Luis Javier Garrido
El estallido social que el gobierno panista de facto niega todos los días que se vaya a producir parece, sin embargo, cada vez más cercano por la miopía de quienes se han apoderado del aparato estatal.
1. El proceso político que ha vivido el país entre 1988 y 2000 y en el cual el PAN se ha erigido instrumento de los poderes fácticos, ha sido de una regresión en casi todos los órdenes, y lo que la propaganda oficial insistió en calificar como una “transición democrática” –utilizando los términos que los ideólogos del Pentágono impusieron en América Latina desde los 90–, no ha sido a fin de cuentas más que una operación tendiente a destruir la capacidad soberana del Estado y a cancelar derechos fundamentales del pueblo a fin de poder desmantelar a la nación mexicana.
2. La que ahora se pretende llamar oficialmente “alternancia política”, y que en realidad ha sido desde 1997 un cogobierno del PRI y el PAN, no ha constituido más que una estrategia de recomposición del aparato de dominación política a fin de “legitimar” a las autoridades tras el desgaste de 75 años de gobiernos priístas. Por consiguiente, el Partido Acción Nacional en el gobierno ha negado en los hechos todas sus tesis históricas, y ha sido durante los gobiernos de Fox y de Calderón el partido del fraude electoral, de la corrupción, de la cancelación de los derechos fundamentales del pueblo y de la entrega de los recursos estratégicos de la nación al extranjero.
3. El PAN carece desde hace tiempo de un proyecto y sus actuales cuadros no tienen más propuesta que la de los grupos de la extrema derecha de cualquier país. Desde los años en que Carlos Castillo Peraza fungió como presidente panista (1993-1997) y entendió que el partido fundado por Manuel Gómez Morín carecía ya de una identidad y un proyecto propio, y sus miembros no eran más que pragmatistas de derecha sin escrúpulos, lo vinculó al Partido Popular de España, que se tornó en su modelo, y asumió el perfil neofranquista que tiene ahora como partido del clero conservador, de los empresarios golpistas y de la pequeña burguesía fascistizada.
4. Los panistas en cargos públicos, a nivel estatal como federal, han hecho suyos a su vez todos los vicios que señalaban a los priístas, y han sido mucho más corruptos que aquéllos: han gobernado de manera patrimonialista, obsesionados por los negocios, sin más proyecto político que entregar el país al dominio de las multinacionales para lo cual han recurrido a las prácticas que pretendieron combatir en el PRI durante los 50 años en que fueron una fuerza pequeña de oposición (1939-1988), por lo que reprimen lo mismo a los movimientos sociales –y ahí están encarcelados sin sustento legal Ignacio del Valle, de Atenco, y Flavio Sosa, de la Asamblea Popular de los Pueblo de Oaxaca–, que desaparecen a opositores o acallan a los medios.
5. El gobierno panista de Calderón no oculta su extrema debilidad, pues sabe que es un gobierno sin respaldo social, y ante su compromiso con los poderes trasnacionales para entregarles el sector energético, actúa con pánico frente a un pueblo que a pesar de sus esfuerzos sigue respaldando a López Obrador. De ahí que como todos los poderes de talante totalitario se lance ahora contra las personalidades moderadas y se oponga lo mismo a que Genaro Góngora, ministro de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, ocupe la presidencia del Instituto Fedela Electoral, que a que la periodista Carmen Aristegui tenga un espacio importante en la radio.
6. El esquema de la actual mecánica del poder no ha sido del todo desastroso para los priístas, pues si el PAN carga con el costo de las políticas antipopulares, la toma de decisiones sigue estando en manos de los priístas. Carlos Salinas de Gortari tiene más poder político que Felipe Calderón, quien actúa como su pelele, no sólo por controlar varias secretarías de Estado y el Congreso (por conducto de de sus esbirros: el senador Manlio Fabio Beltrones y el diputado Emilio Gamboa), sino por su poderío económico, pues es codueño de las principales empresas del país a través de decenas de empresarios que son sus prestanombres, desde Carlos Slim hasta Lorenzo Zambrano, o a los que se encuentra asociados, aquí y en el exterior, desde Emilio Azcárraga y Ricardo Salinas Pliego hasta Jesús de Polanco.
7. Los panistas, a cambio de no intervenir en las grandes decisiones, tienen sus pequeños cotos de poder y han podido apoderarse del aparato estatal, ponerlo al servicio del clero y de los empresarios, y dedicarse ellos mismos a los negocios impunemente. Calderón ha encubierto los gravísimos actos de corrupción de Fox, Marta Sahagún y sus hijos, no sólo porque le debe la silla presidencial a la que llegó por el fraude, sino porque él mismo y sus allegados están dedicados a hacer negocios ilegales.
8. La prepotencia con la que el aventurero gallego Juan Camilo Mouriño (jefe de la Oficina de la Presidencia y vicepresidente de facto de México) se está apoderando del sector energético (Proceso 1627) sólo rivaliza con la actitud desvergonzada en el tráfico de influencias de los cuñados ya no tan incómodos de Calderón, Juan Ignacio Zavala y Diego Hildebrando Zavala.
9. El panismo de hoy no sorprende por su vocación de traicionar a México y entregar los recursos estratégicos del país al capital trasnacional, ni por su esfuerzo en cancelar los derechos sociales de campesinos y trabajadores, o de atentar contra las garantías constitucionales, pues la experiencia desastrosa del corrupto Vicente Fox ya lo exhibió tanto como ahora lo hace el gobierno ilegítimo de Calderón.
10. Los acuerdos de Salinas y el PAN en 1988 llevaron al país no a la democracia, sino a la grave crisis institucional en que se halla ahora, y el dilema de México es el de hace 20 años, nada más que con el país devastado, amplios sectores de la sociedad confundidos y un pueblo al que ha llegado a sus límites.
viernes, enero 11, 2008
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