jueves, octubre 25, 2007

SOBRE EL LENGUAJE SOEZ

Antes de hablar, ya insultábamos

Parece haber una pandemia de lenguaje lleno de “insultos” y “malas palabras”. Si las dice Bono o en sus rolas las cantan U2 o Molotov, resulta “maravilloso”, tan simbólico (el símbolo, dijo Hegel, es lo que ocupa el lugar de “la cosa”), expresivo; es más: chingón, certero a quien se aplica. Si el término estadounidense fuck se usa para todo, no nos suena mal, suena chistoso. El vocablo francés “merde” no suena ofensivo, pero si Hugo Chávez le dice a Bush o Ysunza que son pendejos “de la p hasta la o”, es una blasfemia, no importando que sí lo son (pendejos), porque esa palabra es el epítome para designar a un tonto sublime, excelso, paradigmático. Y Bush es tan, tan pendejo, que cree que su corazón lo tiene en la panza.
En México tenemos que decir que el perro se hizo caca o que uno quiere hacer pipí, o que a alguien se le fue una plumita; nada de eso, el perro se defecó, uno quiere orinar y fulanit@ se echó un pedo. Pero, ah, las “malas palabras” tienen algo de cromosómico en nuestra fisiología; es genético. Maldecir y usar “malas palabras” es universal, existen en todos, absolutamente en todos los idiomas, y desde luego son propios, regionales en cada país. En Argentina no digan que van a lavar los trastes, estos son otra cosa que para los mexicanos. En Colombia, decir que tengo que llamar por teléfono a mi señora, ahí es que le vas a llamar a tu amante de la casa chica. A mi madre, en España, para ayudarla a subir a un camión de turistas, le dijeron que le ayudarían empujándola por el culo. Así que es relativo según el lugar, pero cuando se utiliza bien, el peso y contenido de la palabra es insustituible.
Es más, desde Shakespeare, el título de su obra “Much Ado About Nothing” (Mucho Ruido y Pocas Nueces es su pueril traducción al español); derivado del estudio del uso lingüístico de la época, es un juego de palabras que hubiera querido decir “Much Ado About an O Thing”, la “O” siendo entonces una referencia a los genitales femeninos, de la misma manera que éstos, en Yucatán, se decían que eran la “A” de las mujeres…¿qué tal?.
Guy Deutscher, un lingüista de la Universidad de Leiden en Holanda, es autor de un libro imprescindible para los que gusten leer de la estructura actual de su lenguaje (como mi libro de referencia de siempre sobre el estructuralismo lingüístico, “Les mots et les Chausses” de Focault): “The Unfolding of Lenguaje, an Evolutionary Tour of Mankind´s Greatest Invention”, nos revela que ya hace 5,000 años (cinco mil años), el idioma ya tenía su dosis de palabras muy descriptivas sobre las coloridas funciones corporales que iban desde el odio hasta el amor, plasmado en símbolos y tradición oral que se originaron cuando y desde que el humano terminó de desarrollar su laringe.
Algunos investigadores neurológicos hoy, impresionados por la profundidad, arraigo y fuerza del lenguaje totalizador (y es que, si te digo pendejo, ya te totalicé, ¿no?), que lo toman como vehículo para explorar el cerebro humano y confirmar lo que piensan existe: una liga entre las novedosas y mas desarrolladas zonas del cerebro en las que residen el intelecto, la razón y planeación, y las más primarias, más “animales” concentraciones neurológicas de donde nacen nuestras emociones. ¿Cómo se relacionan al insultar?
Cuando una persona insulta a otra, pocas veces son “obscenas” o al azar, sino que son ofensas asertivas en relación al objeto de su ira o molestia, y se ajusta e identifica con la precisión lingüística de lo que quiero expresar. No a cualquiera le digo pendejo o imbécil; jamás le diría puto a un homosexual, los respeto mucho en sus preferencias sexuales. Cuando insulto asertivamente a alguien, lo hago con fervor, me desahogo y se pasa…..ayuda, mentalmente, a no acumular malas vibras, porque ya salieron, como una erupción volcánica, de mi cerebro. Mis circuitos mentales no se sobrecalientan ni hacen corto……..el calor se disipa y quedo a temperatura normal.
Otra cosa es cómo percibe la gente el lenguaje “soez”; al no poder ver a la cara a los interlocutores, un conductor de noticieros radiofónicos o televisivos, debe abstenerse de excesos, pero tampoco, tampoco, censurar palabras en películas clásicas, artísticas o populares; aunque ahora, por ejemplo, Jacobo Zabludovski usa palabras que, aunque tiene que explicarle (para justificarse ante la audiencia) a sus radioescuchas lo que quieren decir según el Diccionario de la Real Academia Española, está liberando nuestro lenguaje y haciéndolo más rico y expresivo. Pero cuando uno dice “malas palabras” (desmadre, utilizó Jacobo) con gente presente, se ofenden (¿cómo habrá sido su evolución de infantes a adultos?.....sancionada y censurada, seguramente: la piel de la cara enrojece, hacen muecas de desaprobación y deciden que uno es culpable de ser vulgar y naco…….. ¿Será así? Porque, sí, porque creen que el lenguaje debe permanecer estático (la televisión, esa sí que envilece con programas, escenas y lenguaje prostituídos), porque creen que el lenguaje evolutivo, expresivo y actual debe estar libre de barbaridades que no asimilan las buenas conciencias”.
En Australia (NYT dixit), investigadores insertaron vulgaridades y obscenidades en un experimento de dictado con estudiantes de Prepa. Muchos de los sujetos se sobresaltaban con las “palabrotas”. En otros, no hubo reacción alguna: eran los que más tranquilidad y armonía tenían en su vida cotidiana. Y es que firmemente creo lo que dije antes: cuando insultas asertivamente, con intención clara, precisa, es un alivio emocional y del tan de moda “stress”. Si no son capaces de hacerlo con poca gente alrededor, vayan a un partido de Pumas en Ciudad Universitaria, al México 68, y siéntense cerca de la porra Plus…..gritarán, blasfemarán, insultarán….y luego, saliendo del partido, se sentirán sin stress, aliviados, ligeros, livianos..
Si Bush y Castro se sentaran frente a frente, se insultaran, se pendejearan entre sí, otra sería la arena de agresión estadounidense hacia un régimen que es diferente al suyo, y es el que quieren imponer, a huevo, al resto del mundo. Muchas vidas se salvarían con insultos y lenguaje fuerte entre los “líderes” de países en conflicto. O caerse a madrazos, que es similar pero sin daño a civiles víctimas de las guerras y privaciones de libertad, seguridad, comida.
¿Vieron “2001, Odisea del Espacio??... Mi película para la isla desierta. Arthur C. Clark y Stanley Kubrik. En los albores de la humanidad, los antropoides se agreden con gruñidos, amenazan con los brazos, pero no llegan a una agresión física…..hasta que un grupo de ellos, tocados por algo “superior”, el monolito perfecto geométricamente, les hace identificar un arma, un simple hueso de un animal………y matan, matan, matan. El lenguaje de los “insultos” ha sido sustituído por el de las armas.
Coño, insultemos más, muchísimo más.
Otro ángulo es el que ofende sexualmente o el que se deriva de antagonismos religiosos. Pero eso es otro tema, más espinoso y no cabe en este texto sabatino.
Todos los humanos tenemos una bestia que nos cubre…….solo hay que usarla como protección, y no para matar. Que solo nos permita gruñir e insultar.

.....parafraseando a Steinleger, para aquellos que hablen a mis espaldas , “mi culo os contempla”.

Alfonso Sansores Escalante

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