre Iberoamericana celebrada en la República de Chile, por lo acostumbrado que nos tienen los pleitos en los parlamentos europeos y asiáticos, y por los altercados que se producen continuamente en el parlamento mexicano y aun en el hondureño, los hechos que originaron la polémica entre el Presidente de Venezuela Hugo Chávez, el Rey de España Juan Carlos y el Presidente José Luis Rodríguez Zapatero se convierten en pequeñas anécdotas que únicamente trascienden como curiosidades mediáticas y que condimentan tanto la política exterior Iberoamericana como los manidos y bostezantes actos protocolarios que en eventos como éste se deben de seguir al pie del abecedario. Sin embargo si nos retrotraemos a los tiempos de la Colonia esto se volvería un hecho normal, un pan nuestro de cada día en las encomiendas y mitas, porque solamente un chanchero, un amanuense o un ex presidiario o un ordeñador de vacas venido de ultramar tenían en ese tiempo todo el derecho de mandar a callar a cualquier habitante de estas tierras, pues éstos para aquellos ni tan siquiera estaban revestidos de un alma humana. Solamente las leyes nuevas le darían a los indios por voluntad de un soberano que decidía incluso sobre la vida y la muerte, un alma inmortal católica copiada intemporalmente de los gnósticos quienes deliberadamente copiaron al señor Platón y quien adversando la posición de los filósofos materialistas, le copió la idea al señor Pitágoras y la lista se vuelve interminable.
Pese a los siglos transcurridos, el Rey Juan Carlos cuando viene a nuestra América no se da cuenta todavía que el tiempo de la Colonia ya pasó, y que si él pervive con las telarañas de su anacrónica monarquía en su impecable casimir inglés es porque sus ciudadanos atados a la costumbre de épocas falsamente inmemoriales no renuncian a sus sueños con hadas madrinas que hacen carrozas de calabazas, y con príncipes impecables que con sus vidas licenciosas y con dosis profusas de carbohidratos y colesterol se convierten en sapos. Y los reyes y príncipes mismos por no adjurar del buen vestir para desplazar a las actrices y actores plebeyos de las portadas de las revistas estadounidense y europeas, renunciaron a su papel preponderante en la dirección de los hilos políticos, y realizaron alianzas estratégicas con quienes les garantizaran sus bodas fastuosas, sus banquetes con caviar y champaña, sus vestidos y joyas hechos en las mejores casas de Modas y orfebrerías en el mundo.
Resulta un acto de heroísmo para el Rey Juan Carlos de España mandar a callar al presidente Chávez, porque la derecha mundial a la que debe su sobrevivencia se ensimisma con estos triunfos aparentes de poner en su lugar a los que consideran sus enemigos, pero no se puede soslayar el afán del Rey de querer legitimar su status empantanado en bolitas alcanforadas de naftalina, de justificar la existencia de una institución decorativa y medieval totalmente contradictoria con los principios parlamentarios democráticos, que hoy por hoy despilfarra con la impunidad más natural del mundo los impuestos y los sudores de sus ciudadanos. Pero lo que mas llama a reflexión de este mundillo de la diplomacia es como el ciudadano Presidente José Luis Rodríguez Zapatero defendió a su antes homologo José María Aznar, sobre todo por sus posiciones ideológicas claramente antagónicas. En esto de la diplomacia uno como ciudadano común tiene que entender que para las personas que representan las legaciones es más importante defender a una persona pública equivocada, por un anquilosado principio de urbanismo diplomático, que dar un grito de protesta contra un aliado de Estados Unidos que utilizó a un pueblo muy admirable para servirle de comparsa en la inmoral guerra al pueblo de Irak, y que produjo para dolor del sufrido pueblo español los fatídicos atentados en Madrid. Además de ser un cómplice silencioso de una tentativa de golpe contra un gobierno de Venezuela que fue elegido democráticamente, solamente para balbucear el lenguaje que el señor Aznar tanto le gusta utilizar cuando incurre en el reduccionismo del término Democracia. Admitir lo anterior solo le es atribuible al espacio del inventario histórico que saca a luz las verdades cuando a los personajes activos solo les causa un perjuicio a las memorias de sus deudos. A José María Aznar no le gustaba que Fidel Castro hablara mucho como tampoco al Rey le gusta que Chávez hable mucho porque todavía atados a los recuerdos de sus propios fracasos expansionistas no rehúsan como la generación literaria del 98 a considerarnos su Colonia e intentan con la petulancia de sus sueños de imperio ponernos en su lugar, pero de España ya hace muchos siglos nos independizamos, y de Estados Unidos a pesar de no tener mas que un corto lapso de tiempo de existencia política, y de no pertenecer a la Europa milenaria, Venezuela ya no juega el papel de borrego al que ellos pese a entrar a un espacio de prosperidad económica se han acostumbrado a personificar.
No cabe duda que el Rey de España se ganó las palmas de su bien dilecto amigo George Bush de quien no habría ninguna intención en hacerlo callar porque entre bobos se entienden o de dejarlo actuar en razón de que ha provocado tanto daño a la humanidad pero no a su reino de museo. Tampoco me cabe duda de que ese puesto inventado de Rey que avergonzaría incluso hasta la misma burguesía hoy ya decadente, será apoyado en el mediano plazo contra personas que como yo sabemos de su inutilidad absoluta. Pero que el Rey sepa bien que ni Chávez ni ningún ciudadano de América Latina estará ya dispuesto a callarse, pues América Latina ya antes les tapó la boca con sus posiciones dignas, y ya no es partidaria ni de su cobardía ni de su papel de Rey convertidos por arte y magia de la sumisión en arlequines y bufones de palacio que se mueven al ritmo que le imprimen los hilos de mando de la derecha mundial, y que sepa además que el único rey a quien nosotros los latinoamericanos le permitiremos seguir siendo el rey es al mexicano José Alfredo Jiménez que no ocupa ni trono ni reino. Y que Zapatero sepa también que no se pueden defender las razones de un mequetrefe que pese a su fracaso como gobierno con el partido popular sigue defendiendo en el mundo las bonanzas teñidas de sangre de la democracia liberal burguesa y el libre mercado. Por eso señor Presidente de España, le instamos a no defender las mentiras de los hipócritas principios diplomáticos, dedíquese a hacer un buen gobierno en su país para que por lo menos garantice que el impopular partido español no vuelva al poder para felicidad de su ciudadanos. Por esta y otras razones es que recurro en este libelo, al viejo refrán milenario universalmente conocido: Zapatero a tus Zapatos.
Milson salgado.
Escritor hondureño
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