Julio Pimentel Ramírez
Si bien para los mexicanos, que sumamos a nuestras desgracias -entre ellas los virus de la ilegitimidad, la ineficacia, la corrupción, la impunidad y el narcotráfico- la epidemia de influenza producida por el virus H1N1, cuyos efectos han dejado ya más de 150 muertos, lo más importante en este momento es contener sus efectos nocivos sobre la población, no hay que perder de vista que en su momento habrá que hacer un balance de las responsabilidades que sobre la expansión de esta epidemia tiene el sistema neoliberal imperante y sus representantes políticos, causantes del caldo de cultivo que hace posible estos daños: la pobreza y el desmantelamiento del sistema de salud pública.
Tratando de atenuar los efectos económicos (sobre todo en la porcicultura) de esta potencial pandemia las autoridades estadounidenses, en consonancia con organismos internacionales de sanidad animal, expresa que a este tipo de influenza no se le debe llamar fiebre porcina sino identificarla como H1N1, nueva cepa surgida de una mutación y que se transmite de hombre a hombre.
Hace algunos días señalamos que las autoridades sanitarias mexicanas habían actuado con criminal lentitud e ineficacia ante el brote de influenza. Ahora resulta que en el ámbito internacional han surgido recriminaciones en contra de los responsables del sector salud: el director de la Agencia Nacional de Vigilancia Sanitaria de Brasil, Agenor Álvares da Silva, criticó a México por haberse tardado en alertar sobre el brote de influenza porcina pues, según él, los primeros signos aparecieron desde marzo. Las autoridades sanitarias, dijo, somos orientadas a no ocultar casos graves (...) es necesario tener responsabilidad con la salud del pueblo, en especial con aquellos que están en tránsito de un país a otro.
Es más, ha surgido información que es necesario verificar no solamente para establecer omisiones en el sistema de vigilancia epidemiológica, sino para avanzar en el conocimiento sobre el origen y propagación de este nuevo virus, el A/H1N1. Por una parte trabajadores de la salud del Estado de México señalan que desde hace quince días se presentaron casos atípicos de influenza, sin que sus reportes fuesen tomados en cuenta.
Por otra parte en Perote, Veracruz, lugar donde se ubica Granjas Carroll, propiedad de Smithfield Foods, la mayor empresa de cría de cerdos y procesamiento de productos porcinos en el mundo, con filiales en Norteamérica, Europa y China, desde hace semanas se presentó una virulenta epidemia de enfermedades respiratorias que afectó a 60 por ciento de la población de La Gloria.
La empresa declaró que no está relacionada ni es el origen de la actual epidemia, alegando que la población tenía una gripe común. Por las dudas, no hicieron análisis para saber exactamente de qué virus se trataba.
Como se ha denunciado la opacidad y la manipulación en el manejo informativo ha causado en amplias franjas del territorio nacional, sobre todo en la capital del país y su área conurbada, un sentir generalizado de zozobra social que, paradójicamente, no ha derivado en sentido estricto de la existencia y difusión del virus mencionado.
Sin que signifique minimizar la importancia y pertinencia de ciertas medidas tomadas ante la actual emergencia de salud pública, cabe observar que la actual situación es capitalizada por la administración calderonista que pretende dotarse de legitimidad al presentarse como la salvadora de la sociedad en peligro.
No hay que obviar que desde hace ya varios sexenios, incluidos los dos panistas, al calor de la política neoliberal se ha venido desmantelando el sistema de atención social y relegando a un rincón la investigación de temas esenciales para la salud pública, entre ellos los referentes a las enfermedades epidemiológicas.
En ese mismo sentido hay que subrayar que producto del actual modelo de explotación capitalista, México es una de las naciones con mayor desigualdad social: por un lado un puñado de millonarios y por la otra millones de compatriotas sumidos en la pobreza, que es lo que explica que mientras en otras naciones, como Estados Unidos, la epidemia de fiebre porcina no haya cobrado vidas, en nuestro país ya han fallecido más de 150 personas.
Por eso se insiste en señalar que no se han proporcionado mapeos de los lugares de las muertes ni de los brotes de la enfermedad –que permitirían a la población evitar potenciales focos de infección–, ni se ha atinado a responder porqué un mismo padecimiento ha derivado en decenas de muertes en nuestro país y no ha ocurrido otro tanto en Estados Unidos ni en países desarrollados en los que se ha hecho presente el virus.
Paradójicamente, esta nueva amenaza en la que el virus mutante tiene un excelente caldo de cultivo en la pobreza (falta de agua, hacinamiento, carencia de drenaje, desnutrición), no es discriminatoria porque al transmitirse por el aire amenaza por igual al que respire cerca de un infectado. Esto vale para la clase media, porque siendo estrictos difícilmente un morador de los palacios del poder y la riqueza viajará en metro o se codeará con la plebe al adquirir sus alimentos.
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