Carlos Fernández-Vega
La inflación es distinta para los consumidores y para el Banco de México
Una buena noticia para todos aquellos que en septiembre pasado heroicamente resistieron la escalada de precios, aunque al final sus bolsillos quedaron agujereados por el tiroteo: asegura el Banco de México que en tal mes la inflación promedio oficial fue de tan sólo 0.78 por ciento. Sin embargo, para redondear la buena nueva, la institución tendría que divulgar el nombre de los establecimientos comerciales en los que checa los precios y obtener esos reducidos porcentajes inflacionarios, con el fin de que allí mismo se abastezcan los consumidores, quienes ya no sienten lo duro sino lo continuo.
De acuerdo con la institución, en septiembre el índice nacional de precios al consumidor aumentó 0.78 por ciento respecto al mes previo, con lo que la inflación anual se ubicó en 3.79 por ciento, una disminución de 0.24 puntos porcentuales en relación con el dato que se observó el mes anterior. “La disminución fue consecuencia, principalmente, de las menores alzas que se presentaron, en relación con el mismo mes del año anterior, en los precios de algunos productos agropecuarios”.
Así, en septiembre, el mes del gasolinazo, el crecimiento de precios en alimentos, bebidas y tabaco sólo fue de 0.33 por ciento, según el Banco de México, para llegar a una inflación anualizada de 1.93 por ciento en este renglón. Y lo mismo sucede con el avance de precios en otros subíndices, el de educación y esparcimiento, por ejemplo, en el que los precios aumentaron 0.02 por ciento en el citado mes, para hacer un anualizado de 1.52.
Lo anterior, desde luego, según el reporte del Banco de México, para el que la única preocupación desde principios de año parece ser el precio del jitomate. Sin embargo, el 0.78 por ciento de inflación en septiembre no pasa de ser un pésimo chiste de la institución a cargo de Guillermo Ortiz, porque al conocer el comportamiento inflacionario en productos específicos de consumo masivo la buena noticia desaparece, con todo y que el reporte proceda de la misma fuente.
Por ejemplo, sólo en septiembre pasado el precio del pan blanco se incrementó 3.42 por ciento, más de cuatro veces el promedio inflacionario celebrado por el Banco de México, de tal suerte que en el transcurso de la “continuidad” el precio de este producto aumentó 7.82 por ciento, proporción que al anualizarla se eleva a 10.73 por ciento.
Lo mismo ha sucedido con otros productos de consumo básico: en septiembre y siempre según el banco de México, el precio de la leche evaporada, condensada y maternizada se incrementó 2.68 por ciento (tres y medio tantos más que el promedio general); de diciembre de 2006 al noveno mes de 2007 aumentó 6.71 por ciento y en un año 7.73 por ciento.
El aumento en el precio de algunos quesos (amarillo, manchego, Chihuahua y Oaxaca) varió de 2.32 a 2.65 por ciento en septiembre; de 9.82 a 13.23 por ciento a lo largo de la “continuidad” y de 11.14 a 15.21 por ciento de septiembre de 2006 a igual mes de 2007.
Otros productos de consumo básico reportaron los siguientes aumentos en sus precios, sólo en septiembre de 2007: jitomate, que tanto preocupa a Guillermo Ortiz, 38.51 por ciento; chile poblano, 24.74; papaya, 24.58; melón, 23.68; tomate verde, 17.78; plátano, 14.74 y chile serrano, 13.61, por citar algunos cuantos.
El precio del huevo aumentó 3.62 por ciento en septiembre, el de las vísceras de res 2.62 por ciento y algunos pescados arriba del uno por ciento, mientras los relativos a la educación reportaron las siguientes alzas: primaria, 5.85 por ciento; secundaria, 5.94; preprimaria, 5.31; jardín de niños y guardería, 6.12 y preparatoria 2.87. Y así por el estilo.
A cambio, y como parte de los promedios que permiten la buena noticia del citado 0.78 por ciento de aumento inflacionario general en septiembre, a los consumidores se les aumentó de forma por demás marginal el impuesto predial, las cuotas de autopista, los derechos por el suministro de agua, línea telefónica, estacionamiento, taxi, colectivo, autobús urbano y cuotas de licencias y otros documentos.
El problema es que los mayores incrementos de precios se reportan en los artículos y servicios de consumo básico. Es totalmente intrascendente si los aviones ejecutivos, los bolígrafos de oro, los perfumes importados y la ropa de marca no registran alzas, por mucho que ello sea útil para promediar inflación baja.
Y si el bolsillo se ha deteriorado por los aumentos reales que esconden los promedios de inflación elaborados por el Banco de México, habrá que preparase, porque “para que vivamos mejor” (Calderón dixit) la “continuidad” ya cocina una nueva “reforma” fiscal con la mira fija en el aumento a la tasa de IVA, a su aplicación en absolutamente todo (alimentos y medicinas en primer lugar) o en ambas medidas.
Ya lo dijo el secretario de Hacienda, Agustín Carstens: “no hay duda que vamos a tener que aumentar la recaudación por impuestos al consumo y sobre la renta… como parte de la reforma fiscal recién aprobada ya se abordó el impuesto sobre la renta”, ergo vamos por el IVA.
Las rebanadas del pastel
Con una velocidad envidiable, tanta como un año nueve meses de retraso, la Secretaría de Economía “analiza si procede” cancelar la concesión otorgada a Industrial Minera México (subsidiaria del Grupo México, de Germán Larrea) para usufructuar Pasta de Conchos. Ya se determinó que la explosión de aquel fatídico 19 de febrero de 2006 fue resultado de la negligencia y la omisión culposa de la empresa y las autoridades foxistas instaladas en la Secretaría del Trabajo (hoy cómodamente ubicadas en el PAN), amén del incumplimiento de la propia Secretaría de Economía, y el nuevo titular de esta dependencia, el ágil Eduardo Sojo, apenas “analiza si procede”.
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