viernes, junio 06, 2008
México, D.F. 5 de junio (apro).- Es un hecho que el gobierno de Felipe Calderón y el Sindicato de Trabajadores de Pemex, que encabeza Carlos Romero Deschamps, han pactado un trato terso, así sea de dientes para afuera: se florean, se apapachan y han dejado en claro que no se van a lastimar uno al otro. Pero no por ello deja de sorprender, por explícita y contundente, la defensa que del Sindicato hizo, el miércoles 4, el director general de la paraestatal, Jesús Reyes Heroles González-Garza.Ante una pregunta sobre el lastre que el Sindicato es para la industria petrolera –y que por lo mismo cualquier reforma tendría que pasar por la revisión de las relaciones laborales en Pemex--, el funcionario prácticamente enfureció, durante una conferencia de prensa conjunta con la secretaria de Energía, Georgina Kessel.Y emprendió la defensa a ultranza de los dirigidos por Romero Deschamps y de éste mismo. Antes que señalar o criticar los privilegios de los trabajadores de Pemex, se les debería hacer un reconocimiento porque trabajan en condiciones “bastante rudas”, dijo.También, que son erróneas las comparaciones “fáciles” sobre el desempeño de los trabajadores de Pemex frente al que registran los de otras empresas petroleras internacionales, en términos de productividad y eficiencia. Que tampoco es correcto decir que los trabajadores petroleros tienen remuneraciones mucho mejores a las que perciben trabajadores de otras ramas industriales. Casi grita: “No es inédito ni exclusivo de México (que ganen mucho los petroleros), porque trabajan en una industria de riesgo, porque trabajan en condiciones rudas”.Criticó también al exdirector de Pemex, Adrián Lajous, quien el día anterior –en el marco del séptimo foro senatorial sobre el debate de la reforma energética-- había dicho que, por los altos sueldos y el exceso de personal, el Sindicato se lleva parte de la renta petrolera. En realidad no fue nada suave, pero tampoco nada ajeno a una verdad conocida, lo que dijo Lajous. Textual: El Sindicato Petrolero ha logrado apropiarse, directamente, de una parte de la renta económica del petróleo a través de remuneraciones y prestaciones generosas y altos niveles de sobreempleo; también ha contribuido a disipar la renta económica al exigir e imponer prácticas laborales que afectan la eficiencia operativa de la empresa.Pero Reyes Heroles, autoinvestido en defensor de lo indefendible, dijo que la nómina de Pemex “está en línea con la de otras petroleras”, y exigió “hacer una serie de ajustes (mentales), antes de brincar a construcciones sobre la idea de que el trabajador petrolero mexicano está sobrepagado”.Son muchas las cosas que preocupan de esta defensa. Una, la mentira. El anterior director de Pemex, Luis Ramírez Corzo, a finales de 2005 reconoció que la plantilla de la paraestatal estaba excedida en por los menos 30,000 trabajadores; que de igual número de plazas podría prescindirse. Igual la nómina, tan alta como irracional –gracias a los ventajosos contratos colectivos y a los acuerdos, muchas veces subrepticios, entre empresa y líderes--: datos de Pemex, de marzo de este año, señalan que se destinan 61 mil 911 millones de pesos (de un total de 81 mil 140 millones de gasto corriente; es decir, el 76%) para el pago de salarios y prestaciones a cerca de 145 mil trabajadores y empleados (sindicalizados y de confianza).Y de la improductividad e ineficiencia de los trabajadores de Pemex sobran ejemplos, pero baste comparar –así se enoje Reyes Heroles-- con el caso de Petróleos de Venezuela (PDVSA), cuyos 50 mil trabajadores producen lo mismo que los 145 mil de Pemex.Y el propio gobierno ha dado cuenta de la pesada carga que son los trabajadores en las finanzas de la paraestatal: los activos totales de Pemex, al cierre de 2007, eran de 1 billón 247 mil 200 millones de pesos; sus pasivos totales (la deuda total, pues), de 1 billón 134 mil 500 millones de pesos, y de éstos, 528 mil millones de pesos, casi la mitad, eran pasivos laborales; es decir, lana que se le debe a los trabajadores.Pero si preocupa que Reyes Heroles mienta y ahora desconozca los propios datos de la empresa que confirman el lastre que representa el Sindicato, más preocupa –por lo que puede ocultar de la actual relación gobierno-sindicato-- que hasta emplee las mismas palabras que Romero Deschamps utiliza para defender a sus representados, como lo hizo, por ejemplo, el pasado 18 de marzo, en la conmemoración del 70 aniversario de la expropiación petrolera:“Somos quienes pasan 14 días en confinamiento y atención permanente a bordo de las plataformas marinas; somos los que pasan hoy cuatro meses, y antes más, a bordo de los buque tanques petroleros. Somos los que viven condiciones extremas en un remoto campamento en el desierto como escenario de las recortadas brigadas de exploración. Somos, a fin de cuentas, los que trabajan de manera cotidiana en las plantas de proceso y demás instalaciones con altísimas temperaturas y presiones.“Somos los que en lenguaje petrolero llamamos engasados, los intoxicados, los que viven permanentemente el riesgo de las explosiones e incendios, los estallidos y el fuego; somos los que enfrentan y saben cumplir con su tarea, aun en las condiciones más complicadas y difíciles. Somos, desafortunadamente, en ocasiones, los muertos y accidentados; somos los de las viudas, a las que hoy se ofende al cuestionar si serán merecedoras de una pensión vitalicia.“Somos a los que se nos señala como trabajadores de excepción porque tenemos un servicio médico exclusivo, cierto. Pero somos quienes hemos ayudado a construir unidades médicas y hospitales a lo largo y a lo ancho del país, lo mismo que escuelas, carreteras, puentes y caminos”.Y para qué seguirle. Las mismas palabras, el mismo tono, de Reyes Heroles. La defensa a ultranza sólo viene a acentuar las sospechas de un pacto, entre el gobierno y el Sindicato, que va más allá de un súbito arropamiento de parte de Felipe Calderón, curiosamente, uno de los principales impulsores, en 2002 –cuando era diputado--, del desafuero de Romero Deschamps y Ricardo Aldana, secretario de Finanzas del Sindicato, por el Pemexgate.Dicho arropamiento inició, al menos visiblemente, cuando el gobierno excluyó al Sindicato y, en general, a los trabajadores, de su dramático diagnóstico sobre Pemex, de marzo pasado, con el que justificó la reforma. Continuó en abril con las iniciativas de reforma petrolera, en las que sale intocado el Sindicato. Y que sigue configurándose (el cobijo gubernamental) en el debate sobre la reforma, en el Senado, pues en ocho foros, los defensores de la reforma han omitido nos sólo la problemática sindical, sino hasta el mismo término sindicato. Si el presidente pide a gritos el apoyo a su reforma, antes debe explicar qué pretende al cobijar, sobre todo, a Romero Deschamps y sus huestes, a un Sindicato y una dirigencia sindical, que por décadas se han caracterizado por la corrupción, la impunidad, los privilegios. Dicho por él mismo cuando era diputado.¿Es el costo que quiere pagar para sacar adelante sus proyectos? ¿Quiere hacer mancuerna con el Sindicato petrolero, ahora aliado al que encabeza Elba Esther Gordillo, el SNTE, para franquear la oposición del PRI a la reforma energética y, de paso, afianzarse electoralmente para 2009? O simplemente es el reconocimiento de que si no puedes con el enemigo, únete a él, habida cuenta de la capacidad del Sindicato de paralizar al país.
A saber.
cgacosta@proceso.com.mx
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