domingo, diciembre 02, 2007

El fantasma

José Agustín Ortiz Pinchetti

Un fantasma recorre el escenario de la política. Todas las fuerzas del viejo régimen se conjuran para aniquilarlo. Los monopolios sindicales y de medios electrónicos, los emporios del dinero, la alta burocracia, el alto clero, los viejos panistas corrompidos por el poder, la extrema derecha incrustada en el PAN como un cáncer. Los priístas de la vieja escuela, los neoliberales, los tecnócratas y una legión de intelectuales que medran a la sombra de estos monopolios.

Este fantasma es Andrés Manuel López Obrador y el movimiento que construye sin prisa ni pausa. Al cumplir un año del gobierno de facto de Felipe Calderón, él y sus aliados no han podido eliminarlo de la vida pública. A veces parece como si intentaran una forma de exorcismo, un ejercicio de pensamiento mágico. Basta negar con energía una cosa que nos desagrada para que se disuelva; sin embargo, la sombra de AMLO se proyecta en la agenda pública. Interfiere con las políticas de Estado. Su presencia provocó la reforma electoral y sus agravios fueron “compensados” con la defenestración de Ugalde y los demás consejeros. Sus iniciativas en el tema de los energéticos o en la cuestión impositiva han obligado al gobierno a retroceder o a matizar, a posponer o a revocar sus decisiones. De ahí los esfuerzos desesperados para dividir al PRD y cooptar algunos de sus líderes. De ahí la necesidad de linchar a Fox y convertirlo en chivo expiatorio. De ahí la ridícula provocación de la guerrita de las campanas de Catedral.

Mientras Calderón emplea con muy bajos resultados enormes recursos para legitimarse, su proyecto carece de rumbo, su equipo es incapaz de tomar decisiones estratégicas. La economía de México pierde dinamismo y se petroliza. Desciende el empleo mientras Calderón miente al hablar de 900 mil empleos. Los llamados a la reconciliación suenan hipócritas. Si este desempeño es pobre, es probable que decline aún más en el próximo año. Incluso hay quien pronostica peligros para la estabilidad de México.

Andrés Manuel ha logrado sobrevivir. Su proyecto, considerado por los expertos inviable al principio del año, va tomando forma. Ha desplegado un activismo en casi todas las regiones del país. A pesar del intento de aislarlo, su nómina de seguidores crece semana tras semana. Multitud de grupos obradoristas se forman de modo espontáneo en diversos municipios del país. Está a punto de emerger una gran corriente política nueva y básicamente ciudadana.

Pero AMLO, su equipo y sus seguidores no pueden cantar victoria. Su proyecto progresa en función directa de los fracasos y torpezas de Calderón. La resistencia ha triunfado, pero no se puede negar que una cuarta parte de la población alimentada por la campaña del odio sigue considerándolo una amenaza. Sus éxitos precoces tendrán que ser refrendados por el fortalecimiento de la unidad en el Frente Amplio Progresista por una confluencia entre el movimiento de AMLO y el PRD, y sobre todo por el crecimiento de una organización ciudadana que renueve la sangre a la clase política hoy exhausta, carente de impulso y de capacidad de innovación.

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