Carlos Fernández-Vega
Eso de la negociación política, el diálogo y el acercamiento entre las partes para resolver conflictos es un arte que de plano no le va a Germán Larrea Mota Velasco. En cambio, el Rey del cobre, como se conoce a este primitivo personaje que preside el Grupo México, es ducho en el chantaje y la amenaza, aunque a últimas fechas parece que sus habilidades en estos menesteres han menguado.
Aferrado a “enterrar” al sindicato minero, como impunemente lo hizo en febrero de 2006 con 65 trabajadores en Pasta de Conchos, Larrea destaca por sus acciones gangsteriles, que incluyen nutridas relaciones políticas de alto nivel, para alcanzar tan ruin objetivo. Pero olvidó algo trascendente: del otro lado también son cantaores profesionales.
En uno de sus más recientes arrebatos, Larrea presentó una demanda judicial en contra de un grupo de trabajadores y las viudas de Pasta de Conchos que osaron llamarle “asesino”. Consecuencia de ello, el Ministerio Público le ordenó comparecer el pasado miércoles, con la advertencia de que de no atender el citatorio enviaría por él a la siempre diplomática Policía Judicial del Distrito Federal para que lo presentara ante el MP. El Rey del cobre (un empresario Forbes con una fortuna estimada en 7 mil 300 millones de dólares) simple y sencillamente desacató a la autoridad.
Normal en él, un arrebato conduce a otro: si bien demandó a los trabajadores, el citatorio ya no le gustó y mandó a volar a la autoridad, pero no por ello dejó de chantajear y amenazar a quienes osaron llamarle “asesino”. Veinticuatro horas después de no apersonarse ante el MP, con lo que –una vez más– violó la ley, Larrea ordenó, por enésima ocasión, el “cierre” de Mexicana de Cananea (la otrora paraestatal que el salinato regaló a Jorge Larrea, mejor conocido como El Azote, papá del querellante) y la “liquidación” (económica, se entiende, aunque con este personaje nunca se sabe) de los más de mil 500 mineros que en ella laboran.
Con sólo tres meses de diferencia, el Rey del cobre repite el numerito. A mediados de enero pasado ordenó lo mismo que ahora, lo que ya había ordenado a finales de noviembre de 2007; lo mismo hizo, en el sexto mes del mismo año y, hasta donde la memoria, a la mitad de 2006, sin que en ninguna de las obras teatrales se cumplieran sus “órdenes”. Con lo fácil, dentro de lo complicado, que hubiera sido concretar un acercamiento, dialogar, negociar y llegar a un acuerdo, pero Larrea prefiere acariciar caballos pura sangre que rozarse con la pelusa (MP incluido), que para eso tiene a su séquito de ex empleados del gobierno federal, sin considerar los que están en activo.
En enero pasado en este espacio comentamos la “orden” en turno con respecto a Mexicana de Cananea: Germán Larrea y su siempre caritativo Grupo México ordenó a sus operadores (que incluye una docena de ex funcionarios públicos de primer nivel en gobiernos anteriores, más el actual) ofrecer a los huelguistas, entre otras cosas, un bono de 15 mil pesos y otras prestaciones ordinarias y extraordinarias a los trabajadores que se reincorporen a las labores en Mexicana de Cananea antes de 72 horas; los mineros que acepten se sumarán a los trabajos “sin problemas, con prestaciones y sueldo íntegro”; un subsidio de gas doméstico en enero y febrero, además de 68 por ciento del sueldo, mientras no se tenga producción, ya que en ese periodo se restaurará el equipo; “bono de asistencia perfecta a partir del reinicio de labores” (siempre y cuando sea hoy, día 14) y una foto a color del patrono Germán Larrea Mota Velasco sobándose las manos y acariciando las testas de Felipe Calderón, Eduardo Bours y Javier Lozano Alarcón.
A finales de noviembre de 2007, aquí se reseñó que ningún empresario medianamente cuerdo estaría dispuesto a sacrificar la tajada mayor de su negocio y sus ganancias en un histérico arranque para “demostrar” la “ilegalidad” de una huelga. Mucho menos lo haría público. Ni uno tomaría esa ruta, pero Germán Larrea Mota Velasco pretende convencer a propios y extraños que él sí procederá en tal sentido y que está dispuesto a cerrar Mexicana de Cananea por la “ilegal” huelga que desde junio pasado mantienen los mineros y que desde agosto un juez federal declaró legalmente válida.
Muchos diagnosticarían oligofrenia en Germancito, apuntábamos, porque Mexicana de Cananea no sólo es uno de los yacimientos cupríferos más grandes del mundo en poder del Grupo México, con 82 años más de vida útil, sino que representa el 64 por ciento de sus utilidades potenciales, medidas a través de las reservas de mineral que el consorcio tiene en territorio mexicano, y 42 por ciento si se consideran sus propiedades en Sudamérica, por medio de la Southern Perú Cooper Corporation. Ningún empresario echaría al bote de la basura un negocio así, que en el año más reciente reportó espectaculares incrementos. Por ejemplo: al cierre del tercer trimestre de 2007 las utilidades del consorcio sobrepasaron 16 mil millones de pesos (33 por ciento de incremento), las ventas superaron 61 mil millones (20 por ciento más), los activos totales 134 mil 800 millones (18 por ciento más) y el capital contable 65 mil millones (32 por ciento más). ¿Alguien dejaría este negocio sólo por aferrarse a la “ilegalidad” de la huelga y negarse a negociar con los mineros? Tal vez, pero no Larrea.
¿Cuánto tiempo transcurrirá para que el Rey del cobre repita el numerito de “cerrar” Cananea? No deje de ver el siguiente capítulo.
Las rebanadas del pastel
Sin duda la suma puede ser mucho mayor, pero de lo que se ha documentado cerca de 170 millones de pesos del erario jalisciense han sido ilegalmente desviados a las arcas eclesiásticas (105 millones) y de Televisa (64), porque así lo resolvió el cristero que dice gobernar la entidad, Emilio González Márquez, quien ayer explicó, en términos académicos y a la diestra del Don (Juan Sandoval Iñiguez), el por qué de su decisión: “a mí lo que algunos poquitos dicen me vale madre, así de fácil; digan lo que quieran, ¡chinguen a su madre!” El tendría que ir visitarla, en la cárcel y si contara con ella, pero que no se preocupe, que en Gobernación sólo piensan en contratos.
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