Raúl Zibechi
Finalmente, el Banco del Sur se hizo realidad. La firma del Acta Fundacional por siete presidentes el pasado 9 de diciembre en Buenos Aires es una de las pocas buenas noticias en un año que se caracterizó por el avance de las derechas y crecientes dificultades para los gobiernos de Evo Morales y Hugo Chávez. No debe olvidarse, empero, que la firma del acta fue postergada varias veces por desacuerdos entre los fundadores, en particular por la inicial resistencia de Brasil.
En los próximos dos meses los ministros de Economía y Hacienda de Argentina, Bolivia, Brasil, Ecuador, Paraguay, Venezuela y Uruguay deberán resolver las cuestiones operativas básicas. En particular, cuánto aportará cada país y cuál será el monto inicial del banco, estimado por ahora en unos 7 mil millones de dólares. Argentina, Brasil y Venezuela aportarán 50 por ciento de esa suma en los próximos cinco años. Un consejo de administración, integrado por los ministros de Economía, en el que cada país tendrá un voto, será el máximo organismo de decisión, asesorado por oficinas técnicas que definirán los proyectos a ser financiados
El paso adelante que significa el Banco del Sur puede contribuir a la autonomía financiera sudamericana y a fomentar el equilibrio regional, ya que los países más pobres y con menores posibilidades de acceder a créditos en los organismos financieros internacionales tendrán ahora un instrumento que atenderá sus requerimientos. Además, el Banco del Sur no hará préstamos a empresas, sino que financiará proyectos que presenten los países. Y es posible marchar hacia la creación de un Fondo de Estabilización Sudamericano que sirva de prestamista para países que atraviesen crisis de pago, asumiendo así la función que debería tener el FMI.
El optimismo de los presidentes en Buenos Aires está más que justificado. El paraguayo Nicanor Duarte Frutos enfatizó sobre “el proceso de emancipación financiera” que abre el Banco. Evo Morales y Rafael Correa insistieron en que puede ser el primer paso para la creación de una moneda única sudamericana y señalaron que la nueva institución puede alentar el retorno de los ahorros que los países de la región tienen colocados en la banca del primer mundo, estimados en 250 mil millones de dólares, para financiar el desarrollo sin someterse a las imposiciones de la banca global. Lula da Silva, por su parte, dijo que el banco servirá para reducir las asimetrías y financiar proyectos de integración energética y de infraestructura. Quizá el mejor ejemplo lo puso Chávez: “Nuestros países tienen reservas de petróleo. Pero en muchos casos no podemos sacarlo porque nos falta financiamiento para las inversiones. Ésa es la función que cumplirá el Banco del Sur”.
Pero la buena noticia de la creación del banco regional, que aún tiene un trecho para consolidarse, se verifica en una coyuntura erizada de dificultades en la que aparecen algunos retrocesos. Días antes de la firma del Acta Fundacional, la estatal brasileña Petrobras decidió retirarse del complejo de gas natural Mariscal Sucre en Venezuela. Se trataba del primer paso del Gasoducto del Sur que iba a unir el Orinoco (Venezuela) con Río de la Plata. De forma casi simultánea, Petrobras decidió volver a invertir en Bolivia, de donde se había retirado tras la nacionalización decretada por Evo Morales.
Sin inversiones, Bolivia no podrá cumplir el compromiso de venderle 27 mil 700 millones de metros cúbicos dairios de gas a Argentina a partir de 2011. Este año el país andino debió reducir a la mitad sus exportaciones de gas a Argentina por problemas técnicos, lo que revela que las debilidades financieras son el talón de Aquiles de los países pequeños de la región. Pero las inversiones que anuncia Lula en Bolivia van más allá del gas y apuntan a las construcción de carreteras y puentes, que son parte del corredor bioceánico (Atlántico-Pacífico) contemplado en el proyecto Integración de la Infraestructura Regional Sudamericana (IIRSA).
Algunos analistas han especulado estos días que la derrota de Chávez en el referendo sobre la reforma de la Constitución debilita la posición de Venezuela en la región y fortalece la de Brasil. Argumentan que el asesor de política internacional de Lula, Marco Aurelio García, dijo que la derrota de Chávez sería “positiva” porque facilitará que el parlamento de su país apruebe la entrada de Venezuela al Mercosur. En una entrevista concedida al diario argentino Clarín, el domingo 9, el canciller brasileño Celso Amorin marcó claras distancias respecto de la política bolivariana. Dijo que el referendo se realizó en un clima democrático y valoró positivamente las declaraciones “respetuosas, maduras” tanto del gobierno como la oposición, sin establecer la menor diferencia entre unos y otros.
Pero Amorin fue más lejos. No sólo no lamentó la derrota de Chávez, sino que se mostró abiertamente contrario al Gasoducto del Sur. “Hablar de hacer ya el gasoducto no tiene sentido. Hay que conciliar los extremos”, puntualizó en obvia referencia a que uno de ellos es el propio Chávez. Consultado sobre el recién creado Banco del Sur, echó un balde de agua fría, al calificarlo de “una alternativa más”. Defendió, en paralelo, el papel del Banco Nacional de Desarrollo (BNDES) de Brasil y también al BID porque “se puede usar la credibilidad del BID para trabajar en conjunto”.
En los próximos meses, la sorda disputa regional se trasladará a las definiciones que deberán diseñar el perfil definitivo del Banco del Sur. En tanto, Brasil sigue avanzando. A las importantes inversiones en Bolivia se suman acuerdos bilaterales con Argentina para la construcción de reactores nucleares, la explotación de petróleo off-shore, una central térmica y una represa hidroeléctrica en Garabí, sobre el río Uruguay. La alianza estratégica entre Argentina-Brasil está en camino de consolidarse, dinamizando al Mercosur, en detrimento del ALBA y de los proyectos regionales de inspiración bolivariana.
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