Joaquín Rivery Tur
El gobierno de Evo Morales prácticamente no posee medios de difusión masiva para propagar las ideas que promueve y las medidas que emprende, pero se mantiene fuerte a pesar de los ataques incesantes de la derecha oligárquica y de la embajada de Estados Unidos en Bolivia.
Periódicamente, la prensa del país recoge las diatribas de los derrotados políticos de los partidos tradicionales -aún con fuerza- y las denuncias gubernamentales de las intromisiones norteamericanas en los asuntos internos bolivianos.
EEUU no desea de ninguna forma perder las enormes ventajas con que contaba en el territorio más pobre de América del Sur hasta el gobierno de Sánchez de Lozada.
Washington ha hecho tarea priorizada en América Latina deshacerse del gobierno popular de Evo Morales y del Movimiento al Socialismo (MAS) y para ello maneja a su antojo a la oligarquía local, quizás una de las más retrógradas del continente y de las más sumisas a las orientaciones de la Casa Blanca.
Aparte de la tendencia separatista que la embajada de la Unión alienta en los departamentos de Santa Cruz, Beni, Pando y Tarija, los servicios de espionaje estadounidenses han conspirado casi abiertamente con la derecha para derrocar a un gobierno electo, según las reglas que ellos mismos han establecido.
Bolivia era, hasta el triunfo arrollador de Evo, un coto privado de las transnacionales norteñas. La misión diplomática que encabeza el conspirador Philip Goldberg emplea profusamente las llamadas organizaciones no gubernamentales y las autoridades de departamentos (provincias) enemigas del gobierno y de sus planes de acabar con la pobreza, la ignorancia y la insalubridad.
Los dos ejemplos más recientes de la injerencia norteamericana acaban de salir a la luz. El primero de ellos es la ratificación de que el Comando de Operaciones Especiales (COPES), supuestamente boliviano, era en realidad un organismo de inteligencia con sostén financiero y tecnológico de USA, y por ello el ministro de Gobierno, Alfredo Lada, anunció su desmantelamiento.
Resultaba tal el dominio que la superpotencia ejercía en Bolivia que se daba el lujo de mantener allí una agencia de inteligencia particular, cuyos informes iban directamente a la embajada y no al gobierno. Solamente se puede concluir que también conspiraba contra lo que Evo Morales y su equipo hacen a favor de las mayorías, de la redistribución de la riqueza y del rescate de recursos naturales.
El segundo elemento de la andanada contra el proyecto político y social del MAS se suma a la estrategia del desmembramiento territorial promovido por la burguesía de Santa Cruz, pero en su variante de fusión con la ofensiva de Estados Unidos a favor de los tratados de libre comercio (TLC).
Según las últimas informaciones, seis gobernadores de la derecha enviaron una carta a Washington, en la que abren la posibilidad de negociar un TLC con ese país, a pesar del rechazo a esa posibilidad por el presidente Morales.
Si los enemigos políticos del MAS se lanzan a una carrera de tal magnitud, como anunció el prefecto (gobernador) de La Paz, José Luis Paredes, es porque cuentan con un plan separatista apoyado por la Casa Blanca.
De otra forma sería inconcebible. Con estos intentos, Estados Unidos y sus aliados bolivianos están demostrando que la llamada Carta Democrática de la Organización de Estados Americanos es papel muerto.
No admite posiciones contrarias a las aceptadas por el Departamento de Estado, aunque estén sustentadas en todos los principios de la democracia representativa, que tanto dicen defender.
Paredes hizo un discurso amenazante con ínfulas de asustar. Si los norteamericanos -alegó- se tornan renuentes a extender las preferencias arancelarias otorgadas a Bolivia y Perú (vencen en febrero), armará una comisión de gobernadores y empresarios para negociar un TLC “más allá de la autorización del gobierno central”.
El planteamiento deviene contrario a la Constitución, tanto a la antigua, a punto de perecer, como a la nueva ya aprobada por la Asamblea Constituyente. En la práctica se insiste en crear otro Estado.
De todas formas, una cosa es proclamar una idea y otra materializarla, sobre todo con el enorme respaldo de indígenas, trabajadores y campesinos con que cuenta el gobierno de Evo Morales.
EEUU ansía devorar a Bolivia, pero es difícil que las masas dejen perder su oportunidad con los brazos cruzados, pues nunca antes el presidente, ministros y altos funcionarios habían salido de sus filas, como ahora. Es de suponer que peleen para defender sus conquistas.
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