martes, enero 29, 2008

La delincuencia es mala

Pedro Miguel

Algunas de las dificultades de este gobierno para lograr consenso y apoyo a sus despliegues antidelictivos son de naturaleza argumental: “Hay que acabar con los delincuentes porque son malos”. Ajá. Sólo que la sociedad mexicana no es un puñado de viejitas provincianas del siglo antepasado y exige razonamientos un poco más precisos y explicaciones más puntuales. Vamos a unirnos contra los malos, qué bien, pero antes explíquennos quiénes son, qué hacen y cuál es la diferencia exacta entre los cruzados del estado de derecho y los enemigos a combatir.

¿Los malos son los que trafican cosas prohibidas? Espléndido. ¿No habría que ir entonces sobre los que metieron al país, y de contrabando, divisas ilegales para financiar la campaña electoral de uno que fue presidente hasta hace no mucho? Empezar por ahí no estaría mal, porque se conocen sus nombres, sus direcciones y hasta los cargos actuales de algunos de ellos. ¿Vamos contra los ladrones de bancos? Órale: el gobierno tiene la lista de los más importantes. Son los empresarios que se beneficiaron de préstamos incobrables gracias al rescate bancario que legalizaron Acción Nacional y el Partido Revolucionario Institucional, y que produjo un botín muy superior al de cualquier atraco a mano armada en la historia del mundo.

Tal vez a los membretes ciudadanos que deploran la maldad intrínseca de la delincuencia les gustaría empezar por el problema del secuestro. A todo esto, ¿ya se pusieron en contacto con los atenquenses que en mayo de 2006 fueron capturados, salvajemente golpeados, incomunicados y mantenidos en cautiverio durante casi dos años? Las autoridades no pidieron rescate a cambio de la libertad de los capturados (o sí: algunas fianzas fueron desmesuradas), pero habría que delimitar con más cuidado la frontera entre privación ilegal y privación injustificada de la libertad, y decir cuál es la diferencia específica entre ambas, ¿no?

Ahora que, si se comienza por combatir el delito de violación, ¿cuándo se investiga a los agresores de la Federal Preventiva, la policía mexiquense y la municipal de Texcoco por los agravios cometidos contra los capturados en aquel episodio? ¿Cuándo se llamará a declarar a sus jefes, entre los que estaban, entre otros, Fox, Peña Nieto y Medina Mora?

–La delincuencia es mala.

–Qué brillante observación. ¿Te la enseñaron en Harvard?

La delincuencia es mala, y en ella están incluidos, por supuesto, los abusos sexuales de menores. ¿Y cuándo se empieza a investigar de oficio a los encumbrados empresarios, funcionarios y representantes populares mencionados en Los dragones del Edén como asistentes a las pachangas que organizaba el pederasta Jean Succar Kuri en las Villas Solymar de Cancún, y en las cuales se obligaba a niñas y a niños a sostener relaciones sexuales entre ellos y con sus agresores? ¿Y cuándo le echa un ojo la PGR a las violaciones de infantes cometidas por religiosos católicos de distintos niveles y a las maniobras para encubrirlas? También es malo el designio de no tocar (¿ni con la mano de una niña pre púber?) al gobernador de Puebla, Mario Marín, tan empeñosito en montar una agresión ilegal contra Lydia Cacho, la autora de ese libro. Vamos, señoras y señores magistrados de la Suprema Corte Salvador Aguirre Anguiano, Mariano Azuela, Margarita Luna Ramos, Guillermo Ortiz Mayagoitia, Olga Sánchez Cordero y Sergio Valls: ¿Cuándo se unirán al combate a la delincuencia? ¿Qué tal si, para convencerlos, la sociedad duplica el precio y les obsequia, digamos, cuatro botellas de coñac bellísimo a cada uno de ustedes?

Por falta de espacio quedan fuera del recuento el homicidio, el fraude, la difamación y otras muchas figuras delictivas, pero no el robo, que merece también una calificación moral adversa y universal: es malo. Un problema es que el máximo encargado de ejecutar las leyes no quiso, a la salida del supermercado electoral, enseñar los bolsillos para demostrar que no se le había quedado pegado uno que otro voto ajeno, y desde entonces muchos mexicanos no se tragan sus alegatos de probidad. Pero pasado mañana, cuando el grupo gobernante explique bien a bien en qué se diferencia de la delincuencia organizada, que es sin duda indeseable y malvadísima, el conjunto de la sociedad mexicana no tendrá objeción para respaldar, de manera activa y entusiasta, las campañas oficiales contra el crimen.

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