Michel Balivo
(La muerte de un sueño)
En el lugar donde vivo momentáneamente la calle es de tierra, la gente expresa allí su creatividad sembrando flores, árboles, hasta frutales te puedes encontrar. Mientras escribo disfrutando cada pensamiento y palabra, una iguana de unos sesenta centímetros de fosforescente verde, sintonizada con mi pensamiento, se atraviesa sin el menor apuro en mi horizonte visual. El cuadro se completa con la visión del mar a lo lejos, colgado del cielo.
Por mucho que lo parezca nada está separado en este mundo. Porque está conectado y sintonizado con nuestros sentimientos, con nuestras intenciones e intereses, que disparan acciones. Acciones que en su punto apropiado de acumulación e intensidad, se aceleran potenciando y globalizando el poder de transformar paisajes de la humana acción.
Por eso, mientras contemplas ese plácido paisaje pueden correr ríos de fuego por tu sistema nervioso, el más complejo e intrincado de toda la naturaleza y sus reinos. Al punto de que ese carnaval nervioso se disfraza de imperiosas tensiones, deseos y paisajes, y cual espejismo en el desierto, se impone sugestionando a la conciencia con visos de realidad. Superponiéndose con fuerza de creencias a lo que mis sentidos me informan y la conciencia organiza como mirada, percepción.
Y así vamos soñando por el mundo. Algunos sueños son traducciones de momentos sicológicos interesantes, de emociones positivas que construyen los mejores sentimientos e instituciones, poniendo bases firmes para la convivencia civilizada. Otros son hijos de afiebrados temores y en instantes contagian reacciones violentas y destrucción de todo lo construido. Solo ven y siembran terrenos baldíos y ruinas.
Esa es la ironía de lo que vivimos y que tanto nos cuesta entender. Mientras en EEUU aumentó el presupuesto bélico en 74%, en Venezuela ha crecido en el 2007 en 80% la oferta de trabajo. En nueve años hemos disminuido la pobreza crítica en más del 50%, pero escuchamos en los medios que el país se hunde camino de la creciente miseria, como nunca antes.
Mientras nosotros convocamos al entendimiento, la solidaridad y la paz entre los hombres y los pueblos, desde Colombia llaman al desprecio, al odio, a la violencia de negar al otro y sus circunstancias, encontrando eco en el reality show mundial de los medios. Como si nosotros no tuviésemos nada que ver y nada pudiésemos hacer para cambiar esas circunstancias. En otras palabras como si no existiésemos, como si fuésemos solo un adorno, y hasta feo, indeseable.
La vida es irónica con los sistemas de hábitos y creencias, acumulados y acelerados por la historia y las generaciones. Porque resulta que tú soñaste y trabajaste para dominar al mundo y te aprovechaste de las tecnologías que posibilitaron globalizar la acción intencional, humana. Creíste que había llegado el momento en que mirándote en el espejo de la identificación con lo colectivo, la gran nación, el gran imperio finalmente impusiese su sombra sobre todo lo existente, sobre los confines de la mirada y aún de lo imaginable. Casi como los yanquis pusieron su bandera sobre la luna y se creyeron sus conquistadores. Creíste que así finalmente tu sueño de poder vencería al temor a perder, de que pretendías escapar.
Pero resulta que en la cara oscura del gran espejo de la luna, cada acción de opresión inevitablemente generaba sueños de libertad, y la globalización de la opresión también es la de los sueños de libertad. Por lo cual el sueño de cada opresor se multiplica por millones de sueños de libertad. Con lo cual, una vez más, cuando creías tener al alcance de la mano el logro, te encuentras con la contracara que tu sueño personal de poder no te permitía ver.
Así le ha sucedido a cada sueño de dominio y poder personal, a lo largo de la larga historia humana. Pero volvemos a recomenzar el mismo juego sin reconocer su esterilidad. Y es que nuestras interesadas y miopes vísceras solo ven inmediateces, nublando el largo alcance de las acciones que se acumulan y aceleran globalizándose. Fueron las acciones generosas las que inventaron los largavistas, pero las tercas vísceras se niegan a usarlos.
Y entonces resulta que en el tranquilo, a salvo e impune paisaje en el que creías vivir, aislado de la realidad que siembran tus acciones, comienzan a estallar bombas sin previo aviso. Y en un dos por tres solo quedan profundos huecos, escombros, cuerpos despedazados, llantos y gritos. La atmósfera familiar feliz se desmembró junto con los cuerpos de carne y hueso, la dirección de hechos violentos que produjimos barrieron con el mundo de sueños felices.
¿Qué más podría suceder cuando sueñas un mundo feliz, una isla y pareja ideal como compensación al conflicto cotidiano que experimentas en las relaciones con tu entorno, pero con tus acciones niegas al otro y solo siembras y contagias más y más temor y conflicto?
¿En que espejo pues te mirarás? ¿Qué convocatoria resonarás, contagiarás? ¿Irás a la marcha de comprensión y tolerancia con tus semejantes, apoyando la resolución pacífica de todo conflicto por sobre toda otra aparente alternativa? ¿O te sumarás, identificarás y dejarás arrastrar por el resentimiento, los cantos guerreros del odio y la destrucción?
Mira tu paisaje inmediato, tu familia, amigos, vivienda. Todas las inmediateces aparentemente personales y separadas, son una y están en juego simultánea y mundialmente en este momento. Las cartas están dadas. No hay lugares ideales y a salvo a los cuales escapar.
Si la mecha se enciende no habrá imagen en el espejo de los sueños que quede en pie. Todo estallará en mil pedazos en medio del eco ensordecedor de la fuerza de los hechos desatada, de la fiebre de odio y destrucción. Solo quedará la evidencia de las fuerzas que no supimos controlar, de los hechos que no pudimos direccionar, de los sueños que no supimos concretar. Tú mano es la que sostiene el fósforo, es tu mirada la que el espejo te devuelve, ¿qué clima y paisaje afirmarás? Tuya es la conciencia, tuya la decisión.
Dicen que el pueblo es sabio. Cuando yo intento mirarme en ese espejo colectivo me parece ver solo un concepto abstracto. O tal vez las fuerzas ciegas de un tropismo atávico que nos arrastra sin que nos demos cuenta, sin que nada podamos hacer. Veo sueños de carne y carne de sueños, atrapados en la frustración de sus creencias y hábitos.
Es un concepto abstracto y sin contenido, porque encandilado en mis sueños no atiendo ni veo la dirección y consecuencias de mis hechos, hasta que me estrello con ellos. Pero entonces en lugar de reconocer que cosechamos lo que sembramos, miramos sorprendidos alrededor buscando extrañas causas y culpables, creando nuestros propios antisociales y terroristas.
Con ello y algunas ideologías enterramos la frustración de nuestros anhelos e intentos momentáneamente. Y seguimos adelante, cargando resentimientos y cada vez mayores tensiones, sufrimiento mental. Hasta el próximo estrellamiento con los hechos y estallido del espejo de sueños. Hasta que los sueños personales se encuentran con los colectivos.
Entonces nos encontramos en medio de una alegre o acalorada manifestación, convocada por otros intereses a favor de y necesariamente en contra de algo, o peor aún, de alguien. Y tras ello volvemos contentos y satisfechos a casa. Ya todo está bien, los malos augurios han sido exorcizados con una manifestación masiva portando bonitas franelas con eslogan. Podemos enterrar como el avestruz nuevamente la cabeza en el mundo de los sueños.
Me pregunto yo, ¿por qué será que se molestan en convocarnos, si realmente tienen todo el poder como consiguen hacernos creer? Yo diría que es porque solos no son ni pueden nada. Por eso gastan miles de millones en publicidad para atraer y capturar con sus cantos de sirenas, léase gingles, nuestra atención. Y de ese modo poder direccionar nuestros intereses y fuerzas, para supeditarlos a la realización de los suyos.
Dicen que la democracia es el gobierno de los pueblos. ¿De cuáles pueblos? Otro bonito concepto abstracto vacío de contenido. Según mi experiencia el único gobierno sin imposición ni violencia, es el autogobierno de cada cual sobre si mismo. Si no tenemos la conciencia ni la fuerza suficiente para gobernar nuestro cuerpo, sentimientos e ideas, para dar a nuestros hechos la dirección elegida, ¿qué nos queda? Pues ser gobernados y direccionados por otros.
Si tenemos la capacidad de autogobernarnos, entonces no necesitamos andar concibiendo gobiernos ideales que realicen por nosotros lo que no somos capaces de hacer. Y si no la tenemos, pues por muy ideal que sea el gobierno y por muy de acuerdo que estemos todos en ello, solo nos queda la alternativa de que otros nos digan lo que es bueno para nosotros.
Los verdaderos enemigos y batallas están y se pelean adentro, en cada conciencia, expresándose mediante nuestras conductas esas derrotas y triunfos en el escenario colectivo.
Tu imaginación, tus sueños señalan los amplios o estrechos horizontes temporales de tu mirada, en los que tus sentimientos se despliegan o contraen. Mientras las necesidades señalan el ritmo e intensidad de tus intereses, disparando tu cuerpo hacia objetos o personas, en la inmediatez de tu entorno natural y humano.
Entre tus miradas e intereses intenta abrirse camino tu corazón, tus emociones y anhelos profundos, verdaderamente humanos. Los sueños e ideales son sueños e ideales justamente porque jamás se han realizado. ¿O acaso tu sueñas con conseguir y disfrutar aquello de lo que ya dispones? Si los intereses inmediatos que rigen tu conducta, que movilizan tu cuerpo hacia el mundo, se oponen a tus sueños de largo alcance, jamás podrás lograrlos.
Salvo que dispongas de los medios de comunicación y puedas sugestionar e imponer tus propios sueños a la gran mayoría. Pero aún así solo será circunstancial, no irás más allá de tus sueños personales. Porque los sueños de paz y felicidad o las condiciones de sufrimiento y violencia, son el contexto mayor, abarcante y continente, dentro de los cuales realizamos nuestras actividades.
En otras palabras la felicidad o el sufrimiento, la paz o la violencia son atmósferas y paisajes colectivos, que nos contagian e implican a todos. Es el modo en que nos relacionamos y tratamos, el que pone el tono con que realizamos nuestras funciones. Si comes el mejor de los manjares en medio de una discusión con tu compañera o hijos, o de una masacre de gente, lo más seguro es que se convertirá en un veneno dentro de tu cuerpo.
La paz o la violencia anida en cada uno de nosotros y pone el clima para cada una y todas nuestras actividades. Por tanto lo aparentemente bueno o malo para ciertas creencias, puede experimentarse de un modo totalmente diferente según que emociones lo tiñan o coloreen. Y es esa atmósfera la que se va grabando y acumulando en memoria, la que se nos impone desapercibidamente con la fuerza de la realidad, la que refleja lo personal en el espejo de lo colectivo, contagiándolo.
La paz o la violencia reinan en cada corazón como resultado acumulativo de nuestras acciones, y se proyectan cual miradas que superponen esos climas a los paisajes percibidos, a lo que creemos estar viendo, a las intenciones que interpretamos en las acciones ajenas, según frustren o faciliten nuestras expectativas.
Si logramos alinear y supeditar los intereses inmediatos que movilizan nuestros cuerpos en el mundo, con nuestros anhelos de mayor aliento. Si logramos sintonizarnos con nuestras mejores emociones, entonces nuestros sueños e ideales verdaderamente humanos, que alientan pacientemente en nuestra intimidad desde el principio mismo de los tiempos, podrán crearse, abrirse caminos hacia el mundo.
Y si lo hacen dejarán de ser sueños e ideales, pues ya se habrán realizado, ya se habrá agotado esa instancia mental. Volvamos al principio. Nadie desea un oasis ni un vaso de agua cuando lo tiene en la mano o recién lo ha bebido. Pero el hábito no hace al monje. Hay oasis reales, que son el fruto de la coincidencia de tus emociones profundas, tus pensamientos y la dirección intencional en que has acumulado tus acciones.
Hacia esos oasis puedes guiar a los sedientos peregrinos que se han desorientado y perdido en el desierto de sus sueños en el tiempo. Pero también hay oasis imaginarios, que no son sino las miradas, los sueños compensatorios de aquellos que no han sabido orientar la satisfacción de sus necesidades, supeditándolas al bienestar de la mayoría, incluyendo al ecosistema que es nuestro hogar.
Por eso han quedado atrapados en sus sueños, porque sus acciones no son coherentes con ellos, porque han caminado sin darse cuenta en una dirección opuesta a la que creían. Y cuanto más sed sentían, más intensas se volvían sus falsas creencias, más fuerza de realidad cobraban. Pero al estirar la mano intentado atraparlas, solo encontraban más y más sed.
Por lo cual preferían no despertar de sus sueños, y aunque les gritaras que el oasis estaba a dos pasos, antes que un nuevo desengaño preferían seguir por el polvoriento desierto, camino de ninguna parte. Y por si eso fuese poco, además hacían proselitismo invitando a otros sedientos a seguirlos hacia el oasis que con seguridad conocían y hacia el cual se dirigían.
Mientras algunos peregrinos se refrescan, descansan y se desempolvan de su largo camino, a su lado pasan ciegas y sordas multitudes, tras guías tuertos, camino de imaginarios oasis. ¿Adónde pueden llegar sino a otras desorientadas, ciegas y sedientas multitudes que solo ven los espejismos de sus carencias? ¿Qué pueden hacer sino pelear entre si por espejismos?
Pero no nos asustemos demasiado, pese a nuestros sueños de eternidad todo tiene un bondadoso límite, Y al impulso de la intolerable sed, comenzarán a vibrar los espejismos hasta que estallen en añicos.
Entonces despertaremos sorprendidos del viaje del tiempo y sin anteojeras, libres de pesadillas trasnochadas ya, podremos buscarnos, y esta vez vernos nuevamente en los ojos de los demás, de la vida toda que ya no representaremos cual tragedia griega. Aliviados y presentes volveremos a elegir, a sentirnos y reconocernos seres humanos nuevamente.
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