Con una elección nuevamente secuestrada por la señora Gordillo, convertida en factotum de la política nacional, y un Germán Martínez obcecado por la guanajuatización de México, ¿usted piensa votar? Lo felicito, va a ser de los mexicanos disciplinados que asistirán a las urnas por temor reverencial, como lo hicimos inútilmente durante la mayor parte del siglo pasado y lo que va del presente. Antes votábamos por las razones equivocadas: por obligación cívica, por disciplina, para dar buen ejemplo a los hijos, por inercia, porque creíamos en los ridículos rumores de que a los incumplidos se les negaría el pasaporte, o la licencia; votábamos quizá por gratitud con el PRI, que bien o mal nos proporcionaba en forma consistente paz social, infraestructura, respeto internacional, una economía estable y el privilegio de disfrutar nuestras calles y ciudades sin temor a jugarnos la vida.
Hoy, en cambio, hemos descubierto el voto útil y el voto de castigo, así que con ellos regresamos a votar años después por las razones equivocadas: para castigar los errores del partido en el poder o apoyar alianzas inconfesables, aunque con ello estemos castigando a una frágil democracia manipulada por asesores extranjeros y desprovista de ideología nacional.
Hoy votamos a la gringa, apoyando o rechazando candidatos mediáticos, cuando en el pasado casi todos votaban por el PRI, porque el PAN era un partido sectario para iniciados por el que votaban los católicos recalcitrantes, quienes décadas después continuaban lamentando las leyes que promovían la educación laica y prohibían (de nombre, al menos) la manifestación pública de los actos religiosos; los derechistas a ultranza, para quienes la política nacional estaba secuestrada por masones, descreídos, ladrones y comunistas.
El PRI ofrecía beneficios tangibles: hospitales, carreteras, escuelas y paz social. El PAN, en cambio, predicaba una ideología nebulosa basada en valores eternos; una democracia a la que sólo se llegaba, según la doctrina de los fundadores, tras una brega de eternidad. Así presentada, la democracia panista se parecía al reino de los cielos, adonde llegaban únicamente quienes se conservaban en estado de gracia. Pero como la política es de este mundo, y se traduce en acción y solución de problemas prácticos, los panistas jamás llegaban al poder. Se conformaban con seguir educando al pueblo en los beneficios de una etérea democracia que a la postre sería traicionada por Vicente Fox, y que hoy lamentablemente ponen al servicio de la señora Gordillo (¡los padres fundadores deben estar revolcándose en la tumba!). El neoliberalismo salinista mató al PRI de ideología revolucionaria, obrerista y solidaria con los intereses de las clases populares. Pero Fox lo enterró. Tras los excesos salinistas, Fox, astuto empresario de cuestionable cuño panista, interesado únicamente en los beneficios económicos del poder y asesorado por politólogos extranjeros, nos convenció de que era el momento de ejercer el voto útil y el voto de castigo. Así que nuestro primer ejercicio libre de ese derecho fue también por razones equivocadas.
Hoy, después del sexenio presidencial de la esperanza traicionada y las ilusiones rotas, y en medio de otro mandato panista que ha desatado una auténtica guerra civil para erradicar (¡menuda tarea!) el crimen organizado, algunos mexicanos se preparan a ejercer nuevamente el inútil voto de castigo. (Y en cuanto al avance de una guerra amorfa que cada día se parece más a la elusiva guerra contra el terrorismo de George W. Bush, el domingo pasado Arturo Sarukhán reiteró en CBS que no somos un Estado fallido, pero reconoció que hay estados del país donde los turistas ciertamente corren peligro. Se olvidó de incluir a los mexicanos.)
La realidad es que tenemos una democracia que se traduce en la estéril libertad de votar, aunque otros escojan los candidatos y no se respete el voto ni se cumplan las promesas. Todos quieren ganar elecciones, pero nadie quiere gobernar. ¿El PAN sabe gobernar? ¿El PRI puede volver a gobernar? ¿Y el PRD, inmerso en el embrollo de las izquierdas (nueva, unida, ¡fracturada!), llegará a gobernar?
Yo, por lo pronto, me resisto a votar en julio por cualquier partido principal cuyos dirigentes suscriban alianzas con los partidos confeti. ¿Votar para perpetuar el redituable negocio personal de la familia del niño verde? ¿Votar por cualquier alianza con la que la señora Gordillo perpetúe su inusitado control tripartidista? (A propósito de la mujer a quien dos de sus biógrafos bautizaron como doña Perpetua, hay que leer la magnífica descripción que hace Luis Hernández Navarro (La Jornada 8/7/08) sobre las tácticas sindicales y políticas de la maestra, a quien él llama atinadamente Elba forever.) ¡Por favor!, no quiero saber a quién beneficie o perjudique mi abstinencia. Este 5 de julio déjenme en paz. Me quedo en casa ajeno a los chantajes del voto útil y del voto de castigo; ajeno a las obligaciones cívicas de un país que no ha encontrado la democracia y está perdiendo el rumbo.
http://www.jorgecamil.com
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