Julio Hernández López
La derecha a la calle: de Madrid al Zócalo
Benazir Bhutto: alianzas y herencias
Kenia, otro caso de (casi) 0.56%
El proyecto de neofranquismo mexicano, encabezado por la dupla binacional del michoacano Calderón y el madrileño Mouriño, tendrá el año en puerta el reto de movilizar callejeramente a las huestes derechistas nacionales como en la matriz ideológica ha sucedido varias veces en años recientes y en especial ayer, cuando, a convocatoria del arzobispado de Madrid, se realizó una gran concentración “por la familia cristiana” que terminó en críticas al gobierno español por políticas que permiten el matrimonio entre homosexuales y divorcios exprés, entre otros “pecados” civiles. La movilización derechista (2 millones de personas, según los organizadores; 160 mil, según cálculos del diario El País a partir de la cuadriculación de la Plaza Colón) contó con una televisada alocución especial, en español, de Benedicto 16. Entre los organizadores destacaron el grupo Comunión y Liberación, los Legionarios de Cristo y el movimiento apostólico Camino Neocatecumenal, dirigido por Kiko Argüello. La demostración pública de fuerza de un clero dispuesto a pelear abiertamente con el gobierno “socialista” fue considerada como “el mitin de cierre de la precampaña electoral del Partido Popular” por el candidato de Izquierda Unida a presidir España, Gaspar Llamazares, quien aseguró que “a través de los sectores más conservadores de la Iglesia católica” se han realizado estas movilizaciones “contra los acuerdos, las leyes y la soberanía de nuestro parlamento, atacando los acuerdos democráticos adoptados”. En enero de 2009, a unos meses de las elecciones federales intermedias mexicanas, el papa Benedicto 16 estará en el Distrito Federal para inaugurar el sexto Encuentro Mundial de las Familias. De aquí a entonces, la derecha calderónica podrá intentar la movilización pública de sus huestes y la conversión explícita de actos religiosos en instrumentos de presión política. De las campanas de Catedral a las concentraciones placeras.
El asesinato de Benazir Buhtto deja a Estados Unidos sin la única carta a la que la Casa Blanca y el Pentágono apostaban en busca de equilibrar el autoritarismo desgastado de Pervez Musharraf, sin dejar de contar con éste como “aliado” en la llamada guerra contra el terrorismo. Quienes manejan a George W. Bush deben hilvanar con rapidez alguna alternativa que probablemente significará cambios globales en su política de “alianzas”, entre ellas la referida a México y en especial la llamada Iniciativa Mérida, que ahora estará más lejos de su aprobación en el Congreso, pues recursos y atención serán puestos en la crisis desatada en Rawalpindi. El episodio paquistaní muestra, por otra parte (además de recordar asesinatos como el de Luis Donaldo Colosio) las consecuencias lamentables a que los movimientos sociales se encaminan cuando dependen de caudillismos y no de organización horizontal: el “heredero” partidista de la señora Bhutto es su ahora viudo, especializado largamente en cobrar comisiones por negocios al amparo del poder cuando su esposa lo ocupó. El mister ten per cent de las dos ocasiones en que Bhutto fue primera ministra se hizo designar vicepresidente del Partido Popular de Pakistán, con su hijo de 19 años como presidente que “despachará” desde la Universidad de Oxford mientras su papá trata de cobrar los réditos de la muerte de Benazir.
Felipe Calderón puede ver en Kenia los problemas que causa el ser declarado ganador de una contienda presidencial por una supuesta diferencia mínima. Mwai Kibaki, actual presidente, se dio por vuelto a elegir con 231 mil 728 votos de diferencia sobre el opositor Raila Odinga (no fue un 0.56 por ciento de distancia, pues los 244 mil que Ugalde le adjudicó a Calderón dieron el porcentaje famoso a partir de una votación de alrededor de 30 millones, mientras que en Kenia los dos competidores recibieron, en conjunto, casi 9 millones de sufragios). Los kenianos, sin embargo, no se la creyeron a su Felipe Kibaki (ni Andrés Manuel Odinga optó por un plantón en la plaza principal de Nairobi), así es que se lanzaron a las calles a protestar desbordadamente. Mwai Kalderonaki ni siquiera batalló en organizar actos de magia para tomar posesión en algún congreso militarmente tomado: una hora después de que su Ugalde local le otorgó la victoria, rindió protesta por un periodo más, ante invitados especiales como el presidente del Poder Judicial (el Mariano Azuela o Guillermo Ortiz Mayagoitia de por allá). Son tales los disturbios que el presidente de 0.56 por ciento africanizado canceló ayer las emisiones en vivo de televisión de todo el país, para que los ciudadanos no se enteren en las pantallas de lo que ellos mismos están haciendo en las calles.
El presidente derechista Álvaro Uribe está a la sombra y Hugo Chávez bajo los reflectores pues, a pesar de las maniobras y berrinches del primero, el venezolano ha podido avanzar en el proceso de liberación de rehenes que anoche continuaba en espera de materializarse en la selva colombiana. El gesto de “desagravio” de las FARC hacia Chávez –torpe y envidiosamente desplazado por Uribe de las negociaciones que éste mismo le había solicitado conducir– ha vuelto la atención mundial al caso de Colombia y sus guerrillas y presionará al débil mandatario instalado en Bogotá a abrir caminos a la liberación del resto de los secuestrados. A pesar de las campañas de descrédito desatadas en países como México contra Chávez y sus políticas, el venezolano continúa definiendo temas de la agenda internacional y mostrando eficacia política.
Y, mientras Evo Morales advierte que “empresarios” y “oligarcas” de Bolivia “están tocando las puertas de los cuarteles, buscando seguramente un golpe de Estado”, para tratar de impedir la aplicación de la nueva constitución de ese país, que favorece a los indígenas y da más facultades al Estado en beneficio de las mayorías, y en tanto continúan en Oaxaca los asesinatos con implicaciones políticas, ¡feliz año nuevo –gulp!
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