Boris Miranda
La mano viene dura pero no nos queda otra. Creo que es un momento en el que se deben orientar todos los esfuerzos en ese sentido. El daño está hecho, era un riesgo de este importante esfuerzo por reconocernos y hay que afrontarlo. Reconciliar a la población puede ser el horizonte común sobre el cual se encaren las diversas dificultades que se presentan en la agenda nacional. El país necesita volver a verse similar en la necesidad para contemplar futuros comunes. La reconciliación además va a servir para destapar los auténticos intereses de actores y sectores que operan en la política nacional. Buscando la reconciliación podemos frenar la mentira y la manipulación.
Con esto no pretendo ceder ingenuidades ante el discurso de los que se oponen a que el país cambie. Esas ingenuidades creo que son más propias de los que piden tolerancia pretendiendo ignorar que hay grupos que operan buscando la desestabilización y el conflicto. La reconciliación va mucho más allá de la tolerancia, no va a servir de excusa para que los enemigos del cambio sigan maniobrando. La reconciliación tiene que buscar reunir a las mayorías postergadas, mostrar las similitudes. Así frenamos la mentira, evidenciando que no hay tanta diferencia entre el indignado que fue el viernes 19 a Viru Viru y el paceño que marchó al cabildo de los dos millones. Son relegados de un sistema excluyente que buscan mejorar su realidad. En Sucre y en Oruro pasa lo mismo y esa pelea amenaza con agravarse innecesariamente. Más allá de los avatares propios de una pugna política lo realmente lamentable es el impacto en las poblaciones. Contra toda lógica ahora pobres contra pobres acumulan rencores en el país. El problema no pasa por las regiones pero hacen que eso parezca. Busquemos reconciliación para la sinceridad, constatar quienes buscan el desarrollo de la mayoría y quienes gritan para recuperar terreno perdido y perpetuar sus privilegios.
Estos esfuerzos pueden resignificar los contenidos de las demandas locales además. Para que los deseos chuquisaqueños no se conviertan en una amenaza para los paceños. Para que la autonomía en el país no signifique que el oriente se va a desentender del occidente. Porque cuando el alteño defendía el gas no lo hacía para quitarle oportunidades al tarijeño. Reconciliarnos como regiones que hace tiempo buscan desarrollo y mayor participación. Vamos todos con la autonomía si va de esa manera, no como una plataforma para devolver espacios a los que mandaban en Bolivia hace años. Con la reconciliación la autonomía puede ser de verdad un proceso solidario entre todo el país. Sucre reclama los poderes porque durante el siglo que no los tuvo fue olvidada por los gobiernos de La Paz. Pero eran gobiernos que residian en La Paz, no que beneficiaban a los paceños, no a la mayoría por lo menos. Ahora en Sucre se estrellan contra el gobierno más inclusivo en muchos, muchos años en un contexto donde la mano de las élites es imposible de ocultar. De eso la población chuquisaqueña no tiene la culpa, quieren vivir mejor, paceños y orureños quieren lo mismo. Chuquisaqueños y cruceños no son opositores al cambio, siéntense en una misma mesa y verán. Los paceños no somos culpables del atraso del resto del país. Vengan y miren como siguen presentes en calles y paredes la memoria de la defensa de la democracia y del gas para todos.
Hay errores que se deben reconocer y no se pueden volver a cometer además. Es primordial para la reconciliación que necesitamos. No se puede luchar contra la corrupción de unos pocos militarizando espacios públicos. ¿Se entiende no? Al día siguiente en Viru Viru vi en los discursos de Costas y en el de Branco principalmente mayor elocuencia a la hora de otorgar contenidos a las demandas cruceñas. Salieron de ambigüedades usuales y fueron más claros en cuanto a los intereses que defienden, son oligarcas. La población parece incondicional porque hace rato que vienen dándole un tinte regional al conflicto. Y con esa tarde nefasta del jueves 18 desde acá terminamos la pinturita de ellos. En estos meses surgieron señales de que mejoraba la relación pero en una tarde lo desandamos todo. Por otro lado, ¿qué pensarán en Sucre de los intentos de Oruro o de El Alto? Quitarles la sede de nuevo, ahora del cónclave más importante del último tiempo. Y mientras el ejecutivo y la presidencia de la Constituyente no confirmen con firmeza a Sucre como sede de la Asamblea van a seguir ahondándose los rencores y la especulación. La reconciliación es imprescindible para poder cambiar la forma de gobernar y participar en Bolivia. Para que en el futuro escenarios como una Constituyente no requieran concentrar el poder en una sede sino más bien desconcentrarlo por todo el territorio nacional. Con regiones enfrentadas por intereses ajenos esa innovación será impensable.
Reconciliarnos es una necesidad primordial para mirar el futuro. Cualquier iniciativa, sea del gobierno, de los prefectos, alcaldes o ciudadanos es vista con malos ojos por culpa de los recelos regionales que se han extendido y profundizado. No quiero generalizar a ningún lugar pero es muy peligroso lo que está pasando. El 6 de agosto en Sucre o el 18 de octubre en Viru Viru vivimos todos momentos muy penosos que no se pueden repetir. Yo lo firmo, no hay hostilidad contra los paceños en Santa Cruz, he estado ahí buena parte de los últimos meses. Como también sabemos que en La Paz no estamos persiguiendo a los chuquisaqueños. Pero no vamos a esperar a que algo así ocurra para comenzar a preocuparnos. Estamos muy a tiempo de revertir este escenario tan desfavorable para el proceso de cambio que requiere el país. La reconciliación puede repercutir positivamente en múltiples esferas nacionales. No es una consigna ingenua, puede fortalecer el proceso de cambio partiendo del hecho que las inmensas mayorías en cualquier parte del país requieren ese cambio. Reconciliarnos para descentralizar, distribuir y autodeterminarse pero siempre pensando en el bien de todos.
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