Arturo Cano (Enviado)
El presidente venezolano, Hugo Chávez, ayer en una rueda de prensa en el palacio de Miraflores, convocada por los jefes del ejército, la marina, la aviación y la guardia nacional Foto: Ap
Caracas, 5 de diciembre. Chávez sigue siendo Chávez. Reconocido y aún felicitado en el mundo por aceptar su derrota, el presidente de Venezuela apenas deja pasar dos días para anunciar que volverá a presentar su propuesta de reforma, con el fin de profundizar “el socialismo del siglo XXI”, rechazada el domingo pasado por poco menos de 200 mil votos.
Y lo hace al estilo de Hugo Chávez: “Fue una victoria de mierda y la nuestra una derrota de coraje”, dice, flanqueado por el alto mando militar, tras más de un día de rumores y versiones periodísticas que señalan que el presidente aceptó su derrota sólo por las presiones de las fuerzas armadas.
A la rueda de prensa convocada por los jefes del ejército, la marina, la aviación y la guardia nacional, Chávez se presenta “sorpresivamente”, según informa oficialmente Miraflores.
Antes, de madrugada, Chávez había llamado por teléfono a un programa de la televisión oficial para anunciar, sin precisar la fecha, que se usará la vía de la iniciativa popular, prevista en la Constitución y que requiere las firmas de 15 por ciento de los electores, para volver a presentar la propuesta rechazada.
“Prepárense que vendrá una nueva ofensiva con la propuesta de esta reforma, transformada, simplificada porque el pueblo sabe que si recoge firmas se puede someter a referéndum de nuevo en otras condiciones, en otro momento… Sepan administrar su victoria, pero ya la están llenando de mierda y la nuestra, llámenla derrota, pero es de dignidad”, dice Chávez.
“Cuando Chávez tiene un plan en la cabeza siempre asoma cinco escenarios, así que algo va a proponer, no es habladuría. Pero cuando lo haga saldremos a hacerle frente”, dice Ismael García, dirigente del partido Podemos, aliado de Chávez hasta hace unos meses y que ahora pretende constituirse en una “tercera vía”.
Enrique Márquez, del partido Un Nuevo Tiempo, rechaza la idea de que se pueda volver a presentar la propuesta de reforma, puesto que la legislación venezolana establece que ello sólo será posible en el siguiente periodo presidencial. Si insiste en presentar la misma propuesta, dice el opositor, “se acabaría con el liderazgo que le queda al presidente Chávez”.
De cualquier modo, sería un caso más para el Tribunal Superior de Justicia, controlado por el oficialismo y motivo de nuevos choques con la oposición.
El anuncio de Chávez, sin embargo, no sólo sacude a la oposición: “Hablar de que se presente por iniciativa popular implica el reconocimiento de un error”, dice Reinaldo Iturriza, profesor de la Universidad Central de Venezuela y uno de los críticos “desde el chavismo” de la fracasada reforma.
Para Iturriza, el pecado original de la propuesta chavista es que no surgió “de las bases populares”, sino “desde arriba” y sin discusión. El debate, afirma, se dio sobre textos que Chávez ya no estaba dispuesto a modificar. “Si se hace por iniciativa popular ganamos sin duda”.
La prensa venezolana publica hoy diversas versiones sobre lo sucedido la noche del pasado domingo, que coinciden en que Chávez fue presionado por las fuerzas armadas ante su negativa de aceptar su derrota en el referéndum. Según esas versiones, el presidente habría culpado a los responsables del Comando Zamora, encargado de la campaña del sí, de haberlo engañado sobre las tendencias electorales.
Los militares convocan a la rueda de prensa para rechazar la especie. “Al presidente no lo presiona nadie”, dice el ministro de Defensa, Gustavo Rangel Briceño, quien hace un alegato de fe en Chávez y narra que su presencia en Miraflores la noche del domingo se debió a que estaban afinando un plan “anti-guarimbas” (barricadas callejeras), en caso de que se dieran protestas de la oposición pretendiera desconocer un eventual triunfo del sí.
En la misma línea, Chávez revela que el domingo ordenó la movilización de tropas en los estados Sucre y Zulia, ambos gobernados por la oposición, en previsión de actos de “desestabilización”. “No vayan a creer que nosotros no estábamos, no estamos, ni estaremos listos para enfrentarlos en ese terreno de la violencia que ellos pudieran volver a tomar”.
Chávez insiste frente a los mandos militares: “Yo no soy presionable: además, yo decidí pronunciarme inmediatamente en favor de la decisión del árbitro porque yo sí quiero seguir jugando limpiamente”, quien insiste en que para él fue mejor la derrota que una victoria por un margen tan reducido como el logrado por los opositores: “A estas alturas este país estaría incendiado y nunca hubiera quedado claro quién ganó; las dudas hubieran apuntado con razón contra mí”.
Las versiones de presiones militares “son adornos, leyenda, cosas para vestir al periodismo, porque no pasó nada de eso”, dice José Vicente Rangel, ex vicepresidente de la república.
Chávez completa sobre la “bastarda maniobra de factura imperial”: “El día que a mí me presione un general, por más amigo que sea o confianza que tengamos, de inmediato lo sustituyo”.
El rey y CNN
El general Rangel se presenta a sí mismo como un “testigo de excepción” de que en Miraflores vio a un Chávez “calmado que nos insufló de alegría, porque confieso que en aquella reunión de ministros las caras expresaban tristeza”.
Igualmente, destaca “la voluntad democrática de este hombre de excepción, a quien un rey mandó callar y que ahora él ha callado al mundo”.
El jefe del ejército también lanza golpes a su antecesor, Raúl Baduel, quien se convirtió en una figura del bloque del no, tras declarar que la reforma equivalía a un golpe de Estado. “No necesitamos que nos feliciten tránsfugas. (Usted) pasó por alto la lealtad y la amistad, usted refuerza una posición amañada del medio de comunicación que viene del extranjero”.
El general se refiere a la cadena CNN, que da vuelo a la versión de las presiones militares, insiste en que demandará a esa cadena por colocar su foto junto a la de terroristas como Bin Laden, y amenaza a la televisoras venezolanas: “Estamos listos, conmigo al frente, para sacar del aire televisoras, ustedes saben bien cuál es la principal, que se sumaran a la rebelión contra las instituciones, tenemos capacidad para asumir las antenas, equipos técnicos o la toma física, eso está listo”.
Los altos mandos reciben y despiden a Chávez con la consigna que ya es parte del saludo obligado en las fuerzas armadas: “¡Patria, socialismo o muerte!”
El presidente de las tormentas, derrotado y todo, vuelve a la carga con el arma que saca de quicio a sus opositores: su lengua. “Aquí hay Chávez para rato y revolución para rato, la revolución llegó aquí para quedarse, no se pongan a sacar cuentas chimbas” (tramposas).
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