Balance tras las elecciones
Ramón Sarmiento
El Militante
La clase trabajadora argentina expresó en las elecciones presidenciales un rechazo rotundo a la derecha y a los políticos identificados con las políticas más represivas y antiobreras. La inexistencia de una herramienta política que expresara sus intereses de clase llevó a los trabajadores a depositar mayoritariamente su voto en el kirchnerismo (que sacó el 45% de los votos) y, en mucha menor medida, en la Coalición Cívica de Carrió (un 22%) , quien pese al giro a la derecha dado en el último año, es vista aún como "progresista" por una franja del electorado.
Los candidatos vinculados con políticas más represivas y procapitalistas (Lavagna, Saá, Sobisch y López Murphy) alcanzaron apenas el 28% de los votos. En la capital, Buenos Aires, donde la derecha obtuvo la alcaldía hace unos meses, las listas a la derecha de Cristina y Carrió sólo sacaron el 32% de los votos y el conjunto de las listas de izquierda obtuvo el 11%.
Estos datos generales ratifican que no hubo un giro a la derecha en la sociedad, como venimos defendiendo hace meses. El apoyo mayoritario a Cristina Kirchner no refleja un nivel de conciencia bajo de los trabajadores, como afirman los ultraizquierdistas y los escépticos, sino una visión sobria de la realidad. Hubo ciertas mejoras en sus condiciones de vida gracias a las luchas y a las concesiones otorgadas desde arriba, en el marco de un boom económico prolongado. Hay en los trabajadores un rechazo instintivo muy fuerte contra la derecha, pero la izquierda es muy débil, cometió numerosos errores y no genera confianza por el momento.
El balance de la izquierda
Fue un hecho muy relevante en estas elecciones la irrupción del Proyecto Sur, del cineasta Pino Solanas, procedente del peronismo de izquierda, y de Claudio Lozano, uno de los dirigentes de la central sindical CTA, que se situó como la 5ª fuerza más votada.
Aparte de esto, la izquierda consiguió los peores resultados en años, perdiendo la mitad de los votos conseguidos en el 2005, aproximadamente medio millón.
El Partido Obrero perdió 100.000 votos, alcanzando apenas los 120.000. Nueva Izquierda-MST, que fue la fuerza de izquierda más votada con 155.000 votos, perdió 40.000. El desempeño más desastroso lo protagonizó el frente unido del Partido Comunista y el Partido Humanista. Los 440.000 votos conseguidos por ambas fuerzas por separado en el 2005, se desplomaron a ¡80.000! La degeneración política de la dirección del PC ha reducido a cenizas al que históricamente llegó a ser el partido político más importante de la izquierda argentina, llevando la amargura a miles de militantes comunistas honestos. Otra decena de grupos menores consiguieron algo más de 150.000 votos.
El papel de las direcciones de todos estos grupos no puede ser más pernicioso. Insensibles al deseo de unidad de miles de militantes y simpatizantes, repitieron su táctica suicida de presentarse por separado arruinando por enésima vez las esperanzas e ilusiones de cientos de miles de luchadores. Las direcciones de estos grupos son irreformables y los condenan a la irrelevancia política.
Las elecciones del 28 de octubre destacaron a Proyecto Sur y a Nueva Izquierda-MST como las dos fuerzas principales a la izquierda de Kirchner. Al detentar esta posición, ambos frentes políticos asumen una gran responsabilidad en impulsar la formación de una herramienta política de masas, con base en la clase trabajadora.
Proyecto Sur, Nueva Izquierda-MST y los dirigentes de la CTA que han delimitado políticamente con el kirchnerismo deberían lanzar, en conjunto, un movimiento político amplio, clasista y democrático, abierto a los trabajadores y demás sectores populares para luchar por el objetivo de una sociedad justa e igualitaria. Cualquier tendencia política de izquierda debería tener un lugar en su interior y gozar de plena libertad para defender honesta y fraternalmente sus puntos de vista, al tiempo que ayuda a construir el movimiento.
La izquierda revolucionaria
Es natural que muchos activistas revolucionarios honestos puedan manifestar dudas para integrar un frente con sectores reformistas de izquierda. Lamentablemente, la izquierda revolucionaria desperdició innumerables oportunidades en los últimos años para conformar una herramienta política que incidiera en la clase trabajadora de nuestro país, por sus políticas sectarias y aventureras.
Es ABC que necesitamos un partido revolucionario enraizado en las masas obreras para dirigir la lucha por la transformación socialista de la sociedad. Pero este partido no existe en Argentina. En la situación actual, la tarea más progresiva para acercar esta perspectiva es conformar de un movimiento político de masas amplio, con militancia obrera y popular genuina, y con vida real, aun con la participación en su seno de sectores de izquierda reformistas.
Despertar a la militancia política a decenas de miles de trabajadores y jóvenes en un movimiento amplio de este tipo para luchar contra las políticas procapitalistas y proimperialistas del kirchnerismo y la derecha sería un paso de gigante con respecto a la situación actual, y sacaría de su aislamiento al activismo socialista revolucionario, quien tendría la oportunidad de demostrar en la práctica que son los mejores luchadores y la corrección de sus ideas, tácticas y programa. Esta será la manera en que los socialistas revolucionarios podrán emerger como una fuerza de masas para acometer con garantías de éxito la transformación socialista de la sociedad.
Perspectivas para el gobierno de Cristina
¿Qué perspectivas se abren para el gobierno de Cristina Kirchner? En la medida que el boom económico se mantenga continuará con la política exhibida por Kirchner, balanceándose entre las clases y otorgando algunas concesiones a las masas trabajadoras, mientras que defiende los intereses comunes de los capitalistas y multinacionales.
No fue casualidad que durante la campaña electoral insistiera en la necesidad de un "pacto social" que tenga como ejes centrales a empresarios y trabajadores. La subida de las tarifas anunciada en el gas, la electricidad, el transporte y el teléfono, así como de los precios de los productos básicos de consumo, que aumentaron un 20% este año, llenan de preocupación al gobierno, a la patronal y a la burocracia sindical peronista. Temen que se desate una ola imparable de reclamos salariales. Habrá, por lo tanto, una ofensiva feroz para tratar de imponer el pacto social a cualquier precio.
Los trabajadores tendrán que hacer su experiencia con el gobierno de Cristina, y en un primer momento depositarán algunas expectativas comprensibles. Pero la paciencia de las masas no durará eternamente. La imposición de un pacto social que tendrá como objetivo contener los reclamos salariales para mantener los niveles de la rentabilidad empresarial y condiciones de trabajo precarias abrirá las primeras fisuras entre el gobierno de Cristina y la clase obrera. Y a medio plazo, una ralentización del crecimiento económico e, incluso, el ingreso a una fase recesiva de la economía, como consecuencia de la debilidad de la economía internacional, reducirá al mínimo la conciliación de intereses de trabajadores y empresarios, que es la divisa política del kirchnerismo.
Esto preparará las mejores condiciones para el surgimiento y desarrollo de una herramienta política de masas de la clase obrera en los próximos años.
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