Luis Linares Zapata
La cadena de acontecimientos negativos, entre ellos las dos crisis sucesivas (la alimentaria y la económica), recrudece la vida cotidiana con la epidemia de influenza porcina que azota al país. Comprobar la ausencia de un solo laboratorio capaz de identificar la naturaleza de un fenómeno desconocido de salud, pone en evidencia los enormes huecos que el modelo de gobierno y económico ha inducido en la estructura productiva y científica de México. Se tuvo que recurrir al extranjero (Estados Unidos y Canadá) para averiguar el tipo de virus que está matando a los mexicanos. La parálisis de la vida organizada actual podría haber sido más benigna con tan sólo reaccionar días antes a la emergencia. No se pudo y, ahora, muerto el niño, hay que tapar el pozo a marchas improvisadas: importando dos laboratorios.
Pero similar cuestión puede encontrarse si de producir vacunas se trata. La empresa pública especializada (Birmex) hace mucho tiempo dejó de investigar por sus propios medios e imposibilitó su debido desarrollo. Ha quedado, esparcida por muchas clínicas nacionales, una red de detección de influenza que todavía hace su trabajo; son los remanentes de esa burocracia epidemiológica y asistencial de prestigio que ha sido diezmada sin contemplaciones durante el panismo empoderado. Pero sus capacidades de detección y análisis, como se puede fácilmente observar, son limitadas, tanto en personal experto como en equipos adecuados. Cosa de la astringencia presupuestal y las prioridades asignadas desde la lejana mirada de los tecnócratas hacendistas, celosos guardianes del neoliberalismo más retardatario y decadente.
La visita reciente del presidente Sarkozy, de Francia, lo mostró a las claras. Este conflictivo y protagónico personaje inauguró un laboratorio con inversión gala para producir antígenos de vacunas (Sanofi-Pasteur), uno de los sectores de negocios más lucrativos del mundo. Aquí se harán el empaque, la distribución y venta de las vacunas, es decir, la maquila. Se atestigua así el hecho, sin referente mundial, donde un país de más de 100 millones de habitantes es incapaz de satisfacer sus necesidades apremiantes de salud y, como en este preciso caso de influenza porcina, de seguridad nacional. Hay que recurrir al mercado externo para ello. No hay, dentro de las economías mayores del planeta, alguna que se haya situado, por decisión propia, en tal circunstancia.
Pero, eso sí, el sólido secretario de la Hacienda pública sale presuroso a firmar un nuevo crédito de 205 millones de dólares con el Banco Mundial para enfrentar la epidemia. De nueva cuenta, las autoridades federales se cobijan en los organismos financieros que han sido causantes de tantas penalidades y vergüenzas sin que haya, realmente, necesidad de tan reprobable solicitud de auxilio.
¿Qué gana el país con estas ayudas? No podrían sacar tan ralos recursos de los propios ajustes presupuestales que no se han hecho. Con limitar un tanto los seguros de gastos médicos mayores de los funcionarios públicos alcanzaría para mucho más que la dudosa generosidad exhibida por ese banco de infausta memoria imperial. Ahora, si no desean recortar, lo que juzgan indispensable privilegio para los burócratas de elite, entonces toquen, aunque sea con un dejo de urgencia pandémica, los sobresueldos, bonos o gratificaciones que todavía se reparten magistrados y funcionarios de alto nivel mientras les cae encima (para 2010) la tenue ley recientemente aprobada. ¿O qué decir de los cuantiosos dólares puestos a disposición de empresarios que endrogaron a sus empresas y ahora recorren los pasillos del poder público en busca de ayudas para salvar sus patrimonios, ya de por sí bien protegidos con feroces subterfugios legaloides?
Los saldos del modelo se acumulan en sus aristas negativas, esta vez la atención recae en el raquitismo de los laboratorios epidemiológicos. Pero no son la excepción. Qué decir de los dedicados a la investigación alimentaria, el maíz por ejemplo. Hace mucho que se trasladó el grueso de ella a cerebros extranjeros, empleados por las trasnacionales. O el notable rezago en la generación de tecnología petrolera y petroquímica, otrora tan actualizada y creativa. Claro está que para ello se necesitan abundantes recursos, tan escasos como malempleados por los modernizadores neoliberales. Jamás se ha visto a cualquiera de sus insignes representantes locales patinar por los organismos internacionales en busca de millonarios préstamos. Tal como seguido lo hacen para rescatar al peso, un simple medio de transacción sujeto a fuertes presiones, aun bajo las susodichas seguridades de una economía blindada (concepto éste tan usado como vacío y falso).
La disciplina mostrada por la sociedad tendrá desenlaces imprevistos. La influenza porcina será, finalmente, dominada no sin antes causar muchos desvelos, miedos y dolores. Pero pasará y de ello el desgobierno del panismo no sacará moralejas positivas, sino una excusa para rebajar sus errores, omisiones y trampas en el tratamiento y génesis de la crisis económica, ésta sí de más largo aliento y consecuencias trágicas. La venidera contienda electoral será usada para poner un escenario propicio para su utilización.
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