María Teresa Jardí
No por ser una crónica anunciada es menos lamentable el no haber tenido, como pueblo, la capacidad de conjurar el peor de todos los males que se podían ceñir sobre México y los perredistas también son responsables, incluidos Ebrard, AMLO y compañía, que se perfilan ya como los grandes perdedores del 2009 y del 2012 y de lo que le siga. El Plan México va y los congresistas yanquis sacrifican lo del respeto a los derechos humanos de los mexicanos. Pueblo nacido para perder, estamos condenados los mexicanos a repetir los horrores ya probados por otros países hermanos como el colombiano. Quizá nos lo merecemos por mediocres, por dejados, por resignados, por flojos, dejando que otros piensen por nosotros, por incapaces de oponernos ya ni a los peores males, idiotizados, que estamos, por la Telebasura que permitimos.
Forjadores de nuestro propio destino, sobrevivimos sin instituciones, sin partidos, con legisladores que se congratulan de que a través de la “Iniciativa Mérida” se entreguen mil millones de dólares a México. Baratita le va a resultar al imperio gringo la represión al pueblo mexicano, la que incluirá a los molestos migrantes mexicanos y centroamericanos. No entienden que los paramilitares acaban por afectar por igual la vida de todos ni que los actos de terrorismo están a la vuelta de la esquina y que la corrupción aumentará, si cabe, mientras sujetos de la calaña de los Bribiesca, de los Fox, de los Patrón Laviada y de los Mouriño se burlan de nosotros. No entienden que la pérdida de valores arrasa a las familias y que en lo campos yermos nada fructifica.
Y, sí, la consulta va en el DF, pero cuando los grupos paramilitares aparecen en la escena no hay petróleo que supla ni la más remota posibilidad para el pueblo de tener una vida digna. Y, sí, participan, una tras otra, muchas voces calificadas señalando los males de la privatización y los daños brutales del entreguismo. Pero ¿y qué? El usurpador sigue usurpando la silla presidencial y ni ve a nadie, que no le convenga, ni escucha a nadie que no sean los que le pasan las facturas, no ve ni oye, al más puro estilo de Carlos Salinas. Hasta se da el lujo en España de decir que él no está para administrar lo que aquí está, ejecuciones y cabezas cortadas incluidas, ni lo que viene con la aplicación del Plan que nos va a convertir en esclavos a los que no estemos destinados a morir ejecutados. Sin empacho reconoce que lo suyo es engrosar los bolsillos de los empresarios ricos, mexicanos y extranjeros, a los que mientras haya lana de por medio nada les importa que sea un usurpador el que ocupe la silla que el pueblo le otorgó a otro. El desprecio, incluso a los intelectuales y científicos no vendidos y por ende no convertidos en los a modo del sistema usurpado en este país, debe abochornar hasta al diablo en el infierno.
Como las mulas de noria, Felipe Calderón tiene atada al cuello la cuerda de los compromisos adquiridos por él y la derecha falangista, vía Mouriño, tan amigo del Felipillo que usurpa el poder en México, se apodera de la nación prácticamente sin oposición ni digna ni verdadera.
Malos tiempos los que vivimos y aún peores los que se anuncian vía la “iniciativa Mérida” que ya opera en Chiapas y en otros lugares de la que nunca llegó a ser una república cabal ni menos aún una democracia ni siquiera formal.
El abuso del poder como práctica aceptada. La “maestra” y “la otra” retratadas en primera plana sin ver ni escuchar tampoco los reclamos de los maestros. Y, sí, es placentero que las televisoras beneficiadas con los casinos hayan contribuido en el cese fulminante de Creel como coordinador en el Senado del partido falangista mexicano (PAN). Pero placer efímero, porque a final de cuentas Santiago Creel nunca fue nada más que otro cero a la izquierda.
Se podría entender, que no justificar, que una joven estudiante quisiera abortar y que el compañero de cama la ayudara en el evento, lo que al parecer ni siquiera se da como excluyente moral en este caso, y en cambio existe la agravante de que fue obligada por dicho compañero a practicarse el aborto que le costó la vida. Pero lo que a todas luces es incompresible es que se la descuartice luego de que se la deja morir desangrada por no haber buscado, ante el hecho consumado, la ayuda precisa. Es un hecho infame que debería encender los focos rojos de la UADY, de la sociedad yucateca y de la mexicana con relación a pérdida de valores que va tomando carta de naturalización entre los jóvenes.
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