Víctor Flores Olea
La carnicería continúa. Los últimos diez días han sido la vergüenza sobre todo de los medios de comunicación por TV y radio en México, del duopolio pero con Televisa a la cabeza por una nariz.
Porque no es suficiente con que una asociación casi anónima pague un spot repugnante para que el “medio” se precipite a transmitirlo. Sólo puede explicarse, en el fondo, por la afinidad de miras y conductas. Y cuando hay esa correspondencia de nada sirve gritar que se atropellan la moral y la inteligencia, y que se violentan las leyes. Todo esto, para ellos, es la normalidad, la normalidad de los golpistas preparando su noche de los cuchillos largos. Pero para la opinión pública general, más limpia que sus “informadores”, por unanimidad el spot de marras ha sido repudiado y calificado de infame, y hasta muchos piensan que la inmundicia se revierte a sus autores y que en realidad ellos son los clones de Huerta, Hitler, Mussolini, Pinochet…
Se ha dejado de informar para militar con los procedimientos más deleznables. De la información se ha pasado a la difamación como sistema. Cantaleta repetida, pero por ningún lado razón y reflexión. ¿Por qué los merolicos de la oligarquía no se han preguntado, inclusive para una buena crónica informativa, las razones de los integrantes del FAP para ocupar las mesas directivas de las Cámaras de Senadores y Diputados? ¿No valía la pena averiguarlo hasta por razones periodísticas?
Con la pesquisa más superficial se hubiera concluido que la maniobra pactada por el PAN-PRI consistía en aprobar la reforma energética de Calderón en el más acelerado de los fast track, con la rapidez de un asalto en despoblado o de un atraco fulminante en que se pretendía desvalijar a la nación de una de sus riquezas principales, sin que nos enteráramos bien a bien, como pasó con la llamada Ley Televisa, con la ley del ISSTE… Especialistas en engañar y hacer las cosas a espaldas del pueblo, los indignos autores de la iniciativa se han consagrado como muy dignos émulos de Santa Ana.
Jacobo Zabludovsky, ese experimentado lobo de mar de la comunicación, pero respetable y antípoda de los actuales cínicos de la “información”, opinó: “El presidente Calderón dijo que es ridícula la toma de tribunas. Pues sí, tal vez algunos creerán, como el señor Presidente, que fue ridícula; otros creerán que fue indebida, otros creerán que fue ilegal…, pero si no hubiera sido por eso ahorita ya estaría aprobada una ley sobre el petróleo que no hubiera sido discutida”. ¡Elemental, querido Jacobo!
Discutir la iniciativa en un debate abierto y suficiente, no a puerta cerrada. Durante el tiempo suficiente pero sobre todo con una difusión en que la ciudadanía pueda interiorizarse de los problemas y sus soluciones, y del real significado de una iniciativa como la presentada por Felipe Calderón. No olvidemos que los canales de televisión o las frecuencias para la transmisión radiofónica son concesionados y, aunque no sea la práctica, en un caso extraordinario como éste de la reforma energética el debate, para que sea en verdad nacional e informado, debiera transmitirse a través de esos canales y frecuencias, que hoy son manejados por intereses privados.
¿Pedirle peras al olmo? Probablemente, pero por una vez el gobierno de la República y el Congreso de la Unión debieran admitir que, por la importancia del tema, los momentos culminantes del debate, con participación de todas las partes, debieran ser difundidos a través de esos canales televisivos y de radiodifusión. Vaya que sería ocasión única de alcanzar cierta legitimidad y respetabilidad. ¿Será capaz de hacerlo Felipe Calderón? ¿O sus compromisos con los capitales de dentro y fuera son tan duros que pasará sobre la nación con tal de no tocarlos ni con el pétalo de una flor? ¿Prefiere entonces atender a sus compromisos que atender una razonable exigencia de buena parte del país? ¿Seguirá los pasos de su antecesor del PRI Gustavo Días Ordaz, que prefirió la sangre y el fuego antes de ceder un ápice a la demanda de diálogo público en 1968?
Quienes rechazamos la iniciativa petrolera de Calderón hemos dicho, con variedad de argumentos, que se trata de una privatización apenas disimulada, que auspiciará aún más la corrupción en PEMEX, que dejará en las manos de la autoridad, Poder Ejecutivo y dirección, las decisiones fundamentales de la empresa, sin ningún control por parte del Congreso. Todo esto quedará meridianamente claro en el debate que debe llegar a todos los hogares, y tales argumentos significan un tajante rechazo a la mentira que anida en la actual iniciativa.
¿Que resulta imprescindible un cambio en PEMEX y en su manejo? Sin duda, y esperamos todos que en el debate efectivo se expresen las condiciones de una reforma que en verdad fortalezca a PEMEX y lo convierta en real palanca del desarrollo para todos. La oposición debe presentar ya a la brevedad una contrapropuesta legal que sirva a México y a los mexicanos, que no es precisamente la de Felipe Calderón.
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario