Federico Arreola
El diario de la derecha, Reforma, a veces hace muy buen trabajo. Este martes lo hizo. Transmitió completo, por internet, el discurso en el que, muy emocionado, Alejandro Encinas rechazó ocupar la secretaría general del PRD.
Encinas no aceptó este cargo para no convalidar el fraude electoral del que se valieron Los Chuchos para llevar a la dirigencia de ese partido a Jesús Ortega.
Si Encinas hubiera cedido a las presiones de quienes deseaban verlo como el segundo hombre en la estructura burocrática del Partido de la Revolución Democrática, detrás de Ortega, se habría convertido en cómplice no sólo del “Chuchinero”, sino también del gobierno federal que claramente operó para que Chucho se quedara, a la mala, con la victoria.
Alejandro Encinas probó que no es de los que comen mierda. En el PRD las heces quedaron como platillo exclusivo para el pútrido paladar de Jesús Ortega.
Pero Encinas no se va del PRD. Seguirá dando la pelea, desde el interior del partido, por consolidar la democracia mexicana. Al mismo tiempo, anunció que creará un movimiento de militantes perredistas para renovar a este instituto político.
No lo dijo así Encinas, pero su tarea será la del fumigador que intentará desinfectar la porquería que Los Chuchos van a dejar regada en cada rincón de la presidencia del PRD.
Me gustó, y mucho, el discurso de Encinas. El ex jefe de Gobierno de la Ciudad de México se vio como un verdadero líder de izquierda.
Y, aunque las comparaciones son odiosas, mientras escuchaba a Alejandro Encinas, no pude dejar de pensar en Ortega: qué pequeño es Chucho, y qué tonto. Ya nadie podrá sacarlo del basurero de la historia.
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