(Luis Agüero Wagner* )
Como era de esperarse, toda la prensa local adicta al imperio sigue haciéndose eco de los trascendidos sobre “el maletín para Cristina” gestados en tribunales de Miami, los mismos que enviaron a su casa sin mayores trámites ni remordimientos a responsables del atentado contra un vuelo de una línea comercial que estalló sobre las islas Barbados en 1976 costando la vida a más de 70 personas, como Luis Posada Carriles.
El principal sospechoso en esta trama digna de un libreto de Quentin Tarantino, sigue mientras tanto plácidamente en la capital de Florida, epicentro de la ultraderecha latinoamericana, protegido por el FBI. Para los extraviados, valga una breve cartografía:
En Miami, Antonini puede disfrutar tan amplias garantías como las que puedan conferir amistades con el traficante de armas Pedro Guerrero y los ejecutivos de la Armor Holding, subsidiaria de Global BAE Systems, una empresa que cuenta entre sus clientes al mismo Pentágono. Tanto que no extrañaría que pronto vuelva al automovilismo, pasión en la que lo acompaña su copiloto Franklin Duran, uno de los tres dueños de Venoco, empresa presidida a su tiempo por Pedro Carmona (presidente de facto de Venezuela por 48 horas en abril de 2002, cuando todo estaba listo para enviar al exilio a Hugo Chávez desde La Orchila, en una avioneta registrada a nombre de un ejecutivo bancario de nacionalidad paraguaya).
Si algo resulta verdaderamente extraño en todo esto es que todavía exista gente, fuera de los dobles agentes que también están de moda en Paraguay, que pueda dar crédito a un gobierno cuyo principal responsable alguna vez declaró solemnemente en un memorable discurso: “Estoy plenamente convencido de que Saddam Hussein desarrolló un programa de armas de destrucción masiva”. Para colmo, desde Estados Unidos se acusa ahora al jefe de la DISIP, general Henry Rangel Silva, una imputación tan válida como la que puedan hacerse entre dos bandos enfrentados en una interna colorada.
Como consta al respetable público, ya habíamos advertido la situación de vulnerabilidad de la DISIP previamente a este nuevo escándalo, cuando sus servicios fueron vulnerados por los transformistas financiados por George W. Bush aglutinados en torno al obispo jubilado Fernando Lugo, quienes se presentaron semanas atrás en Caracas como izquierdistas abrazados con el Partido Liberal, con James Cason y con la Iglesia Católica.
Estamos hablando, por supuesto, de Camilo Soares y Rocío Casco, receptores de los dólares de George W. Bush distribuídos por la IAF y el Plan Umbral, cabezas visibles del iceberg que ya hemos reconocido como el “Operativo Basura” de Langley en Paraguay, destinado a sembrar confusión y promover como referentes de la izquierda a empleados de la embajada norteamericana de Asunción.
Del mismo modo que Guido Antonini colaboró con la inteligencia estadounidense en la maniobra destinada a contaminar las relaciones argentino-venezolanas, los guevaristas financiados por la CIA de nuestro PMas han prestado su boca a los voceros locales del imperio, “confesando” entre otras cosas la ingerencia de Hugo Chávez en la política paraguaya, para beneplácito de la prensa maccartista. Se sabe que ésta presenta como voz autorizada de la izquierda paraguaya al PMas, a pesar de constituir un grupo repudiado por el mismo Partido Comunista, el PT y otras agrupaciones de mucho mayor autoridad moral, por su fluido relacionamiento con organismos identificados con políticas de penetración y coacción del imperio.
No es extraño, en ese contexto, que los mismos medios que presentan como altamente confiables a los tribunales de Miami en el caso Antonini sean los que pretendan engañar a la ciudadanía paraguaya presentando a los transformistas financiados por George W. Bush del PMas como los “referentes de la izquierda” aglutinados en torno a un bluff como la candidatura de Fernando Lugo.
Ya no es un secreto para nadie el cariz conservador del proyecto que acompaña nuestra basura “guevarista”, sobre todo luego de las declaraciones de su candidato de garantizar el “respeto irrestricto” a la propiedad privada, lo que en nuestro medio equivale a proteger a la patria sojera, a terratenientes y latifundistas.
La historia cuenta que en 1898 Estados Unidos declaró la guerra a España, acusándola de la destrucción del navío Maine. Con esa excusa, se permitió ocupar Puerto Rico, Filipinas y Cuba, imponiendo en ésta última la Enmienda Platt, por la cual la misma constitución cubana le autorizaba a intervenir en la isla. Casi ocho décadas más tarde, en 1976, una comisión de la Armada Estadounidense concluyó que la explosión del Maine había sido accidental.
Sólo resta esperar que los responsables de esta gran estafa política perpetrada contra el pueblo paraguayo y contra la izquierda latinoamericana no imiten , imperturbables, a sus patrones imperialistas guardando un sepulcral silencio de 78 años para darnos sus explicaciones. Hasta entonces, seguirá sobre ellos como una espada de Damocles el adagio de que quien calla otorga.
* Escritor e investigador paraguayo, autor de “Las Banderas de Mitre” y “La increíble historia de Jorge W. Arbusto.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario