Hedelberto López Blanch
En Latinoamérica millones de niños y jóvenes padecen hambre, miseria, desnutrición y explotación laboral, las que han proliferado en la región por las políticas de privatizaciones y de neoliberalismo adoptadas durante decenios por diferentes gobiernos y que se agravarán aún más con los Tratados de Libre Comercio (TLC).
Si los TLC, firmados por algunos países con Estados Unidos, establecen privatizaciones en todos los sectores, es decir, energía eléctrica, agua potable, alcantarillado, educación, atención médica, comunicaciones, entre otros, con grandes prerrogativas para las compañías extranjeras que deseen invertir, cómo se podrá resolver el grado de pobreza existente.
Las transnacionales tendrán potestad no solo de adueñarse de los servicios y empresas nacionales y dispondrán de bondadosas enmiendas que le permitan contratar el personal que deseen sin derecho éstos a sindicalización ni a realizar protestas por reivindicaciones.
En la actualidad, el hambre y la desnutrición afectan a 240 millones de personas en América Latina y el Caribe que representan el 45 % de la población regional, mientras la indigencia sobrepasa el 20 %, es decir, 104,7 millones, según datos de la Comisión Económica para América Latina (CEPAL).
La organización indica que en tres años, de 2000 al 2002 la lista de hambrientos y desamparados integró a sus filas otros 15 millones de miembros y la situación a continuado aumentando en espiral.
Los gobiernos de América Latina y el Caribe fueron pioneros en adoptar las reformas de apertura económica, de liberación comercial y financiera impuestas por el Fondo Monetario Internacional y por los países acreedores, tras la crisis de la deuda externa a principios de la década del 80.
Los datos ofrecidos por los organismos internacionales, a casi 30 años de esa globalización neoliberal, confirman que la mayoría de las naciones latinoamericanas viven hoy en condiciones similares o peores a la de los años 80.
Recientemente, investigadora del Instituto de Políticas Públicas de la Universidad de Minnesota, Ann Markusen, explicó que la mayor participación de las naciones del área en la globalización promovida por los organismos financieros internacionales “ha venido acompañada de acusados reveses en las estrategias de desarrollo nacional de muchos países y ha provocado que los gobiernos reduzcan la inversión pública, abandonen cualquier política industrial y regional y renuncien a la responsabilidad de proveer servicios públicos”.
Asimismo, si bien es cierto que el comercio se ha extendido en América Latina, a la par creció la transferencia de riqueza de sus economías hacia los países desarrollados, debido al saqueo de las compañías transnacionales y por tanto, las cifras en el aumento del Producto Interno Bruto no verdaderamente ciertas.
Los menores de edad son los sectores más vulnerables en estas sociedades. Un informe de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO)exhortó a los gobiernos de América Latina a combatir la desnutrición infantil que afecta a 18 millones de menores de cinco años, que nacen condenados a la exclusión.
La mitad de estos niños ya presentan desnutrición crónica o retardo de talla y mente, según Pedro Medrano, director regional del Programa Mundial de Alimentos (PMA), que hizo énfasis en los casos de Guatemala, Honduras, Haití y Bolivia.
Por las urbes capitalinas y poblados de toda América Latina, pululan más de 20 millones de niñas y niños que ofrecen sus servicios o ya laboran en tareas muchas veces difíciles y riesgosas por ínfimos salarios que les ofrecen sus empleadores.
Lo mismo limpian los parabrisas en los semáforos, que venden chicles, cigarrillos o periódicos, que cargan enormes pesos en fábricas de ladrillos, de papeles o de explosivos sin que muchos gobiernos se interesen por sus derechos.
Otros caen en las redes de contrabando de órganos, de la prostitución, las drogas o de las bandas de delincuentes lo cual resulta catastrófico para sus vidas.
La Organización Internacional del Trabajo (OIT), estima (porque no tiene cifras exactas debido a los descontroles estatales) que en América Latina laboran más de 20 millones de menores entre los cinco y 15 años.
La misma organización agrega que mientras esto ocurre con los menores, uno de cada dos desempleados en la región, son jóvenes de entre 15 y 24 años. La respuesta es que a los menores les pagan una miseria y los sobre explotan pues no tienen cómo defenderse.
A la desnutrición infantil que plantea el PMA se une la alta deserción escolar pues casi ninguno de estos muchachos concurre a las escuelas, porque sus padres no pueden ni comprarles ni un lápiz ni una libreta.
En esas condiciones, los Tratados de Libre Comercio, con sus cláusulas de privatización para todos los sectores, hará crecer el número de niños y adultos pobres en todos los países de América Latina que acuerden firmarlos con Estados Unidos.
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