miércoles, marzo 25, 2009

Justicia supranacional y doble moral

José Steinsleger / y III

Si la Corte Penal Internacional (CPI) fue creada para juzgar a personas acusadas de crímenes de guerra… ¿qué acontecería en caso de que alguna institución del nuevo Estado soberano de Irak (producto de la invasión yanqui) acusara de genocidio y crímenes de guerra a George W. Bush, Dick Cheney, Donald Rumsfeld, Colin Powell, Condoleezza Rice?

Nada. La CPI fue diseñada con base en la doble moral que caracteriza los ordenamientos penales nacionales: igualdad formal y mañas leguleyas excluyentes, selectivas y clasistas. ¿Omar El Bashir, presidente de Sudán, acusado de genocidio en Darfur? ¡Orden de captura internacional! Ehud Olmert, premier de Israel, carnicero de Palestina? ¡Cuidado de incurrir en antisemitismo!

Según el académico argentino y juez de instrucción Martín Lozano, la CPI suele enfrascarse en discusiones ociosas y bizantinas. Gasta su tiempo, por ejemplo, en definir el crimen de agresión, previsto en el artículo 6 del Estatuto de Roma, y en la resolución de la Asamblea General de la ONU 3314 (1974): uso de la fuerza armada por un Estado contra la soberanía, la integridad territorial o la independencia política de otro Estado.

La iniciativa para presentar una denuncia ante la CPI puede venir del Estado donde ocurrió el ataque. ¿Y si las víctimas no constituyen un Estado? Sería el caso de Palestina, cuyo gobierno se halla en un limbo jurídico que el Estado de Israel aprovecha para proseguir indefinidamente con las matanzas de palestinos.

Al presidir la ceremonia en la que 60 países ratificaron la creación de la CPI (La Haya, 11 de abril de 2002), el ex secretario general de la ONU Kofi Annan aseguró: Se acaba de dar un golpe a la impunidad. Y en ese preciso momento Israel ejecutaba en Cisjordania una masacre que causó 500 muertos en el campo de refugiados de Jenin… ¡a cargo de la ONU!

Tres meses después, la ONU rechazó las acusaciones palestinas sobre el ataque israelí. No bastó que las denuncias fueran plenamente corroboradas por todas las agencias de noticias internacionales, y que todos los organismos humanitarios señalasen al Estado judío como responsable de la masacre, a más de rechazar el ingreso de una misión de la ONU al lugar.

El Consejo de Seguridad no pudo ponerse de acuerdo sobre la actitud a tomar. El embajador estadunidense en la ONU, John Negroponte, sostuvo que el informe confirmaba que no hubo masacre en Jenin. Peter Bouckaert, responsable de Human Rights Watch en Nueva York, respondió: las únicas personas que pueden alegrarse del contenido son quienes desde el principio hicieron imposible la investigación.

Kofi Annan abogó para que ambas partes (sic) sacaran las lecciones de este trágico episodio (sic), y tomaran las medidas necesarias para poner fin a un ciclo de violencia que mata civiles inocentes de ambos lados (sic).

Ambas partes, trágico episodio, lecciones de este trágico episodio, civiles inocentes, y la muletilla más importante: ambos lados: el uno que posee 300 bombas nucleares, y buena parte de la banca internacional; y el otro que resiste los ataques del invasor, y subsiste en la pobreza y el bloqueo total.

Con la justicia supranacional (sea en la ONU o en la CPI), acontece lo mismo que con el libre comercio. So pretexto del pragmatismo y la eficiencia, vertiginosa circulación de mercaderías. So pretexto de la seguridad, lenta, restrictiva y engorrosa circulación de las personas.

¿Tiene sentido una CPI? La propia fiscalía admite que sólo podría tratar los casos que puede ganar (v. gr. Sudán, Ruanda), pues... ¿qué brazo de la ley está en condiciones de sentar en el banquillo a líderes políticos y militares de Estados Unidos, Rusia o Israel (países que no ratificaron el Estatuto de Roma), fuera de China, que ni siquiera se dio por enterada de la existencia del tribunal?

El concepto de soberanía resulta anacrónico cuando se habla de inversiones y comercio. Pero si organizaciones humanitarias pretenden que los criminales de guerra del imperio sean investigados por una corte de justicia supranacional, los globalizadores se convierten en adalides de la soberanía, aduciendo que no puede exigirse a ningún país que cercene la competencia de sus propios tribunales.

CPI: ¿institución destinada a legitimar el ordenamiento jurídico internacional de los estados más poderosos, o esperanzado realismo jurídico para tornar más perfectible el derecho internacional?

La interrogante queda abierta. Por ahora, el mundo de la alta política se rige por las increíbles declaraciones de aquel alto funcionario de la ONU, luego de la masacre de Jenin: El hecho de que no dijéramos que tuvo lugar una matanza, no quiere decir que no la haya habido (sic).

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