08 junio 2010
“La libertad de prensa en México siempre ha estado bajo sospechas del poder”.
Mouris Salloum George
I
Se celebró ayer (7/VI/2010) el llamado Día de la Libertad de Prensa en México, creado por los empresarios de la difusión periodística impresa y radial (no existían TV ni internet) para halagar al entonces Presidente Miguel Alemán Valdés (1946-52).
Con ese motivo, los empresarios de la difusión –entre los que no había periodistas-- realizaban un gran banquete en el cual el Presidente era invitado de honor y a quien un orador designado le agradecía con desmesurados elogios respetar la libertad de prensa.
El Presidente, a su vez, también agradecía a los empresarios de la difusión su aportación al desarrollo político, social y cultural de México y al gobierno que presidía, y ofrecía, en lenguaje codificado, incentivar aun más el apoyo al sistema político.
Por supuesto, ni el Presidente en turno ni ninguno de los empresarios de la difusión periodística aludían a un verismo insoslayable, vigente aun: los dueños de los medios difusores son parte de la oligarquía mexicana, promotora y beneficiaria del statu quo.
Esa oligarquía posee, además de periódicos impresos y por radio y TV y servicios de comunicación mediante la tecnología del Internet y otros medios de control social (v. gr., el fútbol) el capital real e inferido y el grueso de los enseres de producción.
II
Por esos imperativos, la oligarquía instala presidentes cuya función central es reforzar la cohesión de la sociedad y la cultura en torno a la base económica y reproducir ésta. En los 40, el señor Alemán era parte de la oligarquía posrevolucionaria.
Naturalmente, los empresarios de la difusión periodística han sido, como continúan siendo, los voceros de la oligarquía y la forma de organización económica a modo que ésta, influyendo en el gobierno, hacía y hace prevalecer. Eso es verdad fehaciente.
Bajo esos sobreentendidos, los empresarios de la difusión periodística fueron estableciendo con el poder político formas cada vez más antisociales de organización económica, hasta llegar a la actual, francamente antipueblo y diríase que antiMéxico.
Esto nos lleva al señor Salloum, director general del Club de Periodistas de México, la más antigua y la más prestigiada de las instituciones del gremio en nuestro país. Don Mouris no está errado en su apreciación. El poder siempre ha sospechado de la prensa.
Por prensa, señálese, debe entenderse al conjunto de periodistas quienes, independientemente de sus convicciones filosóficas, ideológicas y políticas personales, ejercen la noble profesión de difundir y contextualizar y explicar hechos y sucedidos.
Los periodistas no son los empresarios, cabría precisar con énfasis, aunque existen casos de excepción de que aquellos son propietarios de medios de difusión periodística impresa o por Internet. Entre ellos, subráyese, se da el fenómeno del desclasamiento.
La sospecha del poder, fuere éste formal o fáctico, se remonta a la Colonia, con José Joaquín Fernández de Lizardi, El Pensador Mexicano, perseguido y reprimido siempre. Hoy, asesinatos, secuestros y desapariciones de periodistas son ominosa norma.
Los periodistas no tenemos nada qué celebrar en ésta ni en ninguna otra fecha, en contraste con lo que festejan los empresarios de la difusión periodística. Ello se refleja en la naturaleza de nuestra forma de organización política, que simula democracia.
ffponte@gmail.com
Mouris Salloum George
I
Se celebró ayer (7/VI/2010) el llamado Día de la Libertad de Prensa en México, creado por los empresarios de la difusión periodística impresa y radial (no existían TV ni internet) para halagar al entonces Presidente Miguel Alemán Valdés (1946-52).
Con ese motivo, los empresarios de la difusión –entre los que no había periodistas-- realizaban un gran banquete en el cual el Presidente era invitado de honor y a quien un orador designado le agradecía con desmesurados elogios respetar la libertad de prensa.
El Presidente, a su vez, también agradecía a los empresarios de la difusión su aportación al desarrollo político, social y cultural de México y al gobierno que presidía, y ofrecía, en lenguaje codificado, incentivar aun más el apoyo al sistema político.
Por supuesto, ni el Presidente en turno ni ninguno de los empresarios de la difusión periodística aludían a un verismo insoslayable, vigente aun: los dueños de los medios difusores son parte de la oligarquía mexicana, promotora y beneficiaria del statu quo.
Esa oligarquía posee, además de periódicos impresos y por radio y TV y servicios de comunicación mediante la tecnología del Internet y otros medios de control social (v. gr., el fútbol) el capital real e inferido y el grueso de los enseres de producción.
II
Por esos imperativos, la oligarquía instala presidentes cuya función central es reforzar la cohesión de la sociedad y la cultura en torno a la base económica y reproducir ésta. En los 40, el señor Alemán era parte de la oligarquía posrevolucionaria.
Naturalmente, los empresarios de la difusión periodística han sido, como continúan siendo, los voceros de la oligarquía y la forma de organización económica a modo que ésta, influyendo en el gobierno, hacía y hace prevalecer. Eso es verdad fehaciente.
Bajo esos sobreentendidos, los empresarios de la difusión periodística fueron estableciendo con el poder político formas cada vez más antisociales de organización económica, hasta llegar a la actual, francamente antipueblo y diríase que antiMéxico.
Esto nos lleva al señor Salloum, director general del Club de Periodistas de México, la más antigua y la más prestigiada de las instituciones del gremio en nuestro país. Don Mouris no está errado en su apreciación. El poder siempre ha sospechado de la prensa.
Por prensa, señálese, debe entenderse al conjunto de periodistas quienes, independientemente de sus convicciones filosóficas, ideológicas y políticas personales, ejercen la noble profesión de difundir y contextualizar y explicar hechos y sucedidos.
Los periodistas no son los empresarios, cabría precisar con énfasis, aunque existen casos de excepción de que aquellos son propietarios de medios de difusión periodística impresa o por Internet. Entre ellos, subráyese, se da el fenómeno del desclasamiento.
La sospecha del poder, fuere éste formal o fáctico, se remonta a la Colonia, con José Joaquín Fernández de Lizardi, El Pensador Mexicano, perseguido y reprimido siempre. Hoy, asesinatos, secuestros y desapariciones de periodistas son ominosa norma.
Los periodistas no tenemos nada qué celebrar en ésta ni en ninguna otra fecha, en contraste con lo que festejan los empresarios de la difusión periodística. Ello se refleja en la naturaleza de nuestra forma de organización política, que simula democracia.
ffponte@gmail.com
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