Carlos Fernández-Vega
Simulación, deporte de los hombres en el poder
A escasos meses de concluir el sexenio foxista, al modesto secretario de Hacienda del “cambio”, Francisco Gil Díaz, se le ocurrió la brillante idea de “recomendar” a quien lo sustituyera al frente de esa dependencia que, “en primer lugar, se hincara, que se pusiera de rodillas y le pidiera a mis colaboradores que siguieran aquí”, en la referida institución.
Por aquellos tiempos comentamos en este espacio que si la vida fuera justa, tendrían que ser Gil Díaz y sus monaguillos quienes se hincaran y pidieran perdón a los millones de mexicanos víctimas de su libro sagrado y sus prácticas dogmáticas.
Algunos de sus pupilos se quedaron y otros más llegaron a la Secretaría de Hacienda de la “continuidad”, mientras Gil Díaz aceptaba el hueso lanzado por la trasnacional financiera británica HSBC, que apenas probó, para poco después agarrar el arrojado por otra trasnacional, en este caso española, dedicada a la telefonía y que en México opera con la marca Movistar.
En ambos huesos claramente se leía “por los favores recibidos”, que fueron muchos y muy generosos para la famiglia financiera (nacional y extranjera, protegida por el gerente de Los Pinos en turno), entre ellos, de manera destacada, los fiscales. A Gil Díaz el “reconocimiento” de la trasnacional HSBC se le apestó por el escándalo generado, no así el otorgado por la española Telefónica (Movistar en México), que se tradujo en la dirección general.
Como titular de Hacienda del foxismo, más que obvios fueron los favores concedidos por Gil Díaz a los grupos financieros y empresariales “amigos del cambio”, pero debieron transcurrir 18 meses de la “nueva” administración gubernamental para que alguien se diera cuenta y denunciara algunas de las atrocidades cometidas por este personaje, en detrimento de la nación. Sin embargo, si la denuncia es seria y se le da seguimiento (es mucho pedir en el país de la impunidad) quien tal vez se vea en la penosa necesidad de arrodillarse sea el propio Paco.
Resulta que la Comisión Permanente demandó a la de Vigilancia de la Cámara de Diputados “que instruya a la Auditoría Superior de la Federación a que realice una exhaustiva investigación sobre el ex secretario de Hacienda, Francisco Gil Díaz, ya que existe la presunción de que ‘como funcionario benefició a la compañía española Telefónica y a su filial mexicana, Telefónica Móviles de México, a la que le estableció un régimen fiscal de excepción, con tasa cero en el cobro del IVA en los servicios de larga distancia internacional, en detrimento del erario mexicano’. De igual forma, la Permanente solicitó a la Secretaría de la Función Pública abrir una investigación sobre ‘la actuación de Gil Díaz en los últimos meses como titular de Hacienda’…” (La Jornada, Víctor Ballinas y Andrea Becerril).
Mientras los legisladores y la sempiternamente lenta SFP actúan en consecuencia, si es que lo hacen, vale la pena comparar los impuestos cubiertos por Telefónica en su tierra y en México. No es para sorprender, pero en su Informe anual 2007 la trasnacional detalla que ese año la tasa fiscal por ella cubierta en España fue de 12.66 por ciento (ingresos totales/ impuestos), la cual si bien es reducida nada tiene que ver con la que (supuestamente) pagó en México: apenas 7 por ciento (“contribución al progreso”, le llama), casi la mitad de lo que la misma empresa saldó en su país de origen. Nada mal para un consorcio que obtiene 63 por ciento de sus ingresos fuera de sus fronteras.
Las rebanadas del pastel
De la lectoría y el “idioma” de funcionarios como Jesús Reyes Heroles G.G.: “en este país, donde la simulación es el deporte que más practican los hombres en el poder, las trampas en el lenguaje son un requisito indispensable para mantener atada a la población; más ahora, que se pretende una de las más injustas decisiones en contra del pueblo mexicano. Es deplorable el grado de cinismo que estos personajes, nefastos en su mayoría, presumen. Recurren a la decencia que ellos no practican. Respaldan el actuar jurídico, cuando son los primeros en violar cualquier cosa que nos regule. Son autores en descalificar y los primeros quejosos cuando son ellos los recetados con la opinión ganada a pulso. Y, como en este caso, sacan por delante los diplomas como si hubiesen demostrado los últimos 30 años que sirvieran. Siempre, los asesores en propaganda, tienen la palabra idónea, la frase certera, el embuste conveniente. ¿Por qué debería ser de distinta manera? Ahora resulta que al que le duele el pie, por no saber de ortopedia, no puede opinar. A partir de hoy, usted no le puede sugerir el color a un pintor, ni la mínima cosa, porque él es el experto. ¿Acaso usted tiene que saber de mecánica, para no darse cuenta que le está viendo la cara, el pillo que le miente? ¿Tenemos que leer a Emmanuel Kant para saber que un policía no actúa éticamente? ¿Debemos quedarnos callados para demostrar que seguimos siendo ‘buenos mexicanos’? ¿Las experiencias depredadoras de los últimos 40 años deben quedar en el limbo de la crítica social? ¿La única sentencia debe ser encontrarle un defecto al ladrón e inventar un chiste? Eso quisieran estas personas pagadas de su estulticia. El dejar que nos claven el machete sin movernos es el escenario que sueñan estos tipos. El permitir que nos hundan por bastardas intenciones es la tónica a la cual están acostumbrados. Hoy llegó la hora de pararse del sillón. Dejar el control remoto y asustar al ladrón que a la sala se ha metido. Seremos ignorantes en el tema petrolero, pero somos doctorados en los fraudes que sufrimos. No tienen buenas intenciones, nos dice, a gritos, la experiencia. A esta sarta de ladrones, ningún beneficio más; ni siquiera, el de la duda. Por eso debemos reflexionar con nuestros cercanos; expresar nuestras dudas y opiniones, basadas en lo que nos han heredado estos ilustrados venidos de otros mundos. Hacer el juego, creyendo las trampas del idioma, es querer ser venado en un departamento. Es no vivir la realidad, que nos han endilgado ¡esta bola de tramposos!” (Francisco A. Servín de Alba, fsda@att.net.mx)... Saludos a los compas del círculo de estudios del Instituto Cultural José Martí.
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