Julio Hernández López
Rajas políticas
Corte endogámica
Educación Púbica
El licenciado Calderón sufre una preocupante predilección por lo íntimo a la hora de tomar decisiones pertenecientes a lo público. De esa manera desaprovecha las oportunidades de realizar alianzas políticas que atenúen su aislamiento o, en otro enfoque, de mostrar a los mexicanos disposición a llenar los huecos de su gabinete con personajes capaces, experimentados, de primer nivel, sean o no pertenecientes a su reducto de Los Pinos. Un complejo de inferioridad ronda los espacios de por sí laberínticos y sombríos del ejercicio actual del Poder Ejecutivo, llevando al michoacano en turno a rodearse solamente de los propios, los conjurados, los leales, los pertenecientes a la cofradía acosada. Endogámico, el felipato renuncia a la política y establece una corte real, donde los jóvenes favoritos juegan a la política y ejercen los recursos públicos en función de los intereses de su elite empresarialmente dorada.
Así ha sucedido a la hora de relevar a un secretario de economía, Eduardo Sojo, que sale no por ser una herencia del foxismo claramente reciclado sino porque su figura, promesas y augurios contrastan gravemente con la realidad económica (por lo demás, va encaminado al INEGI, guanajuatizado ya este instituto “autónomo” al convertirlo en depósito de residuos políticos). Llega al relevo alguien carente de credenciales suficientes en términos técnicos, académicos y políticos. Un personaje de tercer nivel (que hace un par de años no aparecía en los radares básicos del poder) que no ofrece ninguna garantía de desempeñar con calificaciones aceptables el regalo que le ha hecho el jefe de la camaradería simplona. Gerardo Ruiz Mateos fue inventado por Calderón al calor de la campaña desesperanzada y decadente en que sólo unos cuantos, sin mayor capital para apostar que la perseverancia, se mantuvieron al lado del candidato presidencial panista maltratado por el todopoderoso Chente y sumido en crisis electoral resuelta mediante la fórmula 0.56%.
Las virtudes del amiguismo sostenido son pagadas con cargo a la nación. Un país con fuertes problemas políticos es entregado para su “gobernación” interna a Juan Camilo Mouriño en compensación por fondos amistosos de campaña y con la vista puesta en asegurar un futuro económico (muy) petroleramente desahogado para los miembros de la palomilla. Los extremos aberrantes de tal predilección por el circulito íntimo están a la vista con ese ruidosamente desfondado secretario hispano-mexicano de Bucareli, llamado Iván en los privados palaciegos, a quien supuestamente se encaminaba a la candidatura presidencial de 2012 pero que al lanzarlo tan tierno a ruedos de primer nivel se le expuso a las cornaduras derivadas de sus paseíllos empresariales del sureste y sus lucrativas querencias transoceánicas. Otra sorpresa, sólo entendible a la luz de la mencionada opción preferencial por la camarilla, se dio a la hora de designar nuevo secretario de desarrollo social: Ernesto Cordero fue el miembro del clan llevado a los niveles cardenalicios de la política mexicana. Y ahora la irrupción de Ruiz Mateos: frente a la pulmonía económica trasnacional en puerta, las Farmacias Calderón ofrecen una pastillita cuyo único mérito es venir del botiquín privado, de la Reserva del Patrón. En realidad, el político inestable en cuanto a gabinete parece estar a la caza de cualquier oportunidad de deshacerse de algún colaborador que le sea distante o indiferente en los afectos, para enseguida acomodar allí al cuate más a la mano, sepa o no éste con exactitud y reconocida relevancia de los asuntos que le son encargados a partir de una rigurosa visión de Estado... de ánimo.
Las rajas políticas sacadas del botín de Los Pinos forman parte de una realidad hendida, golpeada, agrietada. Eduardo Medina Mora, cabeza de una coalición de intereses económicos y políticos que mantienen al país en crisis, se queja desde su procuraduría facciosa de que el desbordamiento de la criminalidad proviene, en parte propagandísticamente explotable, de la falta de reconocimiento formal del ebrardismo a la condición presidencial de un señor que vive en Los Pinos. Deshilvanados y sin oficio, los funcionarios calderónicos apenas pueden disfrazar la consigna superior que trata de convertir el caso Martí en instrumento de revanchas políticas y planeaciones electorales: hágase la gran seguridad pública en cuanto Marcelo reconozca a Felipe. El acusado reviró pidiendo que no se busque sacar raja política de lo que, evidentemente, es una gran rajadura.
Para que el respetable público no se aburra, la administración federal se viste con genuinos trapos de conservadurismo escandalizado e impide, por medio de la escritora que pedía a Dios que la hiciera viuda (y que, en venganza, la hizo secretaria de los gabinetes vicentino y felipillo), que en las escuelas públicas de la ciudad de México se repartan los libros de sexo gratuito que el marcelismo hizo publicar. Cualquiera puede ver por las calles del país, en algunos puestos de periódicos, publicaciones pornográficas que en sus portadas despliegan toda su crudeza carnal. También pueden las familias disfrutar en casa de las ardientes telenovelas nocturnas cargadas de escenas de erotismo democratizado, o en ciertas estaciones de radio pueden escucharse programas vespertinos de aventuras sexuales juveniles. Pero que no se le ocurra a un gobierno de crucificable denominación perredista suministrar información seria y confiable sobre la sexualidad cada vez más temprano iniciada, porque los cruzados de la decencia y la moralidad sin condón se lanzan con todo contra esos intentos de erigir una libresca Secretaría de Educación Púbica (¡Niño, o niña: déjese ‘ai!).
Y, mientras los diputados y senadores deciden si con pena de muerte o cárcel de por vida se pueden impedir los secuestros, sin atender el marco propicio de la generalizada corrupción gubernamental-policiaca y de la desigualdad económica, ¡hasta mañana, en esta columna que cada vez ve más “malos entendidos” e “incidentes” militares con gringos en la frontera norte!
jueves, agosto 07, 2008
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