Barómetro Internacional
Darío Botero Pérez
Históricamente, el poder se ha obtenido con perfidia, generalmente disfrazada de benevolencia, sacrificio y grandeza, aunque la arbitrariedad, la violencia y el abuso explícitos no les son ajenos a muchos de lo más tenebrosos gobernantes.
Ha sido el polo de atracción para los seres más mezquinos, ambiciosos y desalmados.
El maestro Maquiavelo develó su vileza mediante los “consejos” que le dio a Lorenzo de Médicis en su libro “El Príncipe”, para que todos abriésemos los ojos, según lo anotó lúcidamente Benedetto Croce.
Este Manual de la Vileza no hizo más que recoger las prácticas de los gobernantes absolutistas que tanto apasionan a Álvaro Uribe Vélez en Colombia, a Teodoro Obiang en Guinea Ecuatorial, a la Junta Militar birmana y a tantas lacras desvergonzadas en todo el mundo.
No comprenden que las democracias (a pesar de que hasta ahora no hayan logrado ser más que “representativas”), que las “repúblicas” se establecieron para superar esas costumbres horrorosas de los conductores de los pueblos, que convierten los países en cárceles y cadalsos para su población.
Al efecto se definieron tres poderes independientes (legislativo, ejecutiva y judicial) para sustraer el manejo de la “cosa pública” de los caprichos e intereses del gobernante, consagrando tal manejo en normas positivas (El Contrato Social, las llamó Rousseau) superiores al transitorio déspota.
El tiempo de los “caudillos” se agotó. La Nueva Era es la de la vida. Esas bestias humanas representan la muerte.
El repugnante gobierno de Bush (mentor condecorador de su clon del tercer mundo, Álvaro Uribe, y violador de los Derechos Humanos, también como su admirador Uribe y demasiados criminales más, verdugos, ruina y tormento para sus pueblos), exige castigo.
Su cinismo en la reivindicación de las torturas porque le permitieron obtener información valiosa para combatir el terrorismo, que es lo que aducen esos terroristas de Estado para pisotear las conquistas de la civilización, es una confesión de su barbaridad.
Exige castigo pronto y ejemplar, si no admitimos volver a épocas oscuras en que es incuestionable el predominio de los asesinos que nos han traído a esta debacle de la crisis total.
Han borrado de un tajo lo que a la humanidad le ha costado siglos de lucha y ríos de sangre, en busca de superar la naturaleza asesina y despiadada, sublimada en la mayoría pero tan protuberante en los gobernantes y en quienes los rodean y sostienen (cuando no es que buscan reemplazarlos).
La democracia directa es la única salida digna y, tal vez, la única posible para que la vida no se extinga y el planeta tenga una oportunidad para recuperar las condiciones que lo garanticen y que van en un acelerado deterioro bajo los gobiernos de los ángeles guardianes de los potentados.
La pelota está en la cancha de todos los que se consideren honorables y no se resignen a ser títeres y cómplices de las lacras moribundas.
Los que sueñan con un mundo maravilloso, que está a la vuelta de la esquina, tienen la palabra. ¿Seguirán mudos y aterrorizados?
dario.botero.p@gmail.com
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