miércoles, abril 29, 2009

Influenza: más política que salud



La política de salud instrumentada ante la emergencia de la gripe porcina tiene más de política que de salud.
Frente a una amenaza sanitaria desconocida que puede causar estragos pandémicos, las autoridades optaron por una buena decisión política: más vale prevenir en exceso que esperar a lamentarse en extremo. Sin embargo, esta decisión política correcta ha generado un nuevo problema de salud social: temor, miedo e incertidumbre entre la población.
Millones de padres de familia con sentido común se preguntan: ¿en verdad es tan arriesgado mandar a los hijos a las escuelas y confinarlos en la casa? Si todo afuera es riesgo de contagio, ¿qué cualidad inmunológica tiene el hogar que está negada al aula, a la oficina, al supermercado, al camión de pasajeros o al parque de la colonia? Si el beso y el abrazo son vías de transmisión, ¿no es el hogar donde más besos, apapachos y contactos de mano nos prodigamos los mexicanos?
Es una buena decisión política insistir en que la emergencia sanitaria (al igual que la económica) viene de “afuera”. Es una mala decisión para la salud pública de los mexicanos tener que explicar ahora por qué la crisis sanitaria, al igual que la económica, pega más fuerte dentro de México que en cualquier otra parte del planeta. Desde esta semana, un nuevo enigma epidemiológico se cierne sobre México: ¿Por qué la gripe porcina está causando más muertes entre mexicanos que entre estadunidenses, canadienses, españoles, cubanos o cualquier otro ciudadano del mundo? ¿Este resultado atípico tendrá algo que ver con la típica pobreza y desigualdad del país?
Fue una buena decisión política mostrar al mundo que no tenemos que esperar a que nuestros muertos se cuenten por miles para tomar medidas preventivas extremas (a contrario sensu del gigante chino que sólo reaccionó después de la víctima mil de la gripe aviar). Sin embargo, ha sido una mala decisión para la salud económica del país, porque ahora México es el país con más alertas sanitarias en todo el planeta, desde turísticas hasta empresariales, desde Nueva Zelanda hasta Canadá.
Fue una buena decisión política hacer caso omiso de la primera alerta emitida desde el 2 de abril por la empresa científica Veratect, especializada en la detección temprana de epidemias, y no distraerse ni un minuto en la preparación de la visita de Estado de Barack Obama. Sin embargo, fue una mala decisión para la futura salud de la naciente “nueva era” entre México y Estados Unidos, porque nos pinta como manipuladores, omisos y superficiales en una de las funciones esenciales de cualquier gobierno como es la seguridad sanitaria de la población.
Fue un buen lance político decretar la “dictadura sanitaria” que permitirá a las autoridades de salud allanar hogares, establecimientos y recintos públicos en busca de víctimas reales o potenciales de la gripe porcina. “El gobierno en verdad se preocupa”. Sin embargo, es una mala noticia para la salud mental y lúdica de los mexicanos —que ahora debemos pasar más tiempo en el hogar y frente al televisor—, que esta cruzada sanitaria no se haga acompañar de la sabiduría ácida, de la ciencia sarcástica y del bastón de mando mágico del Dr. House.
Es una buena decisión política aceptar un crédito sanitario del Banco Mundial por 205 mdd. Es una mala decisión para la salud crediticia del gobierno evidenciar que no tiene siquiera esa cantidad en un fondo de contingencia o que carece de recursos propios para atender una emergencia médica o un desastre natural. ¿Qué pasaría si el sismo de casi 6 grados Richter de ayer hubiese sido de 8 grados o más? Estaríamos asidos a la línea de crédito de 47 mil mdd del FMI y causando un terremoto en las finanzas de otros organismos internacionales.
En suma, fue una buena decisión política que las autoridades de todos los niveles y colores sobrerreaccionaran frente a la emergencia. En una coyuntura electoral, se sabe de sobra que el electorado castiga en las urnas a las autoridades timoratas y premia a las que muestran decisión, cercanía y solidaridad en una situación de riesgo. Sin embargo, esta sobredosis de política en la emergencia sanitaria puede terminar enfermando la economía, como ayer mismo lo evidenció la caída en picada de la bolsa de valores y el disparo súbito del dólar.
Una vez que la epidemia sanitaria sea controlada, debemos dedicarnos a vigilar y a establecer un cerco a un riesgo de salud pública mayor: la PANdemia. Es decir, la tentación de inocular miedo y odio en la población, para obtener un beneficio pírrico electoral. O la tentación de vender caro en el electorado lo que de suyo es una obligación del Estado: actuar con oportunidad y determinación para garantizar la salud de la población.

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