En contraste, cita casos de Bolivia y Venezuela, que renacionalizaron el sector energético
El investigador universitario formula una severa crítica al proyecto privatizador de Calderón
Blanche Petrich
El investigador John Saxe-Fernández señaló a Bolivia y Venezuela como ejemplo de dos naciones “posmonroeístas” que, con sus respectivas estrategias de nacionalización de hidrocarburos, han puesto sus recursos naturales al servicio del interés nacional.
En sentido contrario, señaló, marcha en México el proyecto energético calderonista, que pone al servicio del interés imperial no sólo el petróleo, sino a todo México.
Fue durante su exposición en la Universidad Autónoma de la Ciudad de México, donde se realizó una conferencia sobre energéticos en el contexto del Festival hacia la Construcción de la Patria Grande, en el cual también participaron el embajador de Bolivia, Jorge Mansilla, y el agregado comercial de Venezuela, Juan Carlos Arocha.
El primero había trazado la dimensión histórica del caso boliviano y el saqueo histórico de riquezas naturales que sufrió su país, hoy el más pobre del continente, después de Haití: desde la montaña de plata del Potosí –vaciada por los colonizadores españoles–, el oro robado por los gambusinos brasileños, el cobre y el guano arrebatados por Chile junto con sus costas, y el estaño que Estados Unidos saqueó durante la primera mitad del siglo XX –metal indispensable para las municiones y los aviones que hicieron las dos grandes guerras de la centuria–, hasta el gas que la española Repsol explotaba dejando en el país solo un dólar por cada diez de ganancia durante el gobierno neoliberal de Gonzalo Sánchez de Lozada.
De ahí el famoso aforismo de Coco Manto, como algunos llaman afectuosamente a Jorge Mansilla: “El gas es un compuesto de etano, metano y butano que nos quieren quitar zutano, mengano y perengano”.
De ahí también que, con la victoria electoral del indio aymara Evo Morales, en 2005, esta historia de cinco siglos diera un vuelco. “Nos empezó a cambiar la suerte –dijo Mansilla– y ahora Brasil y Argentina dejan al año 2 mil 900 millones de dólares anuales en el país”.
Pero Bolivia, añadió el embajador, es “mucho más que gas”. El país andino cuenta con uno de los yacimientos de hierro no explotados más grandes el continente, con grandes recursos acuíferos subterráneos y con una enorme veta virgen de urexita, material necesario para la computación y la telefonía celular. “La pregunta es –concluyó el diplomático–: todos estas riquezas naturales, ¿para qué, para dónde, para quién?”
En su turno, el encargado de negocios de Venezuela recordó que su país, junto con México y Colombia, son claves para la estrategia estadunidense que prevé, para satisfacer las necesidades de su reserva estratégica energética, importar dentro de 20 años dos de cada tres barriles de petróleo producidos en el mundo.
Pero Venezuela hace ruido en este plan. “Antes de Hugo Chávez, Venezuela vivió su historia de espaldas al Caribe y al Amazonas, mirando sólo hacia el norte. El primer cambio bajo el chavismo fue conectar con la petroamérica y proponer políticas de integración con esas regiones introduciendo relaciones de intercambio distintas a las que dominan en el trato con las empresas trasancionales y con el Norte. Esta integración distinta propone el fortalecimiento regional para mejorar las condiciones de negociación frente a los países industrializados y las corporaciones, y pone énfasis en la lucha contra la exclusión y la pobreza, mientras el Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA), promovida por Washington, propicia el predominio del comercio como motor de todas las relaciones y abate fronteras para un sistema de supuesto libre comercio que en realidad conduce al monopolio”.
A estas dos visiones –la boliviana y la venezolana– Saxe-Fernández, doctor en estudios latinoamericanos de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México llamó “posmonroeísmo”, ya que en ambas naciones se han hecho a un lado las recetas del Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional para revertir los efectos de las nacionalizaciones petroleras en los países productores.
México, en cambio –afirmó–, sigue la hoja de ruta que se trazó en 1995, cuando el entonces presidente Ernesto Zedillo accedió, más como una rendición al término de una guerra que como un convenio entre dos naciones soberanas, a las condiciones que impuso Estados Unidos a cambio del rescate bancario que le concedió Bill Clinton para –gradualmente– desmantelar el control del Estado mexicano sobre Pemex.
Saxe-Fernández, quien por décadas ha estudiado e investigado temas de seguridad energética, insistió –como lo ha hecho en otros foros– en subrayar la “gran dimensión histórica” que entraña la propuesta del gobierno de Felipe Calderón para el petróleo mexicano, “una entrega del patrimonio nacional sin precedente”.
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