Ricardo Andrade Jardí
La alerta continúa y la clasificación epidemiológica cambia de 3 a 4 (en una escala de 1 a 6) y, como van las cosas, pronto estaremos en 5. Y lo único cierto es que nadie sabe exactamente de dónde salió. O, mejor dicho, no nos han dicho, si es que lo saben, en dónde empezó y cuáles son los contactos posibles para entender la forma de propagación. Y, más aún, porqué nos mata a los mexicanos y porqué en otros países se presentan enfermos que alcanzan a curarse, pero no hay muertos. Ni tampoco se nos ha informado sobre cuánto tiempo pasó desde el momento en que se tuvo la primera información y el momento en que se dio, sin más información, la alerta. Ni porqué la población gringa o cubana cuentan con más información que los mexicanos, cuando a nosotros, el virus, nos está matando. Son más preguntas las que surgen ante cada “comunicado”. Que si hay vacuna, que no hay, que se puede atender en las primeras horas, pero los muertos siguen engrosando la lista, mientras van aumentando más y más las dudas.
Es evidente que la culpa “oficial” la tendrán los pobres cerdos, pero la culpa real, si se trata de la propagación de un virus que puede ser mortal tiene nombre: Corrupción, y la IMPUNIDAD es su apellido y también hay un responsable: la manifiesta estupidez del desgobierno usurpador.
Hay que ser realistas y con la información con la que hoy contamos nos debe quedar claro que ante los resultados concretos de la guerra contra el crimen organizado que nos han convertido en uno de los países más violentos, con ejecutados diarios que no bajan de la docena en los días buenos, porqué creer que el usurpador gabinete podría tener “éxito” contra un virus del que sabe aún menos que del narcotráfico, con qué capacidad y eficacia puede actuar, ante las sistemáticas reducciones al presupuesto y la inversión pública en investigación científica, es posible que estemos en pañales, antes de poder controlar el “catarrito”, que es ya un problema mundial y del que sufrirá las consecuencias y repercusiones globales, como siempre, el mexicano de a pie.
La pregunta obligada es qué tenemos nosotros para que una gripe se convierta en mortal, acaso es un virus racista o 30 años de neoliberalismo y “la norma mexicana” nos han alimentado con tanta chatarra y modificados que ya no somos capaces de generar defensas suficientes para sobrellevar una gripe severa. ¿Por qué a nosotros sí nos mata? Es la pregunta que aún nadie ha querido respondernos, pero la lógica misma del sistema no nos deja tampoco tantas opciones para una respuesta y quizás una de las hipótesis más creíbles está relacionada con nuestro lamentable nivel de nutrición, con el mercurio en la leche materna, con el arroz que comemos, no apto para humanos, con el maíz genéticamente modificado, con la contaminación por ozono y plomo en las grandes metrópolis y desde luego con que nuestro acelerado ritmo para alcanzar el “éxito y la competitividad” a cualquier precio que hoy cobra su elevada factura.
Sea como sea es claro que la respuesta contra la “pandemia” no podrá darla un sistema que vuelve locas a las vacas, agripa a los pollos, enferma de influenza a los cerdos y acatarra las finanzas.
La pregunta está en el aire: ¿Por qué a nosotros sí nos mata? Lo difícil será ver quién puede responder...
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