De la farsa democrática.
Entretenidos para no ver la abismal realidad que ha dividido a las sociedades en castas (y todo lo que ello conlleva) como siempre ha sido desde el inicio de los tiempos; la gente se prepara para participar en la Democracia y emitir su voto por el candidato con quien más tiene afinidad.
Tiempos hubo en que la farsa electoral era notoria, pero tolerable. El Pueblo no tenía teléfonos, ni TV por cable o satelital, y ni siquiera todos tenían aparatos que captaran FM, que además, se pagaba y no tenía anuncios (para eso se pagaba).
Había, cuando mucho, un aparato televisor en alguna casa dónde todos los jóvenes acudían a ver sus programas favoritos; pero la gente tenía para comer. En todas las casas siempre había “un taco” y alcanzaba hasta para tener invitados en casa.
Hoy el asunto es a la inversa, todos tienen celulares (hasta los niños) televisores los hay en todas las habitaciones, pero la gente, curiosamente, no tiene para comer; y la farsa electoral ni siquiera se disimula.
Los representantes del Pueblo no representan más que a los intereses de los ricos; y ya están hablando, apenas pasado un año del revuelo de las elecciones que tanta incertidumbre dejaron y tanta desgracia trajeron, de los candidatos para suceder al Lic. Calderón, cuya debilidad ha propiciado toda este movimiento tan anticipado.
Lo peor del caso es que las persona siguen creyendo que su voto es el que decide (probado está que no) y se vuelcan a las campañas siguiéndoles el juego a los políticos, sin ver que todo es una burla de mal gusto a la que llaman Democracia; y que les ha servido de pretexto a las poderosas trasnacionales hasta para invadir naciones.
Y no nada más la farsa democrática opera en nuestro México; en EEUU el actual Presidente Bush ganó no por mayoría, sino por los arreglos numéricos que le dieron el triunfo.
Y sin aprender la lección (aunque en la Unión Americana el abstencionismo es notorio; por algo ha de ser) entregan vida, alma y corazón, en unas elecciones en las que de antemano saben que no están preparados para que un negro los gobierne.
Y si llegara a ganar y no pudieran arreglar el triunfo de los republicanos, con seguridad que sus promesas de paz se quedarán en los cajones; pues pedirle paz a una economía de guerra, sería como pedir el desastre de la economía.
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