Raúl Moreno Wonchee
Con todo y el sesgo doméstico que resultó mezquino, la felicitación del presidente Calderón al presidente Chávez por su "enorme valor" al haber reconocido su derrota en el referéndum aunque haya sido por poco margen, algún efecto positivo tuvo en el propósito del gobierno mexicano de mejorar sus relaciones con el de Venezuela. Pero cuando Calderón levantó polvo de aquellos lodos al congratularse porque se puso "un freno muy significativo a un proceso muy peligroso y que es de preocupación internacional", exhibió incongruencia con ese propósito e incurrió en injerencismo contrario a los principios constitucionales de política exterior. Lamentable tropiezo con la misma piedra que Fox lanzó una y otra vez para servir a un gobierno extranjero.
Por fortuna, el oficio del embajador Roy Chaderton impidió que la pifia se convirtiera en una nueva controversia que obstaculizara la normalización de esas relaciones precisamente cuando el mundo entero ha podido constatar que Venezuela cuenta ya con un régimen político democrático capaz de resolver institucionalmente la extrema polarización originada en las profundas transformaciones revolucionarias que están teniendo lugar en la patria de Bolívar, y de evitar la desestabilización política que pudiera llevar al golpe de estado y aún a la intervención militar norteamericana.
En efecto, Venezuela tiene un régimen político sustentado en una Constitución democrática que no sólo mantiene sino ha perfeccionado los procedimientos electorales y la división de poderes, además de garantizar plenamente las libertades individuales en el marco de la democracia representativa, pero que lo ha trascendido al rescatar derechos nacionales y establecer derechos sociales y nuevas formas de participación popular en el control y ejercicio del poder. Constitución que se originó y fraguó en el proceso de cambios y transformaciones que ha encabezado el presidente Hugo Chávez. La Constitución fue aprobada en su momento por la mayoría del pueblo venezolano, ha obtenido el reconocimiento de prácticamente toda la sociedad y le da al nuevo Estado Bolivariano el sustento de una democracia avanzada que busca la liberación nacional y social de Venezuela a través de mecanismos establecidos en la propia carta constitucional mediante fórmulas jurídicas y legales cuya aprobación es sometida a procedimientos democráticos exhaustivos.
De eso se trató el referéndum del otro domingo. Quizá el error que condujo a que una leve mayoría de votantes derrotara la propuesta del Presidente de la República fue que metió en el mismo paquete las reformas económicas y sociales y la reelección presidencial ilimitada, lo que permitió a los opositores ganar base electoral en un antirreeleccionismo cultivado en antecedentes históricos negativos, e inhibió de acudir a las urnas a un amplio sector del pueblo que en anteriores ocasiones votó por Chávez.
Cabe señalar que la reelección no admite definiciones a priori. En Gran Bretaña y España no se elige al jefe de Estado cuya sucesión está sujeta a un sistema dinástico vitalicio y el jefe de gobierno -primer ministro y presidente del gobierno, respectivamente- puede ser reelecto de manera ilimitada. La reelección limitada, en cambio, es común en los sistemas presidenciales donde la jefatura del Estado y la del Gobierno recaen en una sola persona. En Estados Unidos, Franklin D. Roosevelt fue reelegido en tres ocasiones consecutivas aunque después la reelección se limitó a dos períodos. En México, desde 1917 la no reelección es un principio inviolable e inmutable por razones propias de nuestra historia, aunque en algún momento se haya intentado modificar introduciendo la reelección no consecutiva, lo que se justificó en la necesidad de dar continuidad al proceso revolucionario. El asesinato del presidente así reelecto dio lugar a la fundación del PNR que resolvió el dilema entre continuidad y no reelección.
De vuelta al referéndum, y descontando la inevitable distorsión electoral provocada por la propuesta reeleccionista, el resultado en contra de las reformas fue, a mi juicio, un espérate tantito que el horno no está para bollos. ¿Qué estaría pasando de haber obtenido el "sí" una precaria mayoría como la que recibió el "no"? ¿Golpe, guerra civil o intervención, a escoger? ¿Y si el "si" hubiera obtenido el 70%, es decir si todo el "chavismo" hubiera acudido a votar? ¿Golpe, guerra civil, intervención o todo junto? Hoy, en cambio, el mundo reconoce a Venezuela como país democrático, a Chávez como Presidente democrático y la Revolución Bolivariana sigue vigente. De esto debe tomar nota el gobierno mexicano.
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