Lejos quedaron los tiempos en que el país formaba a sus ciudadanos con base en contenidos humanísticos y en valores sociales y éticos; hoy, todo gira en torno a evaluaciones constantes que sólo buscan ganar puntos para parecer competitivos. Alberto Arnaut, investigador de El Colegio de México, hace un recuento de aportes y retrocesos de los secretarios de Educación Pública desde José Vasconcelos hasta nuestros tiempos, cuando el control de la SEP ha sido entregado a Elba Esther Gordillo.
El contenido humanista en la educación básica que impulsó José Vasconcelos cuando estuvo al frente de la Secretaría de Educación Pública (SEP), en los años veinte, se ha visto menguado hoy ante las hiperevaluaciones de los programas de estudio que privilegian las habilidades técnicas y cognitivas sobre la formación en los aspectos sociales y éticos de los alumnos.Otro importante cambio se produjo en la educación básica que imparte el Estado: ya no va dirigida al México rural y analfabeta de tiempos de Vasconcelos, sino a un país urbano cuyos nuevos marginados son, sobre todo, los migrantes de todo tipo y las poblaciones hacinadas en los cinturones de miseria.Alberto Arnaut, investigador de El Colegio de México y uno de los más prestigiosos historiadores de la educación en nuestro país, comenta:“Actualmente, las evaluaciones se han convertido en el parámetro principal para medir la calidad y los resultados educativos. ¡Hay mil maneras de evaluar! Y esas evaluaciones privilegian los aspectos cognitivos, como el cálculo y la lecto-escritura. Son metas cuantitativas para ganar puntajes. Tan mala es la falta de evaluación como la aberrante hiperevaluación que hoy estamos padeciendo.“Ésta puede producir el efecto perverso de que se abandonen los contenidos humanísticos y los valores esenciales de la educación –relacionados con la convivencia social y con aspectos morales– en aras de obtener una buena calificación en las evaluaciones nacionales e internacionales a que está sujeto nuestro sistema educativo. ¡Es algo escandaloso y alarmante! La evaluación debe ser un instrumento, no un fin para mejorar la educación.”Arnaut es autor de La federalización educativa en México, historia de una profesión; los maestros de educación primaria en México, así como de La evolución de los grupos dominantes del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación.Asegura el especialista que, inspirado en la labor educativa de Justo Sierra, “José Vasconcelos es el fundador del sistema educativo posrevolucionario. Y durante su paso por la Secretaría de Educación Pública, de 1921 a 1924, puso énfasis en la expansión de la llamada Escuela Rural Mexicana”.Aquel era un México rural y analfabeta, enfatiza. “Por eso Vasconcelos emprendió una rápida alfabetización del pueblo, imponiendo un modelo pedagógico con un fuerte contenido social, pese a que, en términos personales, le interesaba mucho más la educación superior y el fomento a la cultura y el arte”.
–¿Era muy distinto el papel del maestro?
–Sí, pues entonces los maestros rurales no sólo debían enseñar, sino también consolidar la integración nacional. El maestro era una figura polifacética: hacía las veces de agrónomo, ingeniero, abogado, gestor y líder de la comunidad, con el fin de mejorar la calidad de vida de la población. Era otro México. Y la escuela rural se convirtió en una de las creaciones más originales de los primeros gobiernos salidos de la Revolución.El sucesor de Vasconcelos, José Manuel Puig Casauranc, consolidó el proyecto de la Escuela Rural Mexicana, para pasar luego a la “escuela socialista” implantada en el período del general Lázaro Cárdenas, que va de 1934 a 1940:“Durante el cardenismo, la Escuela Rural Mexicana se radicalizó y se politizó. Dio paso a la educación socialista. Ya no sólo tenía como tarea enseñar, mejorar la calidad de vida de las comunidades y contribuir a la integración nacional, como en la década de los veinte, sino también contribuir al cambio en las estructuras sociales, particularmente en la estructura de la propiedad de la tierra.“De esa manera, los maestros se convirtieron en asesores y líderes de las comunidades que solicitaban reparto agrario. Fueron también aliados del gobierno en frentes como el de la expropiación petrolera y la organización sindical.“El cardenismo fue, además, el período en el que se consolidó la organización sindical de los maestros. Después de una etapa de multiplicación de las organizaciones sindicales, para la segunda mitad del régimen quedaron sólo dos grandes organizaciones: la Federación Mexicana de Trabajadores de la Educación (FMTE) y el Sindicato de Trabajadores de la Educación de la República Mexicana (STERM). El sindicalismo magisterial llegaría para quedarse como uno de los interlocutores principales de los secretarios de Educación.”Y uno de los más destacados entre ellos fue Jaime Torres Bodet, quien, de 1943 a 1946, durante la presidencia de Manuel Ávila Camacho, estuvo por primera vez al frente de la SEP.“Escritor y poeta de prestigio, de joven Torres Bodet había sido colaborador de Vasconcelos en la SEP. Era un hombre conciliador y con experiencia en la diplomacia. Asumió el cargo el mismo día en que se fundó el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE). Incluso, su primer discurso como secretario fue en la asamblea constitutiva del sindicato”, dice Arnaut.Torres Bodet revivió la campaña contra el analfabetismo, fundó la Escuela Normal Superior y el Instituto Federal de Capacitación del Magisterio (IFCM), en el que los maestros en servicio podían completar sus estudios y titularse, mediante cursos orales y a distancia. De ese instituto egresaron decenas de miles de maestros durante las tres décadas siguientes, por lo que se le consideró la normal más grande del mundo.Y aún más, “Torres Bodet actualizó los contenidos en la enseñanza primaria. También igualó los planes de estudio de las escuelas rurales con los de las escuelas urbanas. Una homogenización que, creo, no fue benéfica para el sistema educativo porque, entre otras cosas, acabó con aquella oferta de educación primaria distinta para los sectores rurales, que era una de las partes más ricas del sistema educativo posrevolucionario.“Junto con Vicente Lombardo Toledano, Torres Bodet logró que se eliminaran las aristas más controvertidas del artículo tercero constitucional. Por ejemplo, se eliminó la definición de la educación pública como educación ‘socialista’, que quedó plasmada durante el cardenismo. También se suprimieron las alusiones anticlericales, en las que se decía que la educación sería antidogmática y lucharía contra el fanatismo.”No obstante, ratificó el carácter laico y la rectoría del Estado, señalando que la educación debe ser laica, gratuita y obligatoria. “Fue una reforma con un contenido social muy fuerte, pues definía a la democracia como el constante mejoramiento económico, social y cultural de los grupos más pobres. Una definición que no se limitó a la forma de gobierno”, dice. Arnaut indica que “no hubo nada digno de mencionar” en materia educativa durante los dos sexenios que vinieron después, el de Miguel Alemán (1946-1952) y el de Adolfo Ruiz Cortines (1952-1958), a no ser “la crisis” por la que atravesó la escuela rural, cuando “empezó a perder su impulso inicial como instancia de mejoramiento de las comunidades y agente de transformación social. Los mismos maestros dejaron de ser los únicos agentes del Estado en el mundo rural, pues comenzaron a llegar los enviados de los bancos de crédito ejidal, de la Secretaría de Agricultura, de la Secretaría de Salud y de otras instituciones de gobierno. México se convertía en un país urbano, con una explosión demográfica impresionante que, por consiguiente, provocó que aumentara muchísimo la demanda educativa”.
Vaivenes burocráticos
Vino después la segunda gestión de Torres Bodet como secretario de Educación Pública, de 1958 a 1964, durante el sexenio de Adolfo López Mateos.Refiere Arnaut que entonces puso en marcha el Plan de Once Años, cuyo objetivo fue expandir y mejorar la enseñanza primaria ante la explosiva demanda educativa que se generaba en las ciudades. Y creó el Consejo Nacional Técnico de la Educación, un órgano colegiado donde estaban representadas las principales instituciones educativas y cuya función fue reformar los planes y programas de estudio.Pero su obra más importante, recalca, fue crear la Comisión Nacional de Libros de Texto Gratuito (Conaliteg), en 1959, que produjo los libros de primaria, y con ellos “se terminó de un plumazo con una de las grandes desigualdades entre los niños que tenían libros de texto y los que no podían tenerlos”, pues la mayoría no tenía recursos para comprarlos a las editoriales privadas.Ante eso, “la Iglesia, el Partido Acción Nacional y la Coparmex realizaron grandes movilizaciones en contra del libro de texto gratuito, pues les molestó su contenido laico y el hecho de que las empresas editoriales privadas perdieran sus jugosas ganancias con la edición de libros para primaria, que eran muy costosos y desiguales”.De “gris” califica el período del escritor Agustín Yáñez al frente de la SEP, durante el régimen de Gustavo Díaz Ordaz. Al novelista jalisciense le pesó mucho la sombra de Torres Bodet y el conflicto estudiantil del 68 con el que tuvo que lidiar. Sin embargo, durante su gestión empezaron las transmisiones de las primeras telesecundarias, enfocadas a los pueblos aislados que difícilmente tienen acceso a las escuelas regulares.Quien sí tuvo una labor destacada, comenta, fue Víctor Bravo Ahuja, a cargo de la SEP durante todo el sexenio de Luis Echeverría (1970-1976). Promulgó una nueva Ley Federal de Educación, reformó planes y programas de estudio en educación básica, renovó los libros de texto gratuito –los llamados “libros de segunda generación”–, dándoles un contenido progresista y crítico.“Bravo Ahuja tuvo la fortuna de que, durante su gestión, se aumentaron considerablemente los recursos a la educación”, dice Arnaut.Igual le ocurrió a Fernando Solana, al frente de la secretaría durante parte del sexenio de López Portillo y en los mejores años de la bonanza petrolera. Comenta el investigador que “con Solana se dio el primer impulso a la educación preescolar y se crearon las 31 delegaciones estatales de la SEP, con lo que ésta se fortaleció”.Pero señala que Miguel González Avelar, secretario de Educación en tiempos de Miguel de la Madrid, impulsó una postura muy “conciliadora” con el SNTE, al que le “entregó espacios” que la SEP había recuperado para sí. Después, ya en el sexenio salinista, a Manuel Bartlett le tocó afrontar el conflicto magisterial que terminó con la caída del líder Carlos Jongitud y la llegada de la maestra Elba Esther Gordillo a la dirigencia del SNTE.Ernesto Zedillo, quien también había sido titular de Educación durante el salinismo, llegó a la Presidencia de la República y dio “una fuerte continuidad a la líneas reformistas” del sexenio anterior.Arnaut señala que, en 2000, cuando el PAN ganó la Presidencia con Vicente Fox, “muchos temían un cambio traumático y radical en la política educativa, ya que históricamente el PAN es el más severo crítico del artículo tercero constitucional, de la educación pública y laica y de los libros de texto. Pero Fox, contra todos los pronósticos, dio continuidad a la política educativa”.
–¿Por qué no daría el golpe de timón?
–Sobre todo, influyó la designación de Reyes Tamez como secretario de Educación para que no se haya dado un cambio traumático. Tamez no era el típico político panista, sino un académico que provenía de la Universidad Autónoma de Nuevo León, de la que fue rector, y dejó las principales subsecretarías en manos de personas con experiencia en el ámbito educativo. Señala que el “cambio significativo” en materia educativa lo vino a dar más bien Felipe Calderón, el segundo presidente panista, al poner a Elba Esther Gordillo y a su sindicato “en un primer nivel” dentro de la administración educativa federal.“Debido a una alianza político-electoral de alto nivel entre Calderón y Elba Esther, el presidente entregó al sindicato la Subsecretaría de Educación Básica, que hoy ocupa ni más ni menos que el yerno de Gordillo. Con esto, quedaron atados de manos los dos secretarios de Educación que, hasta ahora, ha puesto Calderón: Josefina Vázquez Mota y Alonso Lujambio.”
–¿Las componendas políticas entre Calderón y la maestra repercuten en la calidad educativa?
–La omnipresencia del sindicato en la administración educativa dificulta la construcción de un proyecto en educación. Hace más difícil la construcción de consensos y las negociaciones con gobernadores, investigadores, maestros y autoridades educativas estatales. Todo se realiza bajo una mayor tensión.Indica que el último alarde de poderío de Elba Esther es la transmisión de Todo el mundo cree que sabe, el programa televisivo de concursos que trasmite Televisa y es pagado por el SNTE. “Ese programa tiene más una intencionalidad política que educativa. Y, en todo caso, suplanta una iniciativa que debió salir de la SEP, no del sindicato”, dice Arnaut. A diferencia del México rural y analfabeta que le tocó a Vasconcelos, recapitula, “hoy tenemos un país urbano y alfabetizado, con una tasa promedio de ocho grados de escolaridad. Es un cambio radical”. Sin embargo, indica, han aparecido nuevas formas de exclusión: “Están los marginados urbanos, las grandes masas que emigran de un lado a otro del país y necesitan recibir educación, la población indígena que ya no sólo se encuentra en zonas rurales, sino también en las grandes ciudades. Hay una diversidad social, cultural y étnica que necesita atención educativa.”
domingo, julio 12, 2009
La educación pública: de Vasconcelos a Gordillo
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