Un partido de futbol, coinciden especialistas, puede derivar en complejos mecanismos de control, como la manipulación, la persuasión, las cortinas de humo, las válvulas de escape e incluso la confrontación. Invariablemente, éstos se ejercen desde el poder y se dirigen a un público masivo. De preferencia, a las clases populares.
El doctor en antropología e investigador de la Universidad Iberoamericana, Roger Magazine, considera que la manipulación no es tan obvia como para que las personas puedan resistirse o quejarse.
“Mucha gente diría: ‘si esto es manipulación, no está mal. Me gusta ver el futbol por televisión’”, indica el también autor del libro Azul y oro como mi corazón: masculinidad, juventud y poder en una porra de los Pumas de la UNAM.
Este 11 de junio, la Selección Mexicana inaugurará la Copa Mundial, al disputar el primer partido con el anfitrión, Sudáfrica. El juego será transmitido por televisión abierta. También habrá narraciones radiofónicas.
Ese viernes se espera que los mexicanos sólo hablen de futbol, que olviden las decenas de ejecuciones que a diario se cometen en el país o la pérdida del empleo y del valor adquisitivo de sus salarios.
“El entretenimiento es la técnica persuasiva básica”, explica Jaime Viaña, sicoanalista y académico en la Facultad de Estudios Superiores Acatlán, de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Recuerda que el mejor ejemplo de ello son las campañas de Paul Joseph Goebbels, ministro de propaganda en el gobierno de Hitler y responsable de la popularidad del régimen fascista nazi.
Viaña señala que el considerable espacio asignado a la sección deportiva en los medios de comunicación cumple con una función ideológica. Se trata de la antigua receta romana: “Al pueblo, pan y circo”.
Imposición cultural
El papel de los medios incluye la imposición de patrones culturales. Layla Sánchez Kuri, maestra en ciencias de la comunicación y profesora de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM, analiza que éstos tienen por objeto hacer del futbol una industria que crea necesidades falsas, hasta que alcanzan el rango de formas de control social.
Los 22 jugadores, líderes carismáticos, portan tacos Nike o Adidas. Sus playeras se atavian no sólo con los colores de la bandera que representan, sino con varios logotipos de trasnacionales.
“Se ha perdido la esencia del futbol porque se ha sobrevalorado. Ahora todo es dinero”, critica el futbolista Alberto Aguilar, exintegrante de las fuerzas básicas del Cruz Azul. Agrega que el éxito de este deporte con las masas se basa en su sencillez: “El futbol atrae a tantas personas porque es muy simple, es primigenio”.
La XIX edición de la Copa Mundial de Futbol coincide con la crisis económica internacional, que inició en Estados Unidos a mediados de 2008 y que aún mantiene en jaque a economías europeas. A pesar de generar ganancias, este rentable torneo no contribuirá a superar la crisis.
Para que el Mundial tuviera posibilidades de generar una expansión económica, tendría que producir un cambio cualitativo: incrementar el producto interno bruto, además de aumentar el nivel de vida y el índice de desarrollo humano. Sin embargo, sólo crea condiciones para el lucro, explica Miguel Ángel García, consejero técnico estudiantil de la Facultad de Economía de la UNAM.
En Alemania 2006, la Copa Mundial que antecede a Sudáfrica 2010, se recaudaron alrededor de 700 millones de dólares, de acuerdo con el Informe sobre las finanzas de la FIFA (Federación Internacional de Futbol Asociación) de ese mismo año. La suma del rescate financiero de la actual crisis asciende a más de 12 billones de dólares.
“Hay una diferencia muy grande entre lo que los gobiernos y empresas utilizan para sacar al planeta de la crisis y las ganancias que trae un Mundial”, refiere el economista.
Miguel Ángel García agrega que el impacto económico no es el mayor beneficio que obtienen sus organizadores y patrocinadores: la utilidad mayor es perpetuar las formas de dominio.
Ernesto Priani Saiso, filósofo y catedrático de la Facultad de Filosofía y Letras y estudioso de las relaciones de poder que se dan en la cancha, explica que “los medios de comunicación, los grandes inversores y el poder político aprovechan el fenómeno del futbol y lo ocupan para favorecer sus propios intereses”.
Agrega: “La idea es: si yo logro convencerte a ti de que la Selección es una promesa mayor de lo que realmente es, voy a lograr que compres cosas, veas mis programas y disfrutes de la ‘calma social’”.
Estadios, termómetros de la violencia
La calma social, sin embargo, no siempre es el fin. Uno de los mecanismos de control social que se ejercen a través del juego es justamente lo contrario: la confrontación física y verbal. Los estadios de futbol son ahora espacios propicios para la confrontación y pueden ser vistos como “termómetros del nivel de violencia social”, expone Layla Sánchez.
“Es el divide y vencerás”. Por ello se utiliza un lenguaje marcial: los comentaristas narran, con exacerbado nacionalismo, las “batallas” deportivas. En vez de ver futbolistas, vemos a soldados que van a pelear por un país, critica la comunicóloga.
Futbol, objeto de atención del poder
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