jueves, octubre 25, 2007

La ALDF y el tabaco

Octavio Rodríguez Araujo

No hubiera querido escribir más sobre el consumo de tabaco, pero el Diario de Debates de la Asamblea Legislativa del Distrito Federal, en el punto relativo a la Ley de Protección a la Salud de los No Fumadores, me obliga a hacerlo.

El presidente de la Comisión de Salud de esa honorable asamblea dijo: “Los no fumadores, que son en general más sensibles a los efectos tóxicos del humo del tabaco que los fumadores, pueden presentar encefalia, náusea y mareo. El humo del tabaco en el ambiente provoca estrés en el corazón y el sistema nervioso y afecta la capacidad del organismo de captar y usar el oxígeno”. (Las cursivas son mías.) El presidente de la Comisión de Salud, que obviamente debe de ser experto en cuestiones médicas, confunde cefalea con encefalia y señala que el humo ambiental provoca estrés en el corazón. Es una lástima que el Comité del Premio Nobel no se haya enterado de los importantes hallazgos médicos del diputado Marco Antonio García Ayala. Otro Nobel que se le escapa a México.

Pero con el diputado García Ayala no terminan los dislates registrados en el Diario de Debates. En la consideración novena de los argumentos para reformar la ley mencionada, se dice (sin la objeción de ninguno de los diputados) que la influenza es una de las 25 enfermedades “provocadas directamente por el consumo del tabaco”. Es bueno saberlo, lo que es una lástima es que los legisladores de ahora no lo hayan sido durante la pandemia de influenza de 1918-19. De haber tenido entonces la responsabilidad que tienen ahora, hubieran alertado a la población mundial con una consigna que hubiera salvado a 2 millones de personas que murieron por esa razón: “no fumen ni se expongan al humo de los fumadores”. Lo mismo se puede decir de la neumonía, citada como otra de las 25 enfermedades “provocadas directamente por el consumo del tabaco”. Como todo mundo sabe, el humo del tabaco, además de partículas que pueden producir cáncer, contiene también virus y bacterias. Son sólo dos ejemplos que nos permiten apreciar la sabiduría de los diputados, y que debería enorgullecernos.

De la ceguera, las enfermedades mentales y la pérdida de concentración, que la ALDF también ha atribuido al humo del tabaco, ya no digo nada, pues el lector creerá que estoy exagerando. Quien tenga dudas que consulte la página de nuestros diputados defeños, quienes ya se aprobaron un aumento en su presupuesto de 16.37 por ciento para 2008, quizá como recompensa por el esfuerzo que han realizado y por las innovaciones que han aportado al conocimiento de las enfermedades virales producidas –¡bravo!– por el humo del tabaco.

En otro alarde de brillantez, los asambleístas afirmaron (y votaron en mayoría) que “Sólo los ambientes 100% libres de humo de tabaco protegen al público de la exposición al humo ajeno”. (Las cursivas son mías.) Perogrullo está feliz. Lo que no dijeron es que diariamente vuelan en el aire del Distrito Federal varias toneladas de heces humanas y animales, que la ciudad es una de las más contaminadas del mundo, que el agua de la llave no es potable, que la comida tiene salmonelas y otros bichos, y que ningún restaurante, bar, auditorio o autobús escapa a la contaminación de diversos tipos. Pero, eso sí, quieren que los restaurantes y bares tengan una sección físicamente aislada para los no fumadores y que la sección para fumadores sea adecuada de tal forma que los “gases tóxicos” y las partículas del humo del cigarro, que se miden en su mayoría en nanogramos (milmillonésimas de gramo) no entren en la otra sección. Si el restaurante es muy pequeño, como es el caso de 98 por ciento de los 35 mil existentes en la ciudad de México, que sean libres de humo de tabaco al ciento por ciento, aunque sus puertas y ventanas den a la calle que, como todos sabemos, tiene la higiene de un quirófano.

A pesar de las protestas de los dueños de restaurantes y bares, en su mayoría pequeños propietarios con locales de pocas mesas, la intención de la ALDF es que sean lugares sin humo de tabaco (piensan adecuar la Ley de Establecimientos Mercantiles).

La única diputada que planteó la discusión de este punto, por las consecuencias sociales y económicas que tendría, fue Laura Piña Olmedo y, sobre la contradicción entre las dos leyes, la diputada Kenia López Rabadán (mis felicitaciones por haber estado alerta a la discusión, pero no por haber votado a favor de la ley, hecha “sobre las rodillas”, como bien dijo el diputado Rétiz Gutiérrez. Sólo se opusieron cinco diputados, los únicos sensatos. Rétiz se abstuvo “porque no hay materia”).

Finalmente, quiero comentar un aspecto que tiene que ver con el libre albedrío de los fumadores adultos. Mientras no se decrete que el tabaco es una droga ilícita, los fumadores tienen derecho a fumar y en todos lados debe haber espacios para ellos e incluso lugares exclusivos (como ya ocurre en España en algunos restaurantes). Si los diputados quieren una ciudad (o el país entero) sin humo de tabaco, que prohíban su producción, venta y consumo. Les sugiero que no sean hipócritas y que sean consecuentes.

Si México fue el primer país de América en ratificar los acuerdos del Convenio Marco para el Control del Tabaco, bien podría también ser el primero en decretar que todo el país deje de producir tabaco, de exportar anualmente alrededor de mil toneladas métricas de cigarrillos, de vender estos productos en el interior y, de una vez, declarar que es una droga (tipificada así por la OMS desde 1974) y, como tal, declararla ilícita como la mariguana, la cocaína y otras de este tipo. ¿Por qué no lo hacen y de una vez se lanzan a prohibir las bebidas alcohólicas (incluida la cerveza), que también producen adicción? Porque si lo hicieran el Estado dejaría de percibir, sólo por impuesto a tabacos labrados, arriba de 16 mil 500 millones de pesos, y por cervezas y bebidas alcohólicas otros 22 mil millones, además del IVA por la venta de estos productos. Si las drogas ilícitas están prohibidas, el alcohol y el tabaco también deberían prohibirse, pues, dado el consumo de cada uno de estos rubros adictivos, los dos últimos causan más muertes que las ilícitas, según los datos que repiten, de oídas y mal, los diputados.

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