Julio Hernández López
El calderonismo está contento porque los gringos han decidido poner agentes y espías en la frontera con México y porque al fin parecerían decididos a tomar medidas en relación con su vecino fallido. A ningún país medianamente sensato le provocaría entusiasmo que a sus asuntos se asomen las bélicas narices del imperio en decadencia, mucho menos si a lo largo de su historia independiente ese país ha sufrido, de parte del otro, robos de territorio, invasiones sin justificación y ofensas altaneras. Pero el felipismo, a través de la voz de su canciller Patricia Espinosa, considera un gran triunfo que Washington esté desplegando fuerzas armadas (primero policías, luego se verá si también tropas) a lo largo de la línea común, como si el preocupante hecho hubiese sido intencionalmente buscado a lo largo de la inexplicable guerra torpe y sin sentido que Los Pinos ha declarado a los cárteles mexicanos del narcotráfico.
La apertura de puertas al intervencionismo estadunidense hace recordar episodios como el de 1914, en Tampico, cuando nueve marinos del acorazado estadunidense USS Dolphin bajaron en un bote a buscar combustible y se toparon con militares mexicanos que los apresaron por entender que estaban violando disposiciones locales. A pesar de que con rapidez fueron giradas instrucciones para que los marinos yanquis fueran liberados, y presentadas las excusas oficiales, el comandante de ellos exigió como desagravio que en territorio mexicano se izara la bandera estadunidense y se le rindieran honores, con los correspondientes cañonazos de salva. La negativa mexicana a cumplir las vergonzosas condiciones –un pretexto, una provocación– desencadenó la segunda intervención de Estados Unidos en México, con la ocupación de Veracruz durante seis meses, en tiempos de un presidente de México llegado de manera ilegítima al poder, Victoriano Huerta.
A la instalación intencional de condiciones para que Estados Unidos se sienta con derecho a manejar los asuntos de su ingobernable patio trasero habrá de agregarse el hecho de que la vida civil mexicana ha sido sustituida paulatina pero imparablemente por el nuevo poder rector, el de los militares. Así, de golpe, en un par de años, ha cambiado el panorama político y cívico de los mexicanos: las libertades han sido cercenadas mediante acciones castrenses que ya son cotidianas y, sobre los ánimos críticos o combativos de los ciudadanos, se abate el permanente amago de los operativos armados que con el pretexto de la lucha contra el narcotráfico pueden alcanzar cualquier ámbito. Y ahora el escenario de restricciones y amenazas es consolidado por la virtual invitación que se hace al gobierno estadunidense para que intervenga en asuntos mexicanos cuando crea conveniente, en aras de la seguridad nacional vecina que convenientemente ha sido amenazada por las andanzas militares calderónicas que parecieran pensadas principalmente con ese propósito de hacer trasnacionales los problemas locales que no puede resolver. Por lo pronto, y a reserva de lo que se juntará en las próximas semanas, ¡bienvenida, Hillary, sus sonrisas escenográficas permanentes y el rediseño del mundo, o de perdis, del traspatio sureño, conforme a los intereses gringos!
Dos asuntos más de los que hicieron al sonorense Beltrones solicitar pantalones bien fajados están en fase de definición: la comisión binacional que estudia el caso de la francesa Florence Cassez está por terminar la redacción de sus resultados, y entonces habrá de saberse si la administración calderónica ha hecho todo este teatro de la comisión con el propósito de repartir culpas sobre una decisión tomada que consistiría en entregar a la sentenciada a la justicia francesa, donde su pena podría ser reducida o extinguida. Desde el primer día se han producido versiones que aseguran que Calderón prometió a Sarkozy entregar a Cassez, a pesar del muy generalizado rechazo de los mexicanos que entienden esa posible cesión como un gesto de ofensa extrema a quienes en su país tienen que cumplir las sentencias de un sistema judicial corrupto. El otro tema en cartera es el de Banamex, sobre todo a partir de las presiones del antes mencionado senador sonorense que, entre nubes de harina de maíz, tratará de que la Suprema Corta decida si es válida la interpretación que el ministro Carstens hizo de las leyes para determinar que no hay tos con que la Casa Blanca tenga dinero e intereses en el citado Banamex. A Beltrones le interesa que este banco esté en manos de mexicanos, y si estos se apellidan González y Hank, mejor.
Astillas
Un lector de Ciudad Juárez, cuyo nombre será omitido, señala que lo que afirma el gobierno, de que se redujo la violencia en esta ciudad, simplemente es mentira; se han reducido las ejecuciones, pero esa no es violencia que nos afecte a todos, pues sólo era un proceso entre criminales. La violencia real, la que nos afecta a la gente de a pie, es el asalto diario en el transporte, en la calle y en la tiendita de la cuadra, el robo de autos, los asesinatos o heridas por quitarnos nuestro dinero. Eso sigue igual... El ingeniero y arquitecto Jorge Emilio Reyes Amador escribe desde Querétaro: desde hace dos años veo con desilusión que tus comentarios siguen siendo netamente PRD. Incluso, de un tiempo para acá sólo emites y comentas lo que te conviene, pero habemos lectores que nos hartamos de ciertas tendencias. Por ejemplo, ¿qué pasó con el tan llevado News Divine? Espero contribuir a despejar tus telarañas que tengas por envidia o lo que sea... Surrealismo mexicano: soldados tuvieron que encabezar el derribo de capillas a la Santa Muerte en la carretera Nuevo Laredo-Monterrey... Bueno, noticia ya casi ni es: los consejeros buque del Instituto del Fingimiento Electoral volvieron a perdonar a una televisora nacional en cuanto a multas por cobrar... Y, mientras el fallecimiento del Ratón Macías pone de manifiesto que quedan pocos ídolos populares en México, ¡hasta mañana, en esta columna que no ofrece recompensas a quienes le acercan datos para capturar información interesante!
Fax: 5605-2099 • juliohdz@jornada.com.mx
miércoles, marzo 25, 2009
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