http://serviciodenoticiasisa.
Sumario:
I. La desinformación como plaga. Editorial de La Jornada
II. El sistema de salud al desnudo, por Javier Flores
III. Epidemia de lucro, por Silvia Ribeiro
IV. Sobrevivir, por Pedro Miguel
——————————————————————
LA DESINFORMACIÓN COMO PLAGA
(Editorial de La Jornada del 28 de abril de 2009)
Ante el incremento de los casos de influenza porcina en México y la expansión de ese padecimiento en distintos países —Estados Unidos, Canadá y España con casos confirmados; Brasil, Colombia, Francia, Reino Unido, Australia, Israel y Nueva Zelanda con casos por confirmar—, la Organización Mundial de la Salud (OMS) elevó ayer su alarma epidemiológica del nivel 3 al 4 —en una escala de seis—, fase que considera un incremento significativo en el riesgo de una pandemia. Al respecto, el responsable de seguridad sanitaria del organismo, Keiji Fukuda, señaló que el virus A/H1N1, causante de la influenza porcina, “está tan extendido que ya no tiene sentido intentar contenerlo”, aunque afirmó que aún se encuentra en una etapa “suave” y que las muertes registradas en México se deben a que las personas infectadas padecían “otras patologías”.
Por su parte, el titular de la Secretaría de Salud federal, José Ángel Córdova Villalobos, afirmó en conferencia de prensa que el país vive “el momento más álgido de la epidemia causada por la gripe porcina”; informó que el número de muertes posiblemente causadas por esta enfermedad asciende a 149 y que cerca de dos mil personas han ingresado en los hospitales a causa de neumonías severas. A raíz de lo anterior, dijo, el gobierno federal decidió suspender las actividades escolares en los 32 estados de la República hasta el próximo 6 de mayo. En tanto, el jefe de Gobierno del Distrito Federal, Marcelo Ebrard, decretó la “alerta máxima” en la capital del país, declaración que es de suponer generó justificadas y comprensibles inquietudes en la población capitalina, pese a que hasta el momento no se han suspendido los servicios de transporte público, no se ha ordenado el paro total de las actividades económicas ni se ha instaurado un estado de cuarentena para la población civil, aunque sí se decretó el cierre de los 35 mil restaurantes de la ciudad.
En el momento presente puede apreciarse en amplias franjas del territorio nacional, sobre todo en la capital del país y su área conurbada, un sentir generalizado de zozobra social que, paradójicamente, no ha derivado en sentido estricto de la existencia y difusión del virus mencionado, sino que ha sido inducido por la opacidad con que se han conducido hasta ahora las autoridades de salud de todos los niveles, desde los organismos internacionales hasta los gobiernos federal y estatales.
En menos de una semana, las autoridades sanitarias en México han transitado de la caracterización de los primeros brotes de influenza porcina como “casos habituales fuera de temporada” hasta la adopción de medidas como la ya comentada suspensión de clases en todo el país que hoy por hoy constituyen el principal indicador para la población en torno a la gravedad del asunto. Fuera de eso, los encargados de la salud pública han omitido proporcionar datos concisos y oportunos sobre las personas fallecidas, como edad, género y condiciones de salud previas, información que resulta de suma relevancia para explicar el desenlace fatal de muchos de los casos que se han registrado en el país, de acuerdo con lo señalado por el funcionario de la OMS. De igual forma, no se han proporcionado mapeos de los lugares de las muertes ni de los brotes de la enfermedad —que permitirían a la población evitar potenciales focos de infección—, ni se ha atinado a responder por qué un mismo padecimiento ha derivado en decenas de muertes en nuestro país y no ha ocurrido otro tanto en Estados Unidos ni en países desarrollados en los que se ha hecho presente el virus.
La falta de transparencia en la información oficial constituye, en la actual circunstancia, un factor de riesgo adicional para la salud pública. Es necesario, en suma, que las autoridades de todos los niveles de gobierno entiendan que, en situaciones como la actual, la calma de la población es un elemento indispensable para el pleno acatamiento de las medidas de prevención que se promueven, y que ésta depende, en buena medida, de la pulcritud, la veracidad y la oportunidad con la que las autoridades cumplan con su deber de informar.
--------------------
EL SISTEMA DE SALUD AL DESNUDO
por Javier Flores
(publicado en La Jornada el 28 de abril de 2009)
El número de muertes en nuestro país en el contexto de la epidemia de influenza crece de forma muy importante. En los días pasados los fallecimientos se han multiplicado. El reporte más reciente, dado a conocer ayer, indica un crecimiento de 148 por ciento respecto de la cifra del sábado anterior (al pasar de 60 a 149 defunciones), lo que indica un aumento alarmante. Claro, se argumenta que no todos los decesos corresponden inequívocamente a la influenza porcina, pues esto no se ha logrado confirmar mediante las pruebas de laboratorio. La muerte avanza más rápido que la capacidad técnica de nuestro sistema de salud. Éste es un primer aspecto en el que claramente hemos sido rebasados por la epidemia, y muestra sin duda una de nuestras mayores debilidades.
Una de las preguntas más importantes que surgen hoy es: ¿por qué en las naciones donde se ha presentado la influenza porcina no se han producido muertes, y en México sí? En Estados Unidos, nación donde ya se ha decretado una emergencia sanitaria por esta causa, se han detectado 40 casos. Todos han sido confirmados a través de las pruebas de laboratorio más exigentes, como producto del nuevo virus de la influenza porcina. Si bien la tasa de crecimiento de la enfermedad es también muy elevada (creció en 100 por ciento entre el domingo y el lunes) hasta el momento de escribir este artículo ninguna de las personas infectadas ha muerto. Lo mismo ocurre en la mayoría de los países europeos en los que se han presentado estos casos. Se trata de una patología que, como hemos dicho, es curable si se trata de forma adecuada y a tiempo.
Para responder a esta pregunta es necesario formular algunas hipótesis. La primera es que a nosotros esta crisis sanitaria nos tomó por sorpresa y no pudimos, o no supimos, reaccionar a tiempo. En el discurso del secretario de Salud, José Ángel Córdova Villalobos, se encuentra una y otra vez la justificación de que no sabíamos que nos enfrentábamos a un virus nuevo. Está bien, pero ahora ya lo sabemos y, sin embargo, han muerto cada día 45 personas, en promedio. Entonces quedan como posibles explicaciones las fallas en nuestro sistema de salud, que si bien fue uno de los mejores en América Latina y en el mundo, se abandonó a su suerte en los pasados 20 o 30 años.
Hace unas semanas, un ex secretario de Salud y ex rector de la Universidad Nacional Autónoma de México, el doctor Juan Ramón de la Fuente, señaló con toda claridad cómo la investigación científica en el Instituto Mexicano del Seguro Social, que fue una de las más productivas y de la más alta calidad en México en el área biomédica, fue prácticamente desmantelada.
Creo que ahí podemos encontrar algunas respuestas a las interrogantes a las que nos enfrenta la epidemia de la influenza porcina. Nos muestra cómo somos, al desnudo. Revela la evolución de uno de los mejores sistemas de salud pública del mundo que muchos (y yo me incluyo) creíamos preparado para enfrentar las peores contingencias sanitarias. Ahora lo podemos ver con toda claridad… con 45 muertos diarios, en promedio.
Quiero aclarar que no estoy tratando de politizar un problema de salud pública. Sostengo que la coordinación de las medidas para enfrentar esta crisis sanitaria, a cargo de la Secretaría de Salud, requiere de la unidad y el respaldo de todos. Ni siquiera pretendo hacer responsable al secretario de Salud, pues hace lo que puede, y debe contar en este momento con todo nuestro apoyo. Pero no podemos tampoco eludir las preguntas que el curso de la epidemia nos plantea y dejar de ofrecer las respuestas que exige la sociedad.
Finalmente, quiero referirme al préstamo reciente que ha recibido México del Banco Mundial para enfrentar esta epidemia. El secretario de Hacienda ha informado que una parte será utilizada en el fortalecimiento de nuestro sistema de salud, como la compra de medicamentos y la creación de infraestructura médica. Creo que el camino del endeudamiento, que ya hemos experimentado en el pasado, nos ha dejado amargas experiencias; pero si es bien utilizado en este caso, en nuestro sistema sanitario y en la investigación biomédica, puede ser útil para comenzar a corregir el camino. Se requiere de la vigilancia de la sociedad sobre el uso de estos recursos. No debe ser empleado para la guerra contra el narcotráfico con el pretexto del tratamiento de las adiciones, y mucho menos debe usarse con fines electorales.
------------------
EPIDEMIA DE LUCRO
por Silvia Ribeiro
(publicado en La Jornada el 28 de abril de 2009)
La nueva epidemia de influenza porcina que día a día amenaza con expandirse a más regiones del mundo, no es un fenómeno aislado. Es parte de la crisis generalizada, y tiene sus raíces en el sistema de cría industrial de animales, dominado por grandes empresas trasnacionales.
En México, las grandes empresas avícolas y porcícolas han proliferado ampliamente en las aguas (sucias) del Tratado de Libre Comercio de América del Norte. Un ejemplo es Granjas Carroll, en Veracruz, propiedad de Smithfield Foods, la mayor empresa de cría de cerdos y procesamiento de productos porcinos en el mundo, con filiales en Norteamérica, Europa y China. En su sede de Perote comenzó hace algunas semanas una virulenta epidemia de enfermedades respiratorias que afectó a 60 por ciento de la población de La Gloria, hecho informado por La Jornada en varias oportunidades, a partir de las denuncias de los habitantes del lugar. Desde hace años llevan una dura lucha contra la contaminación de la empresa y han sufrido incluso represión de las autoridades por sus denuncias. Granjas Carroll declaró que no está relacionada ni es el origen de la actual epidemia, alegando que la población tenía una gripe "común". Por las dudas, no hicieron análisis para saber exactamente de qué virus se trataba.
En contraste, las conclusiones del panel Pew Commission on Industrial Farm Animal Production (Comisión Pew sobre producción animal industrial), publicadas en 2008, afirman que las condiciones de cría y confinamiento de la producción industrial, sobre todo en cerdos, crean un ambiente perfecto para la recombinación de virus de distintas cepas. Incluso mencionan el peligro de recombinación de la gripe aviar y la porcina y cómo finalmente puede llegar a recombinar en virus que afecten y sean trasmitidos entre humanos. Mencionan también que por muchas vías, incluyendo la contaminación de aguas, puede llegar a localidades lejanas, sin aparente contacto directo. Un ejemplo del que debemos aprender es el surgimiento de la gripe aviar. Ver por ejemplo el informe de GRAIN que ilustra cómo la industria avícola creó la gripe aviar (www.grain.org).
Pero las respuestas oficiales ante la crisis actual, además de ser tardías (esperaron que Estados Unidos anunciara primero el surgimiento del nuevo virus, perdiendo días valiosos para combatir la epidemia), parecen ignorar las causas reales y más contundentes.
Más que enviar cepas del virus para su secuenciación genómica a científicos como Craig Venter, que se ha enriquecido con la privatización de la investigación y sus resultados (secuenciación que, por cierto, ya fue hecha por investigadores públicos del Centro de Prevención de Enfermedades en Atlanta, Estados Unidos), lo que se necesita es entender que este fenómeno se va a seguir repitiendo mientras prosigan los criaderos de estas enfermedades.
Ya en la epidemia, son también trasnacionales las que más lucran: las empresas biotecnológicas y farmacéuticas que monopolizan las vacunas y los antivirales. El gobierno anunció que tenía un millón de dosis de antígenos para atacar la nueva cepa de influenza porcina, pero nunca informó a qué costo.
Los únicos antivirales que aún tienen acción contra el nuevo virus están patentados en la mayor parte del mundo y son propiedad de dos grandes empresas farmacéuticas: zanamivir, con nombre comercial Relenza, comercializado por GlaxoSmithKline, y oseltamivir, cuya marca comercial es Tamiflu, patentado por Gilead Sciences, licenciado en forma exclusiva a Roche. Glaxo y Roche son la segunda y cuarta empresas farmacéuticas a escala mundial y, al igual que con el resto de sus fármacos, las epidemias son sus mejores oportunidades de negocio.
Con la gripe aviar, todas ellas obtuvieron cientos o miles de millones de dólares de ganancias. Con el anuncio de la nueva epidemia en México, las acciones de Gilead subieron 3 por ciento, las de Roche 4 y las de Glaxo 6 por ciento, y esto es sólo el comienzo.
Otra empresa que persigue este jugoso negocio es Baxter, que solicitó muestras del nuevo virus y anunció que podría tener la vacuna en 13 semanas. Baxter, otra farmacéutica global (en el lugar 22), tuvo un "accidente" en su fábrica en Austria en febrero de este año. Le envió un producto contra la gripe a Alemania, Eslovenia y la República Checa, contaminado con virus de gripe aviar. Según la empresa, "fueron errores humanos y problemas en el proceso", del cual no puede dar detalles, "porque tendría que revelar procesos patentados".
No sólo necesitamos enfrentar la epidemia de la influenza: también la del lucro.
-------------------
SOBREVIVIR
por Pedro Miguel
(publicado en La Jornada el 28 de abril de 2009)
El primer hecho que se olvida en estos momentos es que, como especie, como país, como conglomerado urbano, hemos de sobrevivir. La enorme mayoría de nosotros emergerá de este episodio sana –o ni más ni menos enferma que hasta antes de la influenza–, confundida y triste; devastada por la foto que habrá de agregarse al altar de muertos, mareada por la alteración de la vida cotidiana, reseca por la proscripción del contacto físico, empobrecida (más) por la paralización económica obligada, y humillada por tener que plegarse –no hay de otra– a la dictadura epidemiológica de los ineptos, corruptos, opacos y mandoncitos que integran el calderonato. Qué deprimente.
La contundencia de las catástrofes suele imprimir una percepción de permanencia que cuesta remontar. La vida nos cambió de pronto y flota en el ambiente, junto con la molécula perniciosa, la impresión de que esto es para siempre. Andamos o estamos con la sensación a cuestas de que nuestro mundo ha sido trastocado de manera irreparable. Lo más probable, en la mayor parte de los casos, es que no: casi todos los microbuses atestados recuperarán a casi todos sus pasajeros; casi todos los talleres mecánicos y las misceláneas sobrevivirán a la decena trágica de la influenza porcina, casi todas las panaderías volverán a abrir las puertas cuando los capitalinos sonámbulos vuelvan a sus calles, casi todos los puestos de tacos insalubres y de jugos con y sin salmonela retomarán su sitio.
Claro que ninguna de las expresiones del próximo resurgimiento podrá consolar a quienes, en las jornadas de la peste, pierdan a una persona inmediata o próxima ni a quienes se vean forzados a torcer su destino porque vivían al día y no lograron subsistir con los oficios que ejercieron hasta la semana pasada, ni a quienes perdieron, por fuerza de la contingencia, la oportunidad de su vida.
Todo termina por saberse, y ya habrá tiempo para establecer si las muertes ocurridas, más las que se sumen, eran inevitables o consecuencia del abandono y el saqueo que ha sufrido el sector salud en los sexenios recientes y no tanto. Ya nos dirán la razón de que este virus ataque, además de en nuestro país, en Estados Unidos y Europa, pero que hasta el momento sólo mate mexicanos. Ya se podrá averiguar qué Bribiesca, cuál Hildebrando o qué Mouriño sobreviviente (son meros ejemplos del contratismo enriquecedor) se está haciendo rico en estos momentos con la adjudicación de la compra de tapabocas y antivirales.
Pero ahora lo más importante no es eso, sino esmerarse en no enfermar del sistema respiratorio ni de la esperanza y tener presente que esto no es, salvo para los que han sido unos cuantos en la estadística y demasiados en el sentir humano, el fin del mundo. Al fin de este paréntesis viral, la vida nos hallará y no debemos llegar a la cita con las manos vacías. Se puede al menos aprovechar la interrupción del bullicio urbano para reflexionar, en las calles vacías o dentro de las casas, y pensar en la manera de impedir que, en lo sucesivo, las autoridades de todos los niveles nos oculten total o parcialmente la verdad, se dirijan a nosotros con una arrogancia tecnocrática huérfana de fundamentos y de autoridad real y nos traten como si fuéramos un hato ganadero.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario